King Kazma
Shiromimi
03-08-2024, 11:02 PM
Una nube de humo es lo que recibiría al explorador solitario de la isla. Nada más abrir la puerta, una densa humareda blanca le alcanzó de lleno en la cara y comenzó a dispersarse por el techo del pasillo. Claramente era humo de tabaco, y transportaba con él un intenso olor a alcohol. Conforme el humo iba abandonando la habitación, los detalles se fueron haciendo cada vez más y más nítidos. Y no había lo que uno cabría esperar en el despacho de un oficial de la Marina. En lugar de estanterías, cuadros, títulos y otros reconocimientos había un camastro, un montón de botellas amontonadas, unas llenas de bebida y otras de cenizas. Había, no obstante, algo típico de un despacho. Una mesa de oficina grande con una silla tras ella.
En dicha silla estaba sentado un hombre con aspecto curioso. Su peinado era una mezcla de moño de anciana con corte tazón ruso. Un hombre fornido, de rasgos afilados y cejas puntiagudas que vestía un uniforme de la Marina y en cuya boca había un puro encendido. Claramente, la fuente del humo que inundaba la estancia. Le invitó a entrar con un gesto de la mano. No parecía ser agresivo, o al menos no aparentaba agresividad. – En diez años eres el primero que logra llegar hasta aquí. Los demás huían al poco asustados por mis trampas y mis perros. – Dijo, haciéndose notable la presencia de tres canes en la habitación, antes ocultos tras la cortina de humo. – Esta es mi isla, soy el único que sobrevivió a los piratas. Si el capitán no hubiera sido un cobarde… - Se lamentó, recomponiéndose y dando un puñetazo en la mesa. Los perros estaban bien adiestrados, pues ni siquiera se movieron ante el repentino ruido. – La gente valiente como tú merece una recompensa. Pero no hay nada de valor en esta isla salvo… Bueno, lo mismo da. Vuelve en un mes aproximadamente y te tendré preparada una pequeña prueba. Si la pasas, te daré un premio. La valentía y el poder deben ser premiados. Ahora vete. Súbete a tu pequeño bote y regresa por dónde viniste. Y no me hagas repetírtelo. – Tras esas últimas palabras, los perros comenzaron a gruñir, dando a entender que no iba a decirle que se fuera una segunda vez porque sus perros se encargarían de que no pudiera realizar ninguna función vital.
En dicha silla estaba sentado un hombre con aspecto curioso. Su peinado era una mezcla de moño de anciana con corte tazón ruso. Un hombre fornido, de rasgos afilados y cejas puntiagudas que vestía un uniforme de la Marina y en cuya boca había un puro encendido. Claramente, la fuente del humo que inundaba la estancia. Le invitó a entrar con un gesto de la mano. No parecía ser agresivo, o al menos no aparentaba agresividad. – En diez años eres el primero que logra llegar hasta aquí. Los demás huían al poco asustados por mis trampas y mis perros. – Dijo, haciéndose notable la presencia de tres canes en la habitación, antes ocultos tras la cortina de humo. – Esta es mi isla, soy el único que sobrevivió a los piratas. Si el capitán no hubiera sido un cobarde… - Se lamentó, recomponiéndose y dando un puñetazo en la mesa. Los perros estaban bien adiestrados, pues ni siquiera se movieron ante el repentino ruido. – La gente valiente como tú merece una recompensa. Pero no hay nada de valor en esta isla salvo… Bueno, lo mismo da. Vuelve en un mes aproximadamente y te tendré preparada una pequeña prueba. Si la pasas, te daré un premio. La valentía y el poder deben ser premiados. Ahora vete. Súbete a tu pequeño bote y regresa por dónde viniste. Y no me hagas repetírtelo. – Tras esas últimas palabras, los perros comenzaron a gruñir, dando a entender que no iba a decirle que se fuera una segunda vez porque sus perros se encargarían de que no pudiera realizar ninguna función vital.