Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
03-08-2024, 03:39 PM
(Última modificación: 04-08-2024, 03:15 PM por Gautama D. Lovecraft.)
Mi estancia en el G-23 ya iba camino del mes cuando empecé a ver como de vez en cuando, nuevos reclutas eran destinados en la base donde me encontraba. Me regocijaba sentir en sus auras una extendida y motivante ilusión por querer mejorar el mundo. Me encontraba viendo desde una de las ventanas la ya conocida bienvenida en el patio, por la que las nuevas compañeras y compañeros solían a pasar antes de afincarse en la fortaleza. La mayoría de ellos, jóvenes ilusionados y con energías suficientes para dar el 100% en la tarea que le encomiasen.
Finalizada esa charla, que a veces podía eternizarse dependiendo de quien la diera, con gusto me animé desde mi temple y buen hacer a recibir a los jóvenes. La formación en la que se agrupaban en filas y columnas se deshizo, y un murmullo alegre comenzó a inundar el patio central, entre ellos se saludaban y felicitaban, los lazos empezaban a estrecharse entre ellos.
Una vez a pie de patio, me metí entre la multitud, regalando un gesto de aprecio hacia todo aquel que se me cruzaba. Las iluminadas miradas que desprendían seguro que auguraban un futuro prometedor, y eso, sobrecogía mi corazón de buena forma, ya que debido a mi edad, ver como la nueva generación se mostraba tan abierta y motivada, era un signo que para mi valoraba enormemente.
Mis errantes pasos me llevaron uno a uno hasta llegar hasta un muchacho de casi mi misma altura, su ondulado y voluminoso cabello castaño resaltaba con brillos rojizos a la luz del sol. Antaño, podría recordarme a alguno que otro del templo. Me acerqué hasta el chico lo suficiente como para que el mismo se diera cuenta de que iba a presentarme a él, era cierto que el voto de silencio podía limitarme en ello, pero tenía sabido que el acercamiento de 2 corazones hablaba y se comunicaba mejor que el parloteo superficial de la boca.
Me mostré gentil y cercano, y a una distancia prudente, junté las palmas de mis manos a la altura del pecho, e inicié una leve referencia hacia el, seguido de unas pocas palabras que podía permitirme.
- Encantado, soy Lovecraft -
Le dediqué con fraternidad, fijando mis ojos azabache sobre sus pupilas marrones, sondeando su interior. Seguía llevando a cabo la extensión de mi idea, sobre todo en las jóvenes generaciones, con la meta de formar un movimiento en la marina mucho más moral y humano, en el que los egos, y la avaricia por conseguir todos los vicios posibles de hoy en día no tuvieran cabida, y aquella presentación con tantos nuevos y jóvenes camaradas, era una gran fuente donde comenzar a reclutar más partidarios para la idea. ¿Sería el chico uno más?.