Alistair
Mochuelo
08-11-2024, 09:32 AM
La sorpresa de la sirena sacó del interior del Lunarian una sonrisa enorme, imposible que fuera para menos. ¡Había esperado más que suficiente por esa reacción, y la espera de esos últimos días había sido una urticaria mental sin resolver; tenía todas las ganas del mundo de rascarla, pero se aguantó hasta el último momento para que fuese lo mejor posible. Y comparado con las expectativas que se había hecho, solo digamos que fue incluso mejor de lo que pudo haber imaginado.
El sol estaba brillante ese día, una maravillosa demostración del gigantesco astro que bañaba en luz a todos. No, quizá era mas correcto decir que ese preciso día, a ojos del emplumado, el sol se sentía mucho mas brillante que cualquier otro día en el que se hubiese sentado a admirarlo.
El sonido de una persona acercándose fue secundario tan solo al llamado que pudo escuchar a la distancia, girándose hacia la fuente del sonido. Ahí estaba, la persona con quien tanto quería reencontrarse, siendo cada fibra de su ser tan culpable de este deseo como su corazón. Y a mucha honra: Una amistad así era algo que no cambiaría por nada del mundo, y que quería nutrir tanto como le fuera posible.
Pero aquello que lo tomó de completa sorpresa fue el abrazote que recibió de parte de la sirena poco después del llamado, algo que hizo a sus ojos abrirse como platos hasta alcanzar su límite, una expresión que no hacía ningún esfuerzo por esconder su asombro. Un abrazo que él no tardó en corresponder estando más que encantado, risueño incluso, dejando que la alegría del momento recayeran sobre él como una poderosa ola que le hizo olvidar cómo contar el paso de los segundos, que fácilmente se sintieron como algo mucho mas extenso de lo que en realidad eran. Estaba en extremo feliz de haberse reunido nuevamente con la chica. Pronto, cualquier gesto en sus facciones se vería reemplazado por una amplia sonrisa de gran envergadura que rivalizaba la de Asra.
El emplumado esperó hasta que ambos estuviesen satisfechos con aquel primer contacto, impulsivo como pocos, y cuando finalmente quedasen a gusto, se separaría sin reducir la sonrisa la expresión sonriente pintada en sus facciones. — Lo siento desde el inicio he estado con los Revolucionarios, aunque era un integrante relativamente nuevo para entonces. Por un momento pensé en decírtelo ese mismo día, pero supuse que sería muchísimo mejor si esperaba a un momento mas dramático para contártelo. ¡Y vaya que ha pagado bien la espera! — Comentó, risueño; si en una ocasión normal el buen humor era su estado emocional por defecto, había que ver todo el calor que el pecho del chico irradiaba ese mismo día.
— ¿Cómo te ha ido a ti? ¿Ha ocurrido algo interesante en el tiempo que no te he visto? He escuchado unas cuantas cosas por aquí y por allá entre la gente de Oykot. ¡De hecho, creo haber escuchado que has estado entre el escuadrón que ha asaltado el castillo! — La última parte rebosaba orgullo por ella, como un padre viendo a su polluelo estirar sus alas y levantar vuelo por primera vez, solo que el escenario a la mano manejaba una escala completamente diferente. El mero hecho de haber sido partícipe de ayudar a derrocar a los injustos, de haber peleado por lo que se consideraba correcto y recuperar Oykot para el pueblo de manos de la realeza, era algo digno de mención y honor. — Han hecho un excelente trabajo todos juntos. Felicidades, sirena. — Dejó salir una pequeña risilla entre dientes, dejando que la alegría del momento tomara rienda de sus cuerdas bocales.
Pero, por otro lado, Alistair era incapaz de ocultar su preocupación porque todo hubiese salido bien; las únicas fuentes de información sobre lo siguiente eran tan solo los demás compañeros de la Armada Revolucionaria, pero había escuchado que hubo una persona realmente fuerte el mismo día del asalto, alguien cuya capacidad de combate preocuparía a mas de uno. — ¿Realmente estás bien? ¿Ninguna herida oculta o moretón del cual no quieras hablar? Puedes comentármelo, de médico a médico. — Preguntó de más, exhibiendo su genuina preocupación y sin tapujos por mostrarla, levantando una ceja mientras cruzada su mirada con la de ella en espera de que su lenguaje corporal corroborara la ausencia de los mencionados daños, o al contrario, revelara una mentira blanca que se rehusaba a destapar. Sí, el pollo estaba en modo madre, al menos por la primera parte del encuentro.
— ¡Ah, cierto! — Las palabras se vieron acompañadas por un ademán curioso: Su puño cerrado golpeando la mano del lado opuesto abierta y mirando hacia arriba, como un pequeño martillo golpeando una base compuesta completamente por sus manos. Había recordado algo importante. — ¡Cuando acabemos de enterarnos de todas las novedades del otro, podemos hacer esa pequeña sesión de ingeniería que te tenía prometida! Algo simplecillo como discutimos, preparar un Den Den Mushi para operaciones telefónicas y poco más. Al menos uno pequeñito que suele tener casi nada de complejo y admite pocas modificaciones, los demás ya suelen... tener su truco especial. — Den Den blancos, negros, de monitoreo o hasta con cuernos. Cualquier cosa por encima de los Den Den intraoceánicos podía ser una lección demasiado compleja como para ser la primera. ¡Aunque quizá podría mostrarle cómo montar uno de esos!
El sol estaba brillante ese día, una maravillosa demostración del gigantesco astro que bañaba en luz a todos. No, quizá era mas correcto decir que ese preciso día, a ojos del emplumado, el sol se sentía mucho mas brillante que cualquier otro día en el que se hubiese sentado a admirarlo.
El sonido de una persona acercándose fue secundario tan solo al llamado que pudo escuchar a la distancia, girándose hacia la fuente del sonido. Ahí estaba, la persona con quien tanto quería reencontrarse, siendo cada fibra de su ser tan culpable de este deseo como su corazón. Y a mucha honra: Una amistad así era algo que no cambiaría por nada del mundo, y que quería nutrir tanto como le fuera posible.
Pero aquello que lo tomó de completa sorpresa fue el abrazote que recibió de parte de la sirena poco después del llamado, algo que hizo a sus ojos abrirse como platos hasta alcanzar su límite, una expresión que no hacía ningún esfuerzo por esconder su asombro. Un abrazo que él no tardó en corresponder estando más que encantado, risueño incluso, dejando que la alegría del momento recayeran sobre él como una poderosa ola que le hizo olvidar cómo contar el paso de los segundos, que fácilmente se sintieron como algo mucho mas extenso de lo que en realidad eran. Estaba en extremo feliz de haberse reunido nuevamente con la chica. Pronto, cualquier gesto en sus facciones se vería reemplazado por una amplia sonrisa de gran envergadura que rivalizaba la de Asra.
El emplumado esperó hasta que ambos estuviesen satisfechos con aquel primer contacto, impulsivo como pocos, y cuando finalmente quedasen a gusto, se separaría sin reducir la sonrisa la expresión sonriente pintada en sus facciones. — Lo siento desde el inicio he estado con los Revolucionarios, aunque era un integrante relativamente nuevo para entonces. Por un momento pensé en decírtelo ese mismo día, pero supuse que sería muchísimo mejor si esperaba a un momento mas dramático para contártelo. ¡Y vaya que ha pagado bien la espera! — Comentó, risueño; si en una ocasión normal el buen humor era su estado emocional por defecto, había que ver todo el calor que el pecho del chico irradiaba ese mismo día.
— ¿Cómo te ha ido a ti? ¿Ha ocurrido algo interesante en el tiempo que no te he visto? He escuchado unas cuantas cosas por aquí y por allá entre la gente de Oykot. ¡De hecho, creo haber escuchado que has estado entre el escuadrón que ha asaltado el castillo! — La última parte rebosaba orgullo por ella, como un padre viendo a su polluelo estirar sus alas y levantar vuelo por primera vez, solo que el escenario a la mano manejaba una escala completamente diferente. El mero hecho de haber sido partícipe de ayudar a derrocar a los injustos, de haber peleado por lo que se consideraba correcto y recuperar Oykot para el pueblo de manos de la realeza, era algo digno de mención y honor. — Han hecho un excelente trabajo todos juntos. Felicidades, sirena. — Dejó salir una pequeña risilla entre dientes, dejando que la alegría del momento tomara rienda de sus cuerdas bocales.
Pero, por otro lado, Alistair era incapaz de ocultar su preocupación porque todo hubiese salido bien; las únicas fuentes de información sobre lo siguiente eran tan solo los demás compañeros de la Armada Revolucionaria, pero había escuchado que hubo una persona realmente fuerte el mismo día del asalto, alguien cuya capacidad de combate preocuparía a mas de uno. — ¿Realmente estás bien? ¿Ninguna herida oculta o moretón del cual no quieras hablar? Puedes comentármelo, de médico a médico. — Preguntó de más, exhibiendo su genuina preocupación y sin tapujos por mostrarla, levantando una ceja mientras cruzada su mirada con la de ella en espera de que su lenguaje corporal corroborara la ausencia de los mencionados daños, o al contrario, revelara una mentira blanca que se rehusaba a destapar. Sí, el pollo estaba en modo madre, al menos por la primera parte del encuentro.
— ¡Ah, cierto! — Las palabras se vieron acompañadas por un ademán curioso: Su puño cerrado golpeando la mano del lado opuesto abierta y mirando hacia arriba, como un pequeño martillo golpeando una base compuesta completamente por sus manos. Había recordado algo importante. — ¡Cuando acabemos de enterarnos de todas las novedades del otro, podemos hacer esa pequeña sesión de ingeniería que te tenía prometida! Algo simplecillo como discutimos, preparar un Den Den Mushi para operaciones telefónicas y poco más. Al menos uno pequeñito que suele tener casi nada de complejo y admite pocas modificaciones, los demás ya suelen... tener su truco especial. — Den Den blancos, negros, de monitoreo o hasta con cuernos. Cualquier cosa por encima de los Den Den intraoceánicos podía ser una lección demasiado compleja como para ser la primera. ¡Aunque quizá podría mostrarle cómo montar uno de esos!