Kairo
Cuervo | Scarecrow
08-11-2024, 07:14 AM
En cuanto aquellos hombres se levantaron de su silla, Kairo apenas hizo un gesto con el ceño reaccionando a lo que veia, pero fingio que le daba igual, que no tenia importancia. Habia llegado el momento, ese que llevaba un buen rato esperando. En cuanto los hombres salieron de la taberna, Kairo los siguio, por supuesto que no sin antes asegurarse que no estaba siendo victima de alguna trampa o emboscada, asi como tambien procurando mantener la distancia para no ser visto por ellos. La bebida ya estaba pagada por lo que ni siquiera le dirigio la mirada al tabernero, dejando en claro que realmente le era absolutamente indiferente, o quizas simplemente estaba centrado en su tarea, quien sabe.
Kairo se movía con una precisión casi felina, cada paso era cuidadoso para evitar romper el sigilo que la penumbra y la niebla le proporcionaban. Mientras observaba a los tres encapuchados, su mente trabajaba en varias posibilidades. Notaba los nervios y el temblor en algunos de ellos, como si estuvieran inquietos, mientras el otro miraba constantemente hacia la dirección opuesta, quizás conscientes de que alguien podría estar siguiéndolos. El que estaba en el centro, quien parecía ser el lider, era más calmado, pero no podía ocultar del todo su nerviosismo. Kairo sabía reconocer ese tipo de tensión, era propia de quien consciente de portar algo valioso, esperaba en cualquier momento la llegada de una amenaza.
Decidió acercarse un poco más, reduciendo la distancia hasta quedar a una distancia crítica. Allí, entre la maleza y las sombras proyectadas por la escasa luz de la luna, Kairo se detuvo y observó con atención cada movimiento de los hombres. No había margen para el error, y aunque tenía la ventaja de la sorpresa, no estaba dispuesto a lanzarse sin un plan claro. La situación podía tornarse violenta en cuestión de segundos, y Kairo sabía que, si eso sucedía, no se permitiría dudar. Solo actuaría, los mataria de ser necesario. Para forzarlos a revelar alguna debilidad, Kairo tomó una pequeña piedra del suelo y la lanzó con precisión hacia un punto alejado de la maleza. El ruido resultante hizo que los tres hombres giraran de inmediato la cabeza hacia el origen del sonido, con gestos rápidos y nerviosos. Aprovechando ese segundo de distracción, Kairo avanzó un par de pasos más, hasta estar lo bastante cerca como para lanzarse al ataque si fuera necesario. Una sonrisa maliciosa se dibujo en su rostro al captar el nivel de profesionalidad que tenian esos sujetos. No era nada alto.
Uno de los hombres, al ver que no había nadie en la dirección del ruido, lanzó una risa baja y murmuró algo que Kairo no alcanzó a escuchar. Sin embargo, la tensión en su postura permanecía. Eso era una buena señal, la ansiedad hacía que bajaran la guardia, que se volvieran predecibles. Finalmente, Kairo notó cómo el hombre del centro sacaba algo de su mochila y lo sostenía entre sus manos. A pesar de la oscuridad, el brillo del objeto era inconfundible: un destello dorado capturado momentáneamente por la luz de la luna. Kairo contuvo la respiración, sabiendo que esa era la prueba que necesitaba. "Ahí está", pensó, y sintió la adrenalina encender sus sentidos. Este era el momento que había estado esperando. Sin dudarlo, Kairo hizo su movimiento. Avanzó en silencio hasta que se encontraba a solo unos metros de distancia, su presencia oculta entre la oscuridad de los árboles. Calculó la distancia y tomó una última bocanada de aire antes de lanzarse hacia el encapuchado más cercano, moviéndose con la velocidad y precisión de alguien que había perfeccionado esta maniobra en cientos de ocasiones. Atrapar al primero fue fácil. Con un rápido movimiento de su brazo, Kairo lo sujetó por el cuello y lo arrastró hacia atrás, aplicando presión suficiente para que no gritara. El hombre se retorció brevemente, pero el mercenario mantuvo la fuerza justa para inmovilizarlo sin matarlo, dejandole inconsciente por la falta de oxigeno y la presion que ejercio sobre su cuello. No era su objetivo el asesinarlo, quería que los otros dos supieran exactamente contra qué se enfrentaban.
—Uno menos —susurró Kairo, con una frialdad que helaría a cualquiera.
Los otros dos, al percatarse de lo que le ocurrio a su compañero, giraron para enfrentarse a Kairo. En sus rostros había una mezcla de sorpresa y terror, pero sus manos se movieron con rapidez hacia las armas que llevaban en sus cinturones. El que llevaba el brazalete en la mochila retrocedió un paso, alzando la mano como si considerara que ese gesto fuera suficiente para mantener a raya al mercenario.
Kairo mantuvo la calma. Su postura era relajada, pero sus ojos estaban fijos en el hombre del brazalete, calculando cada paso, cada mínima reacción. Podía ver la tensión en los hombros de sus oponentes, el modo en que sus dedos temblaban al sujetar las armas. Estaban nerviosos, y Kairo estaba dispuesto a aprovecharlo. —Tranquilo amigo, nadie tiene que salir herido esta noche. Usaste el factor sorpresa como ventaja para derribar a uno de los nuestros. Nos atrapaste, lo admito. Pero ya perdiste la ventaja, sera mejor que te vayas y fingiremos que nada de esto ocurrio ¿De acuerdo? — murmuró, su voz apenas un susurro, pero cargada de la confianza de quien ha estado en esta situación una y otra vez — ¿Ventaja? ¿Crees que he perdido la ventaja? ¿No son muy listos o si? Solo quiero el brazalete, no me importan ustedes, y cuando digo que no me importan lo digo tanto para bien como para mal. Ustedes escogen cual de las dos. — Respondio Kairo de forma un tanto sobradora.
Los encapuchados se miraron entre sí, dudando. El hombre que sujetaba el brazalete lo apretó contra su pecho, como si esa acción fuera suficiente para protegerlo de Kairo. Pero el mercenario sabía que eso no haría la diferencia. Él ya había tomado la decisión, y ellos estaban a una sola palabra de cometer un error fatal. El encapuchado que estaba más cerca de Kairo, armado con un cuchillo, dio un paso adelante. A pesar del miedo en sus ojos, intentaba demostrar valor. — ¿Y quién demonios eres tú para venir a amenazarnos? —dijo, intentando sonar desafiante. Kairo sonrió con una calma calculada. — Soy alguien muy peligroso. — Diria sonriendo arrogantemente, burlandose tanto en su tono sarcastico como en sus gestos, alzando las manos a la altura de sus hombros. — Lo único que deberían saber es que, si no cooperan, esto no terminará bien para ustedes. — El silencio fue absoluto por un momento. El sonido de las olas chocando contra la costa y el susurro de la brisa eran los únicos ruidos en la noche. Los hombres parecían barajar sus opciones, y Kairo aprovechó la incertidumbre para dar un paso adelante, dejando que la amenaza implícita en su mirada hiciera el resto del trabajo.
Finalmente, el hombre del brazalete, con un suspiro derrotado, extendió la mano hacia Kairo, sosteniendo el brazalete con dedos temblorosos. Había comprendido que no valía la pena enfrentarse a alguien como él. Kairo alargó la mano para tomar el brazalete, pero mantuvo la guardia en alto. Sabía que los movimientos desesperados podían ser los más peligrosos, y no iba a confiarse hasta que el objeto estuviera en sus manos. Sin embargo, justo cuando sus dedos rozaron el metal, el encapuchado que aún sostenía el cuchillo intentó lanzarse sobre él, en un último y desesperado intento de atacar. Kairo reaccionó al instante. En un movimiento rápido, esquivó el ataque y atrapó el brazo del hombre con su diestra, para acto seguido con su surda darle un puñetazo en la mitad del brazo sacandole el hueso de su antebrazo de lugar, quebrandolo con una precisión que solo se lograba tras años de entrenamiento. El cuchillo cayó de las manos del encapuchado, y Kairo aprovechó la accion para inmovilizarlo contra el suelo, colocándole el brazo sano que le quedaba al encapuchado en una llave que lo obligaba a mantenerse quieto. — Esta bien, si tan emocionados estan por conocerme me presentare mas formalmente. Mi nombre es Cuervo. —dijo Kairo, con voz fría y provocadora. Giró la mirada hacia el hombre del brazalete, quien lo observaba con los ojos muy abiertos, incapaz de moverse. Kairo, sin apartar la vista de él, tomó el brazalete de su mano con calma. Sabía que había ganado, y los encapuchados lo sabían también.
Kairo miró el brazalete en sus manos, apenas sorprendido por lo ordinario del objeto. Sin grabados mágicos, sin aura de poder, solo una sencilla pieza de metal finamente trabajada. A pesar de que a otros les hubiera parecido una mera pieza de buena calidad para tasar con un mercader, Kairo era consciente de lo que ese brazalete significaba para la joven hija de su cliente. Guardó el brazalete con cuidado, sabiendo que su misión estaba completa, pero algo en la actitud de aquellos hombres todavía le inquietaba. Era extraño que se hubieran arriesgado tanto por algo sin valor monetario ni poder. Su experiencia le decía que, en los bajos mundos donde estos tipos solían moverse, no se daban el lujo de operar por capricho. Tal vez había un motivo más profundo detrás de este robo. — Bien, pedazos de escoria. — Dijo Kairo con tono casual, rompiendo el silencio — Tengo lo que vine a buscar. Ahora solo tengo una pregunta. ¿Para quién trabajaban ustedes? Porque no me van a decir que robaron esto solo por diversión. —
Uno de los hombres, el mismo que había intentado mostrar algo de valentía antes, volvió a fruncir el ceño y luego bajó la mirada, resignado. Parecía entender que no había escapatoria, no después de lo que acababa de presenciar, aun retorciendose de dolor en el suelo por el daño a su brazo y la llave a la que habia sido sometido. — No sabemos el nombre del cliente. Solo… alguien que quería hacerle daño a esa familia, darle una lección. Nos pagaron por el encargo y nada más. Ni preguntas, ni explicaciones. Así es como trabajamos. —
Kairo asintió, asimilando la respuesta. Si bien el robo no tenía una razón especial a simple vista, parecía evidente que había algo más detrás: una vendetta silenciosa, un recordatorio de lo vulnerable que puede ser incluso alguien de la nobleza. Parece que las cosas se estaban poniendo mas interesantes para esa familia. — Bien —dijo, su tono era calmado pero firme — Van a llevarle un mensaje a su cliente. Díganle que ese brazalete ya no está disponible. Y si se les ocurre volver a cruzarse en los asuntos de esa familia, voy a encontrarme con ellos personalmente. Mejor aun... diganle a su cliente que espero nos veamos pronto. — La amenaza fue más que suficiente para hacer que ambos hombres asintieran rápidamente, comprendiendo que su intento de resistencia había sido en vano. Sin esperar más, Kairo dio media vuelta, dejando a los hombres allí, mientras se internaba de nuevo en las sombras de la noche.
Mientras regresaba hacia el puerto donde habia arribado, la tranquilidad volvía poco a poco a instalarse en su mente. Había recuperado el brazalete, su misión estaba cumplida, y ahora solo quedaba entregarlo. Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de que este pequeño encargo tenía implicaciones más grandes de lo que el noble mismo había revelado. Había algo en como se dio todo sobre ese robo, en la intención oculta de quien lo había ordenado, que lo dejaba con una punzada de desconfianza. Pero eso quedaba fuera de su mision actual, por ahora, lo único que importaba era regresar con el brazalete y cobrar su paga. Aunque, tambien tenia otra tarea, una secundaria pero tambien importante, que no le permitia irse de la isla esa misma noche, debia esperar hasta mañana, por lo que al llegar con el hombre que le trajo hasta la isla, le explico que debian pasar la noche en la isla y que mañana partirian. Por lo que si bien su aventura en la isla Momobami habia terminado, aun le quedaba una mas por hacer.
Kairo se movía con una precisión casi felina, cada paso era cuidadoso para evitar romper el sigilo que la penumbra y la niebla le proporcionaban. Mientras observaba a los tres encapuchados, su mente trabajaba en varias posibilidades. Notaba los nervios y el temblor en algunos de ellos, como si estuvieran inquietos, mientras el otro miraba constantemente hacia la dirección opuesta, quizás conscientes de que alguien podría estar siguiéndolos. El que estaba en el centro, quien parecía ser el lider, era más calmado, pero no podía ocultar del todo su nerviosismo. Kairo sabía reconocer ese tipo de tensión, era propia de quien consciente de portar algo valioso, esperaba en cualquier momento la llegada de una amenaza.
Decidió acercarse un poco más, reduciendo la distancia hasta quedar a una distancia crítica. Allí, entre la maleza y las sombras proyectadas por la escasa luz de la luna, Kairo se detuvo y observó con atención cada movimiento de los hombres. No había margen para el error, y aunque tenía la ventaja de la sorpresa, no estaba dispuesto a lanzarse sin un plan claro. La situación podía tornarse violenta en cuestión de segundos, y Kairo sabía que, si eso sucedía, no se permitiría dudar. Solo actuaría, los mataria de ser necesario. Para forzarlos a revelar alguna debilidad, Kairo tomó una pequeña piedra del suelo y la lanzó con precisión hacia un punto alejado de la maleza. El ruido resultante hizo que los tres hombres giraran de inmediato la cabeza hacia el origen del sonido, con gestos rápidos y nerviosos. Aprovechando ese segundo de distracción, Kairo avanzó un par de pasos más, hasta estar lo bastante cerca como para lanzarse al ataque si fuera necesario. Una sonrisa maliciosa se dibujo en su rostro al captar el nivel de profesionalidad que tenian esos sujetos. No era nada alto.
Uno de los hombres, al ver que no había nadie en la dirección del ruido, lanzó una risa baja y murmuró algo que Kairo no alcanzó a escuchar. Sin embargo, la tensión en su postura permanecía. Eso era una buena señal, la ansiedad hacía que bajaran la guardia, que se volvieran predecibles. Finalmente, Kairo notó cómo el hombre del centro sacaba algo de su mochila y lo sostenía entre sus manos. A pesar de la oscuridad, el brillo del objeto era inconfundible: un destello dorado capturado momentáneamente por la luz de la luna. Kairo contuvo la respiración, sabiendo que esa era la prueba que necesitaba. "Ahí está", pensó, y sintió la adrenalina encender sus sentidos. Este era el momento que había estado esperando. Sin dudarlo, Kairo hizo su movimiento. Avanzó en silencio hasta que se encontraba a solo unos metros de distancia, su presencia oculta entre la oscuridad de los árboles. Calculó la distancia y tomó una última bocanada de aire antes de lanzarse hacia el encapuchado más cercano, moviéndose con la velocidad y precisión de alguien que había perfeccionado esta maniobra en cientos de ocasiones. Atrapar al primero fue fácil. Con un rápido movimiento de su brazo, Kairo lo sujetó por el cuello y lo arrastró hacia atrás, aplicando presión suficiente para que no gritara. El hombre se retorció brevemente, pero el mercenario mantuvo la fuerza justa para inmovilizarlo sin matarlo, dejandole inconsciente por la falta de oxigeno y la presion que ejercio sobre su cuello. No era su objetivo el asesinarlo, quería que los otros dos supieran exactamente contra qué se enfrentaban.
—Uno menos —susurró Kairo, con una frialdad que helaría a cualquiera.
Los otros dos, al percatarse de lo que le ocurrio a su compañero, giraron para enfrentarse a Kairo. En sus rostros había una mezcla de sorpresa y terror, pero sus manos se movieron con rapidez hacia las armas que llevaban en sus cinturones. El que llevaba el brazalete en la mochila retrocedió un paso, alzando la mano como si considerara que ese gesto fuera suficiente para mantener a raya al mercenario.
Kairo mantuvo la calma. Su postura era relajada, pero sus ojos estaban fijos en el hombre del brazalete, calculando cada paso, cada mínima reacción. Podía ver la tensión en los hombros de sus oponentes, el modo en que sus dedos temblaban al sujetar las armas. Estaban nerviosos, y Kairo estaba dispuesto a aprovecharlo. —Tranquilo amigo, nadie tiene que salir herido esta noche. Usaste el factor sorpresa como ventaja para derribar a uno de los nuestros. Nos atrapaste, lo admito. Pero ya perdiste la ventaja, sera mejor que te vayas y fingiremos que nada de esto ocurrio ¿De acuerdo? — murmuró, su voz apenas un susurro, pero cargada de la confianza de quien ha estado en esta situación una y otra vez — ¿Ventaja? ¿Crees que he perdido la ventaja? ¿No son muy listos o si? Solo quiero el brazalete, no me importan ustedes, y cuando digo que no me importan lo digo tanto para bien como para mal. Ustedes escogen cual de las dos. — Respondio Kairo de forma un tanto sobradora.
Los encapuchados se miraron entre sí, dudando. El hombre que sujetaba el brazalete lo apretó contra su pecho, como si esa acción fuera suficiente para protegerlo de Kairo. Pero el mercenario sabía que eso no haría la diferencia. Él ya había tomado la decisión, y ellos estaban a una sola palabra de cometer un error fatal. El encapuchado que estaba más cerca de Kairo, armado con un cuchillo, dio un paso adelante. A pesar del miedo en sus ojos, intentaba demostrar valor. — ¿Y quién demonios eres tú para venir a amenazarnos? —dijo, intentando sonar desafiante. Kairo sonrió con una calma calculada. — Soy alguien muy peligroso. — Diria sonriendo arrogantemente, burlandose tanto en su tono sarcastico como en sus gestos, alzando las manos a la altura de sus hombros. — Lo único que deberían saber es que, si no cooperan, esto no terminará bien para ustedes. — El silencio fue absoluto por un momento. El sonido de las olas chocando contra la costa y el susurro de la brisa eran los únicos ruidos en la noche. Los hombres parecían barajar sus opciones, y Kairo aprovechó la incertidumbre para dar un paso adelante, dejando que la amenaza implícita en su mirada hiciera el resto del trabajo.
Finalmente, el hombre del brazalete, con un suspiro derrotado, extendió la mano hacia Kairo, sosteniendo el brazalete con dedos temblorosos. Había comprendido que no valía la pena enfrentarse a alguien como él. Kairo alargó la mano para tomar el brazalete, pero mantuvo la guardia en alto. Sabía que los movimientos desesperados podían ser los más peligrosos, y no iba a confiarse hasta que el objeto estuviera en sus manos. Sin embargo, justo cuando sus dedos rozaron el metal, el encapuchado que aún sostenía el cuchillo intentó lanzarse sobre él, en un último y desesperado intento de atacar. Kairo reaccionó al instante. En un movimiento rápido, esquivó el ataque y atrapó el brazo del hombre con su diestra, para acto seguido con su surda darle un puñetazo en la mitad del brazo sacandole el hueso de su antebrazo de lugar, quebrandolo con una precisión que solo se lograba tras años de entrenamiento. El cuchillo cayó de las manos del encapuchado, y Kairo aprovechó la accion para inmovilizarlo contra el suelo, colocándole el brazo sano que le quedaba al encapuchado en una llave que lo obligaba a mantenerse quieto. — Esta bien, si tan emocionados estan por conocerme me presentare mas formalmente. Mi nombre es Cuervo. —dijo Kairo, con voz fría y provocadora. Giró la mirada hacia el hombre del brazalete, quien lo observaba con los ojos muy abiertos, incapaz de moverse. Kairo, sin apartar la vista de él, tomó el brazalete de su mano con calma. Sabía que había ganado, y los encapuchados lo sabían también.
Kairo miró el brazalete en sus manos, apenas sorprendido por lo ordinario del objeto. Sin grabados mágicos, sin aura de poder, solo una sencilla pieza de metal finamente trabajada. A pesar de que a otros les hubiera parecido una mera pieza de buena calidad para tasar con un mercader, Kairo era consciente de lo que ese brazalete significaba para la joven hija de su cliente. Guardó el brazalete con cuidado, sabiendo que su misión estaba completa, pero algo en la actitud de aquellos hombres todavía le inquietaba. Era extraño que se hubieran arriesgado tanto por algo sin valor monetario ni poder. Su experiencia le decía que, en los bajos mundos donde estos tipos solían moverse, no se daban el lujo de operar por capricho. Tal vez había un motivo más profundo detrás de este robo. — Bien, pedazos de escoria. — Dijo Kairo con tono casual, rompiendo el silencio — Tengo lo que vine a buscar. Ahora solo tengo una pregunta. ¿Para quién trabajaban ustedes? Porque no me van a decir que robaron esto solo por diversión. —
Uno de los hombres, el mismo que había intentado mostrar algo de valentía antes, volvió a fruncir el ceño y luego bajó la mirada, resignado. Parecía entender que no había escapatoria, no después de lo que acababa de presenciar, aun retorciendose de dolor en el suelo por el daño a su brazo y la llave a la que habia sido sometido. — No sabemos el nombre del cliente. Solo… alguien que quería hacerle daño a esa familia, darle una lección. Nos pagaron por el encargo y nada más. Ni preguntas, ni explicaciones. Así es como trabajamos. —
Kairo asintió, asimilando la respuesta. Si bien el robo no tenía una razón especial a simple vista, parecía evidente que había algo más detrás: una vendetta silenciosa, un recordatorio de lo vulnerable que puede ser incluso alguien de la nobleza. Parece que las cosas se estaban poniendo mas interesantes para esa familia. — Bien —dijo, su tono era calmado pero firme — Van a llevarle un mensaje a su cliente. Díganle que ese brazalete ya no está disponible. Y si se les ocurre volver a cruzarse en los asuntos de esa familia, voy a encontrarme con ellos personalmente. Mejor aun... diganle a su cliente que espero nos veamos pronto. — La amenaza fue más que suficiente para hacer que ambos hombres asintieran rápidamente, comprendiendo que su intento de resistencia había sido en vano. Sin esperar más, Kairo dio media vuelta, dejando a los hombres allí, mientras se internaba de nuevo en las sombras de la noche.
Mientras regresaba hacia el puerto donde habia arribado, la tranquilidad volvía poco a poco a instalarse en su mente. Había recuperado el brazalete, su misión estaba cumplida, y ahora solo quedaba entregarlo. Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de que este pequeño encargo tenía implicaciones más grandes de lo que el noble mismo había revelado. Había algo en como se dio todo sobre ese robo, en la intención oculta de quien lo había ordenado, que lo dejaba con una punzada de desconfianza. Pero eso quedaba fuera de su mision actual, por ahora, lo único que importaba era regresar con el brazalete y cobrar su paga. Aunque, tambien tenia otra tarea, una secundaria pero tambien importante, que no le permitia irse de la isla esa misma noche, debia esperar hasta mañana, por lo que al llegar con el hombre que le trajo hasta la isla, le explico que debian pasar la noche en la isla y que mañana partirian. Por lo que si bien su aventura en la isla Momobami habia terminado, aun le quedaba una mas por hacer.