Airgid Vanaidiam
Metalhead
08-11-2024, 07:30 PM
De Kilombo, a Oykot, pasando por Baratie, hasta Motomami, y de vuelta a Oykot. ¿Y eso? Cualquiera pensaría que estaban volviendo sobre sus propios pasos, retrocediendo. Pero lo cierto es que apenas habían pasado tiempo en Oykot tras lo sucedido, y les habían llegado algunas noticias sobre todo lo que se estaba cociendo en la isla una vez el grupo de revolucionarios ayudó al pueblo a destronar a la monarquía. Karina, aquella tozuda pero leafl y fiel líder ballenera se había convertido en la nueva alcaldesa, tomando los mandos de la política; se había creado una nueva fuerza defensora constituída por civiles y destinados a proteger la isla, como si no quisieran depender ni de la marina ni del gobierno para poner las manazas sobre su territorio; y lo mejor de todo, les había llegado el rumor de que se había puesto en marcha la construcción de una estatua representativa de la escena frente al palacio. Los rumores eran solo eso, rumores. Pero Airgid se preguntaba si realmente aquello tenía algo de verdad. Ah, y también había escuchado algo sobre que Entrañas quería buscar a la reina... ni puta idea, intentaría enterarse de aquel plan más adelante.
La rubia se equipó por completo antes de poner rumbo a la ciudad, vistiéndose con uno de sus tops negros, de cuello alto pero sin mangas para lucir bien los brazos, junto con unos pantalones largos y anchos, con estampado de camuflaje verde y llenos de bolsillos por todos lados. También llevaba su habitual cinturón de herramientas, con más bolsillos todavía, y su mochila. Airgid siempre parecía que iba preparada para la puta guerra, fuera adonde fuera, con todos los bolsillos llenos a reventar de chatarra, la mochila hasta arriba de latas de refresco y demás útiles, y por si eso fuera poco, un puto bazooka y una minigun a la espalda.
Caminar por las calles de Oykot era... raro, demasiado raro. Normalmente la miraban mucho cuando iba por ahí, porque era una tía alta, rubia y guapa dando saltitos a la pata coja cargada como un tanque, una imagen ciertamente llamativa. Pero esa vez era diferente, las personas no la miraban con... asco, sino con algo de admiración la mayoría, cuchicheando entre ellos, pero no para mal. Uno podía darse cuenta de cuando hablaban mal de ella, ese tipo de cosas se notaban, y no era el caso. Ahora tenía que acostumbrarse a que entre los balleneros de Oykot, ella y su grupo eran más parecidos a héroes que a personas normales, como si hubieran salido de una historia de fábula. Había quienes discernían de aquella opinión, estaba claro, pero desde luego la sensación ya era lo suficientemente abrumadora como para hacer que la joven se sonrojase, sin saber si le gustaba o le incomodaba tanta atención positiva.
Decidió callejear un poco, alejarse de tantas miradas a las que no se sentía acostumbrada, hasta que pasó de casualidad por la entrada de una taberna. No había nada demasiado especial en ella, más allá de que era un local grande, pero fue un hombre que se encontraba en su entrada el que llamó su atención. Fumando un cigarrillo, como si estuviera haciendo tiempo mientras esperaba a que alguien apareciera. Airgid le vio antes de que él se fijase en ella, así que aprovechó dicha ventaja para tomar la lata de refresco que se acababa de ventilar entre pecho y espalda y lanzársela al joven en toda la cabeza. — ¿¡Qué cojon-!? — Gritó él, cortando su propia frase al darse cuenta de que se trataba de ella. — ¿¡Airi!? — La rubia le sonrió con pillería, se le había caído incluso el cigarro al suelo del susto que le había dado, y su expresión pasó del cabreo a una buena sonrisa. Ella salió corriendo a por él, lanzándole ahora un buen puñetazo al hombro. — ¡Garren! ¿¡Qué te cuentas, a quién esperas!? — Preguntó con entusiasmo, y con toda la naturalidad del mundo. — ¿Yo? Sí, eh, todo bien, ¿pero tú? ¿No os habíais ido? — Parece que había que ponerse un poco al día. — Seeeh... pero lo hemos pensao mejor, aún quedan cosas por hacer aquí. ¡No me has respondido, eh! — Insistió una vez más la rubia. El joven se trataba de uno de los balleneros a los que Airgid se acercó cuando trataba de conseguir información acerca de Karina. Fueron muchos, muchos hombres y mujeres los que al final, con aquella misión, acabó forjando buenos lazos de amistad y compañerismo. — Va, te invito a una cerveza y te cuento mejor. La verdad es que tienes razón, han pasado muchas cosas. — Airgid aceptó su oferta, y ambos se adentraron en aquella taberna llamada "el Ballenato".
Y ahí dentro se pegaron horas con la tontería, bebiendo, riendo, contándose las diferentes novedades que habían vivido. Al parecer, Garren había estado esperando a una chica que por lo que se intuía... le había dado calabazas. Y en cualquier otro momento puede que le hubiera afectado, a pesar de esa coraza dura de ballenero. Pero ahora mismo, había ahogado cualquier pena posible en alcohol y bromas, ya no solo con Airgid, sino con toda la taberna. El buen ambiente era generalizado, muchos reconocieron a la rubia y no dejaron de invitarla a bebida. Y ella, con su simpatía natural, les unía a la conversación. Parecía que la situación iba cambiando paulatinamente a mejor entre los trabajadores, solo con aquel buen humor se les notaba. Incluso un grupito se había animado y había comenzado a tocar algo de música. ¿Que era demasiado temprano para empezar a beber? ¿Quién dictaba esas normas de mierda?
La rubia se equipó por completo antes de poner rumbo a la ciudad, vistiéndose con uno de sus tops negros, de cuello alto pero sin mangas para lucir bien los brazos, junto con unos pantalones largos y anchos, con estampado de camuflaje verde y llenos de bolsillos por todos lados. También llevaba su habitual cinturón de herramientas, con más bolsillos todavía, y su mochila. Airgid siempre parecía que iba preparada para la puta guerra, fuera adonde fuera, con todos los bolsillos llenos a reventar de chatarra, la mochila hasta arriba de latas de refresco y demás útiles, y por si eso fuera poco, un puto bazooka y una minigun a la espalda.
Caminar por las calles de Oykot era... raro, demasiado raro. Normalmente la miraban mucho cuando iba por ahí, porque era una tía alta, rubia y guapa dando saltitos a la pata coja cargada como un tanque, una imagen ciertamente llamativa. Pero esa vez era diferente, las personas no la miraban con... asco, sino con algo de admiración la mayoría, cuchicheando entre ellos, pero no para mal. Uno podía darse cuenta de cuando hablaban mal de ella, ese tipo de cosas se notaban, y no era el caso. Ahora tenía que acostumbrarse a que entre los balleneros de Oykot, ella y su grupo eran más parecidos a héroes que a personas normales, como si hubieran salido de una historia de fábula. Había quienes discernían de aquella opinión, estaba claro, pero desde luego la sensación ya era lo suficientemente abrumadora como para hacer que la joven se sonrojase, sin saber si le gustaba o le incomodaba tanta atención positiva.
Decidió callejear un poco, alejarse de tantas miradas a las que no se sentía acostumbrada, hasta que pasó de casualidad por la entrada de una taberna. No había nada demasiado especial en ella, más allá de que era un local grande, pero fue un hombre que se encontraba en su entrada el que llamó su atención. Fumando un cigarrillo, como si estuviera haciendo tiempo mientras esperaba a que alguien apareciera. Airgid le vio antes de que él se fijase en ella, así que aprovechó dicha ventaja para tomar la lata de refresco que se acababa de ventilar entre pecho y espalda y lanzársela al joven en toda la cabeza. — ¿¡Qué cojon-!? — Gritó él, cortando su propia frase al darse cuenta de que se trataba de ella. — ¿¡Airi!? — La rubia le sonrió con pillería, se le había caído incluso el cigarro al suelo del susto que le había dado, y su expresión pasó del cabreo a una buena sonrisa. Ella salió corriendo a por él, lanzándole ahora un buen puñetazo al hombro. — ¡Garren! ¿¡Qué te cuentas, a quién esperas!? — Preguntó con entusiasmo, y con toda la naturalidad del mundo. — ¿Yo? Sí, eh, todo bien, ¿pero tú? ¿No os habíais ido? — Parece que había que ponerse un poco al día. — Seeeh... pero lo hemos pensao mejor, aún quedan cosas por hacer aquí. ¡No me has respondido, eh! — Insistió una vez más la rubia. El joven se trataba de uno de los balleneros a los que Airgid se acercó cuando trataba de conseguir información acerca de Karina. Fueron muchos, muchos hombres y mujeres los que al final, con aquella misión, acabó forjando buenos lazos de amistad y compañerismo. — Va, te invito a una cerveza y te cuento mejor. La verdad es que tienes razón, han pasado muchas cosas. — Airgid aceptó su oferta, y ambos se adentraron en aquella taberna llamada "el Ballenato".
Y ahí dentro se pegaron horas con la tontería, bebiendo, riendo, contándose las diferentes novedades que habían vivido. Al parecer, Garren había estado esperando a una chica que por lo que se intuía... le había dado calabazas. Y en cualquier otro momento puede que le hubiera afectado, a pesar de esa coraza dura de ballenero. Pero ahora mismo, había ahogado cualquier pena posible en alcohol y bromas, ya no solo con Airgid, sino con toda la taberna. El buen ambiente era generalizado, muchos reconocieron a la rubia y no dejaron de invitarla a bebida. Y ella, con su simpatía natural, les unía a la conversación. Parecía que la situación iba cambiando paulatinamente a mejor entre los trabajadores, solo con aquel buen humor se les notaba. Incluso un grupito se había animado y había comenzado a tocar algo de música. ¿Que era demasiado temprano para empezar a beber? ¿Quién dictaba esas normas de mierda?