Las heridas eran demasiado graves como para que un tratamiento rudimentario fuese eficiente para el primate. Auscultar al pequeño había revelado preocupantes síntomas, que pronto evolucionaron a algo que no dejó espacio alguno a duda: Hemoptisis, o tos con sangre, significaba que sus vías respiratorias ya empezaban a llenarse del líquido rojizo a suficientes niveles como para que el cuerpo empezara a exteriorizarlo con bruscas expectoraciones. Tal y como pintaban las cosas, mientras el animal se veía cada vez más descolorido y ausente de la vida que demostró hace unos momentos, el Lunarian quemaba una idea tras otra en su mente al analizar que eran completamente inútiles. No había opción: Si realmente quería aunque sea intentar salvar la vida del pequeño, debía regresar a toda prisa a la bahía y buscar una manera de hacerse con algún equipo -o improvisación de éste- que pudiera mejorar sus oportunidades de sobrevivir. Pero, ¿Qué en esta condenada isla podía...?
Su atención sobre sus propios pensamientos fue arrancada de golpe y redirigida cuando un chirrido estremecedor superó por completo el silencio que había rodeado al ambiente, colocándose por encima y asegurándose de que ningún mamífero en la zona fuese capaz de ignorarlo. ¿Qué narices había sido eso? Si había conseguido provocarle tanta molestia con un oído promedio, no quería ni imaginarse el caso para los mamíferos que tenían una mejor percepción auditiva. Y si eso no había sido suficiente para ponerle en un estado de alerta diferente -y vaya que sí había sido suficiente-, el repentino alboroto de los primates sanos invocaría cada pensamiento sin uso en su cabeza en un intento por descifrar lo que ocurría ahora mismo. ¿Se aproximaba algo acaso?
La entrada de tres siluetas desconocidas, observadas a la distancia, hizo que su cuerpo reaccionara mucho antes de lo que su mente pudo armar el rompecabezas; sus manos se colocaron en los mangos de su katana, sujetándolas con fuerza y desenfundando dos de ellas con rapidez. La espada derecha iría a parar entre sus dientes donde quedaría sujeta con fuerza, y la última en su funda ahora también sería liberada de su almacenamiento para pasar a empuñar las tres al mismo tiempo: la preferencia por excelencia del Santoryu. De un instante a otro, sus katanas se encontraban en espera de lidiar de frente con la amenaza al acecho.
Le costaba procesar el diseño de las criaturas que aparecieron de repente, muy diferentes a todo lo demás que había visto en sus travesías. Si fuese moderadamente mas escéptico, seguramente diría que algún biólogo demente se había puesto a cortar piezas de animales y cosido otras tantas en el cuerpo original para dar nacimiento a las quimeras de Frankenstein que tenía en frente. Pero estaba de más decir que había un detalle bastante claro: Eran una amenaza que no dudarían en clavar sus dientes a la primera oportunidad que tuvieron, tal y como demostraron al momento de abalanzarse contra el Lunarian y el monorámpago herido. — ¡Por favor aguanta, pequeño amigo...! — Murmuró para sí mismo, unas palabras dirigidas al primate en estado crítico que para este punto seguramente no le escucharía.
Eran criaturas veloces, no podía subestimarlas en lo absoluto, pero sus movimientos eran lo suficientemente predecibles como para seguirlos con su sentido de vista superior y dejar que su capacidad de predicción hiciese el resto. Su cuerpo consideró instintivamente evadirlos, los músculos en sus pies incluso sufrieron una imperceptible contracción involuntaria en preparación para el movimiento... Pero el monorámpago seguía detrás suyo. Moribundo, perdiendo cada gota de sangre por una hemorragia severa... Y aún vivo, con tan pocas posibilidades como le quedaran. Su forma de pensar jamás concebiría abandonar a una criatura en necesidad de ayuda hasta el último aliento de cualquiera de los dos, y por ello no se movió de la trayectoria de los alatiburnus en lo mas mínimo. Si la amenaza venía de frente, se encargaría de recibirlos de frente y repelerlos con tenacidad por donde vinieron.
Su llama Lunarian estalló a la vida súbitamente, preparándose para el combate que venía -literalmente- de frente. En un inicio y antes de que llegaran a él, el emplumado colocaría las dos espadas por detrás de su cabeza horizontalmente y en paralelo, preparando un movimiento semi-circular que, una vez lo ejecutara, provocaría un ráfaga de aire cortante avanzando en forma de espiral hacia los atacantes, buscando chocar contra su ofensiva y debilitarla, tal que luego pudiera rematar su mellado ataque conjunto. Una ofensiva que intentaba apuntar a zonas no vitales, tan solo restando cualquier fuerza con la que cargara el ataque e instándoles a retroceder si querían intentar atacar nuevamente.
Y una vez se acercaran lo suficiente -el que aún se abalanzaba, si las cosas transcurrían como lo preveía Alistair-, ahora extendería las katanas en sus manos hacia su propia izquierda, y arrojaría un corte horizontal de izquierda a derecha con sus tres armas al unísono, a modo de ataque concentrado que buscó chocar contra la dentadura del último escualo; un ataque bastante simple en naturaleza que buscaba causar una incomodidad mayor en la criatura, pero no llegar a dañarlo en lo mas mínimo, sirviendo sus ataques como una advertencia clara para los escualos de lo que el Lunarian era capaz. Buscaba apelar a los instintos de supervivencia de los atacantes, intentando que desistieran antes de verse obligado a algo mucho más drástico.
En caso de que los escualos tomaran distancia del emplumado tan pronto bloqueara sus ataques, las hojas de sus armas se extenderían hacia afuera como si de brazos abiertos se tratase, buscando salvaguardar al pequeño a sus espaldas, además de cubrir el mayor área posible ante un ataque repentino. Sus ojos danzaban, repartiéndose equitativamente entre cada uno de los escualos, encargándose de no perder de vista a ninguno por más de un parpadeo. Si realmente insistían a pesar de todo... Tendría que plantearse abandonar la ruta pacífica y lidiar con el problema en sus manos.
Su atención sobre sus propios pensamientos fue arrancada de golpe y redirigida cuando un chirrido estremecedor superó por completo el silencio que había rodeado al ambiente, colocándose por encima y asegurándose de que ningún mamífero en la zona fuese capaz de ignorarlo. ¿Qué narices había sido eso? Si había conseguido provocarle tanta molestia con un oído promedio, no quería ni imaginarse el caso para los mamíferos que tenían una mejor percepción auditiva. Y si eso no había sido suficiente para ponerle en un estado de alerta diferente -y vaya que sí había sido suficiente-, el repentino alboroto de los primates sanos invocaría cada pensamiento sin uso en su cabeza en un intento por descifrar lo que ocurría ahora mismo. ¿Se aproximaba algo acaso?
La entrada de tres siluetas desconocidas, observadas a la distancia, hizo que su cuerpo reaccionara mucho antes de lo que su mente pudo armar el rompecabezas; sus manos se colocaron en los mangos de su katana, sujetándolas con fuerza y desenfundando dos de ellas con rapidez. La espada derecha iría a parar entre sus dientes donde quedaría sujeta con fuerza, y la última en su funda ahora también sería liberada de su almacenamiento para pasar a empuñar las tres al mismo tiempo: la preferencia por excelencia del Santoryu. De un instante a otro, sus katanas se encontraban en espera de lidiar de frente con la amenaza al acecho.
Le costaba procesar el diseño de las criaturas que aparecieron de repente, muy diferentes a todo lo demás que había visto en sus travesías. Si fuese moderadamente mas escéptico, seguramente diría que algún biólogo demente se había puesto a cortar piezas de animales y cosido otras tantas en el cuerpo original para dar nacimiento a las quimeras de Frankenstein que tenía en frente. Pero estaba de más decir que había un detalle bastante claro: Eran una amenaza que no dudarían en clavar sus dientes a la primera oportunidad que tuvieron, tal y como demostraron al momento de abalanzarse contra el Lunarian y el monorámpago herido. — ¡Por favor aguanta, pequeño amigo...! — Murmuró para sí mismo, unas palabras dirigidas al primate en estado crítico que para este punto seguramente no le escucharía.
Eran criaturas veloces, no podía subestimarlas en lo absoluto, pero sus movimientos eran lo suficientemente predecibles como para seguirlos con su sentido de vista superior y dejar que su capacidad de predicción hiciese el resto. Su cuerpo consideró instintivamente evadirlos, los músculos en sus pies incluso sufrieron una imperceptible contracción involuntaria en preparación para el movimiento... Pero el monorámpago seguía detrás suyo. Moribundo, perdiendo cada gota de sangre por una hemorragia severa... Y aún vivo, con tan pocas posibilidades como le quedaran. Su forma de pensar jamás concebiría abandonar a una criatura en necesidad de ayuda hasta el último aliento de cualquiera de los dos, y por ello no se movió de la trayectoria de los alatiburnus en lo mas mínimo. Si la amenaza venía de frente, se encargaría de recibirlos de frente y repelerlos con tenacidad por donde vinieron.
Su llama Lunarian estalló a la vida súbitamente, preparándose para el combate que venía -literalmente- de frente. En un inicio y antes de que llegaran a él, el emplumado colocaría las dos espadas por detrás de su cabeza horizontalmente y en paralelo, preparando un movimiento semi-circular que, una vez lo ejecutara, provocaría un ráfaga de aire cortante avanzando en forma de espiral hacia los atacantes, buscando chocar contra su ofensiva y debilitarla, tal que luego pudiera rematar su mellado ataque conjunto. Una ofensiva que intentaba apuntar a zonas no vitales, tan solo restando cualquier fuerza con la que cargara el ataque e instándoles a retroceder si querían intentar atacar nuevamente.
san401
SANTORYU
Ofensiva Activa
Tier 4
No Aprendida
48
2
Empuñando con fuerza sus tres espadas, el usuario trazara un poderoso golpe circular con todas ellas liberando una rafaga de aire a presión ondulante que avanzara dando tirabuzones hasta un alcance de 20 metros, golpeando a todos los objetivos en el camino. Ittōryū: El tamaño del tajo será de unos 40 cm. Viajará a +5 [Tasa de Acierto]. Nitōryū: El tamaño del tajo será de unos 80cm. Contará con 5 metros más de alcance, causará una [Hemorragia leve] y su multiplicador aumentara [+0,2], Santōryū: El tamaño del tajo será de 160cm. Contará con 10 metros más de alcance y su multiplicador aumentara [+0,4],
Golpe Básico + [FUEx2,6] de [Daño cortante]
Y una vez se acercaran lo suficiente -el que aún se abalanzaba, si las cosas transcurrían como lo preveía Alistair-, ahora extendería las katanas en sus manos hacia su propia izquierda, y arrojaría un corte horizontal de izquierda a derecha con sus tres armas al unísono, a modo de ataque concentrado que buscó chocar contra la dentadura del último escualo; un ataque bastante simple en naturaleza que buscaba causar una incomodidad mayor en la criatura, pero no llegar a dañarlo en lo mas mínimo, sirviendo sus ataques como una advertencia clara para los escualos de lo que el Lunarian era capaz. Buscaba apelar a los instintos de supervivencia de los atacantes, intentando que desistieran antes de verse obligado a algo mucho más drástico.
En caso de que los escualos tomaran distancia del emplumado tan pronto bloqueara sus ataques, las hojas de sus armas se extenderían hacia afuera como si de brazos abiertos se tratase, buscando salvaguardar al pequeño a sus espaldas, además de cubrir el mayor área posible ante un ataque repentino. Sus ojos danzaban, repartiéndose equitativamente entre cada uno de los escualos, encargándose de no perder de vista a ninguno por más de un parpadeo. Si realmente insistían a pesar de todo... Tendría que plantearse abandonar la ruta pacífica y lidiar con el problema en sus manos.