Hay rumores sobre…
... una isla que aparece y desaparece en el horizonte, muchos la han intentado buscar atraídos por rumores y mitos sobre riquezas ocultas en ella, pero nunca nadie ha estado en ella, o ha vuelto para contarlo...
[Común] ¡Bienvenida a... la brigada de los bichos raros!
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Camille decidió abandonar el foco de la conversación en cuanto Franz y Alexandra empezaron a interactuar, dejando que el armero y la recluta fueran conociéndose e interactuasen un poco. Su mirada se desvió hacia los estantes y armeros donde se mantenían las diferentes armas a buen recaudo. Casi le parecía mentira que hubieran pasado tan solo unos pocos meses desde que le hubieran hecho entrega de su primer arma oficial: una odachi bastante normalita que aún mantenía a buen recaudo en su habitación. Céfiro, su espada actual, se encontraba a un nivel muy diferente tanto en calidad como en el valor emocional que tenía para ella —había sido un regalo de Beatrice, después de todo—, pero no podía dejar de tenerle un cariño especial a su primer arma. Precisamente por eso: ser la primera.

Fue paseando la mirada por la estancia, pasando una mano casi sin darse cuenta por la madera del mostrador. Tan solo la voz de Franz le sacó de su ensimismamiento, que hizo que sus ojos volvieran a posarse en aquel curioso duo.

—Cada día los nuevos reclutas son mucho más jóvenes, aunque recuerdo que cuando mi hermano y yo nos alistamos no éramos más que unos críos. Algo mayores que tú, tal vez —le iba diciendo, atusándose la barba mientras se perdía en sus pensamientos por un breve instante. Luego le devolvió su atención a Alexandra—. Aunque igual no es el caso. No es por ofender, pero bien creo que podría ser tu abuelo. En fin, ¿quieres dar una vuelta y ver si encontramos algo apropiado para ti?

Se hizo el silencio durante unos pocos segundos en los que Franz no obtuvo respuesta. Ni corto ni perezoso, el armero se echó a reír al darse cuenta de que la recién llegada había perdido el hilo de lo que le estaba contando. Volvió a formularle la pregunta y, tras ello, se dispuso a guiar a la hafugyo entre los estantes del arsenal para encontrar con un arma que se ajustase a ella. A medida que avanzaba por las galerías, le iba explicando las cualidades de cada tipo de armamento, indicando las ventajas e inconvenientes que tenía su uso. 

Camille se limitó a seguir al veterano, caminando detrás de Alexandra mientras atendía sus explicaciones. No es que estuviera diciendo nada nuevo para ella, pero escuchar a Franz hablar de armas era como atender una conferencia de alguien versado en el tema. Si había algo de lo que podía enorgullecerse el G-31 era de contar con expertos como él entre sus filas.

Finalmente, tras un rato dando vueltas por la estancia, la semi-gyojin señaló al fin una de las armas que se guardaban allí. La oni siguió con la mirada la dirección que señalaba, fijándose en una daga que se ocultaba tras otros utensilios más voluminosos.

—¿La daga? —inquirió escéptico, mirándola de reojo como si quisiera asegurarse de que había oído bien—. Más que como herramienta principal se suele usar de arma auxiliar. Aunque... —Ladeó el cuerpo y se encaró a la recluta, echándole un vistazo de arriba hacia abajo, como si la analizase. Volvió a atusarse la barba, pensativo—. Sí, supongo que podría funcionar.

Franz extendió el brazo y sujetó la daga, sacándola del estante y quitándole algo de polvo que tenía acumulado. Parecía que llevaba sin ver la luz del sol bastante tiempo. La desenvainó un poco, comprobando el filo antes de volver a meterla en su funda y tendérsela por el lado de la empuñadura a Alexandra.

—En ese caso, te presento a tu nueva mejor amiga. No te separarás de ella mientras seas un activo de la Marina. Incluso cuando te jubiles, es posible que sigas manteniéndola cerca —le aseguró entre risas, esperando a que la cogiera—. Es curioso. Llevo mucho tiempo sin ver a nadie interesado en algo con un perfil tan bajo. Los nuevos soléis preferir rifles, sables e incluso mandobles —y miró a Camille por un momento, sonriéndole pícaro—. Casi no puedo esperar por ver qué eres capaz de hacer con eso. ¡Bien! Volvamos al mostrador, tengo algunas cosas más para ti.

Tras esto, Franz recondujo a las dos marines hasta punto donde se habían encontrado y les hizo un gesto con la mano para que esperasen un momento. Se metió en una sala que parecía una especie de trastienda y salió de ella con un paquete entre las manos. Lo soltó sobre el mostrador y lo abrió, sacando de él diversas prendas.

—Ten, creo que todo será de tu talla —aseguró mientras terminaba de sacar el conjunto del uniforme. Además de la camisa y los pantalones, sacó también un par de botas, un pañuelo azul y una gorra—. Los complementos no son obligatorios, pero tal vez haya alguno que te guste. ¿Dónde te has dejado hoy la gorra, Camille?

Carraspeó un poco y desvió la mirada, algo abochornada por lo inesperado de la pregunta.

—Digamos que el papeleo me hizo olvidarme de ella —explicó. Después sus ojos se posaron sobre Alexandra y el montón de cosas que Franz le había entregado. Le dedicó una pequeña sonrisa—. Parece que ya estás lista para todo lo que te echen.
#9


Mensajes en este tema
Primer día! - por Alexandra - 15-10-2024, 08:29 PM
RE: ¡Bienvenida a... la brigada de los bichos raros! - por Camille Montpellier - 08-11-2024, 10:46 PM

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