Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
08-11-2024, 01:44 PM
36 de Verano del año 724, Reino de Oykot, zona Este.
La solicitud de auxilio había llegado once días antes a las bases de la Marina próximas a Oykot; es decir, a aquellas ubicadas en el Mar del Este. La población, con colaboración de la Armada Revolucionaria, había iniciado una revuelta con el objetivo de descabezar la corona del reino y arrebatarle el control que ejercía sobre este al Gobierno Mundial. Por supuesto, se habían enviado efectivos del brazo armado para aplacar esta amenaza inminente, pero a la vista estaba que ni habían llegado a tiempo ni habían sido suficientes. El veinticinco de verano del año setecientos veinticuatro, los rebeldes tomaron posesión de Oykot con contundencia.
Para la L-42, estas noticias habían llegado en cuentagotas. La brigada había tenido que lidiar no solo con uno sino con dos ataques terroristas en Loguetown, cometidos por una banda criminal organizada que parecía tener sus miras puestas sobre la isla y el G-31. Después de esto, se habían encargado del traslado de Meethook y tuvo lugar un enfrentamiento con los Piratas Veganos, a cuyo capitán abatieron en combate. Cuando al fin quedaron libres de obligaciones, Oykot ya había caído. Aun así, como no podía ser de otro modo, decidieron en consenso entrar en escena y trasladarse hasta el reino con el objetivo de cerciorarse de cómo estaban las cosas allí tras la revuelta. Querían asegurarse de que los civiles no estuvieran en peligro, y tal vez informar a los mandos de la Marina de la situación con mayor detalle. Por supuesto, el atraso les impidió acudir al núcleo principal de la isla y tuvieron que tomar un desvío.
—Ya hay que ser desalmado —había sentenciado Camille alrededor de una hora después de llegar a la costa. Al parecer, Atlas y Octojin, que se adelantaron para explorar la zona y recabar información, se habían topado con un grupo de traficantes durante su paseo—. Aprovecharse de una situación como esta para sacar beneficio...
Soltó un suspiro cargado de frustración mientras terminaba de vestirse de paisana: apenas llevaba un top negro y un pantalón largo y marrón cuyas mangas terminaban en el interior de unas botas altas. Su odachi y una pequeña mochila con algunos víveres y el den den mushi por si la cosa se complicaba sería el único equipamiento que llevaría consigo.
—Saldré a echar un ojo también. No pretendo alejarme mucho, así que si ocurre algo inesperado llamadme.
Aquella región de la isla parecía haber pasado por dificultades ajenas a la revuelta, incluso antes de que el conflicto estallara. Se trataba de una zona humilde, donde la mayor parte de los edificios con los que se encontraba aquí y allá eran cabañas de pescadores, viviendas sencillas y pequeños mercados. Las noticias que les habían llegado a ellos eran que los terroristas habían acabado con la realeza y estaban imponiendo su control sobre la población civil, aunque había algo allí que no terminaba de encajar para Camille. Si había algún tipo de presencia militar por parte de la Armada, desde luego ella no la vio. Era como si no les preocupase lo más mínimo que aquellas personas pudieran volverse en su contra. «Supongo que han concentrado sus esfuerzos en la capital», terminó suponiendo. Si controlaban la zona Oeste, controlar el resto del reino sería coser y cantar.
Por suerte, parecía que el alzamiento no había causado estragos por allí. Los edificios estaban intactos y no había heridos —que pudieran verse a simple vista, al menos—. De hecho, la gente con la que se cruzaba parecía bastante tranquila con la situación. Si el conflicto se había desarrollado en la capital, las consecuencias de lo ocurrido no afectarían con tanta dureza a las regiones rurales. ¿Cómo irían las cosas en el Oeste? A Camille le habría gustado poder acercarse para averiguarlo, pero dudaba que fueran a poder quedarse allí lo suficiente. Eso sería trabajo de las agencias del Cipher Pol.
—Disculpe —llamó la atención de un humano que pasó a su lado, el cual se giró para mirarla con los ojos muy abiertos, echando la cabeza hacia atrás—. ¿Podría indicarme dónde puedo encontrar una taberna por aquí? Me gustaría comer algo.
Y no había mejor sitio donde enterarse de todo lo que estuviera ocurriendo, claro.
—Eh... Sí, claro. ¿Pero no deberías visitar un médico primero? Llevas dos cosas enormes ahí clavadas —le dijo mientras se señalaba la frente—. No lo dejes pasar, que parece chungo. De todos modos, tienes una justo por esa calle —y señaló hacia un lateral—. Ve por ahí y sigue el camino de tierra, moza. Hay un edificio algo más grande que el resto con un cartel. Se llama «el Ballenato». No es que vendan carne de ballena, pero el tío que la regenta se dedicaba a pescarlas en el North Blue. Supongo que es por nostalgia o algo de eso.
—De acuerdo... y no se preocupe, que son míos —le dijo con una sonrisa amable—. Gracias por su ayuda.
—¡A mandar! Si te hace falta algo pregunta por Will —Sería su nombre—. Mucho granuja suelto estos días.
Tras la breve conversación, la alférez de incógnito —no mucho— se encaminó hacia donde le había indicado Will, no tardando en dar con el sitio en cuestión. Era, efectivamente, algo más grande que las casas cercanas. Desde su interior se escuchaba un gran alboroto, lo típico que podría esperarse en una taberna, aunque esta era particularmente escandalosa para la hora que era. ¿Qué serían? ¿Las seis de la tarde?
En fin. Hay quienes empinan el codo desde bien temprano.