Alexandra
Alex
09-11-2024, 02:17 PM
Aquella daga no pesaba casi nada, la sentía ligera entre sus manos. No era gran cosa, había visto muchas de esas en tiendas pero notaba como se ajustaba perfectamente a su agarre, si, era perfecta. Alexandra le dio las gracias a Franz y le siguió hasta el punto de encuentro.
— ¿Héroes de Kilombo? — Preguntó aprovechando los minutos en los que se quedaron a solas — Si llego a saber que estoy delante de una heroína habría sido más formal...
No se le había pasado por alto el sobrenombre por el cual el armero había llamado a Camille y había estado deseando preguntárselo desde entonces. Quizás no fuera de su incumbencia pero no podía evitar que le picara la curiosidad. ¿Cuál sería la hazaña por la que le habían dado ese sobrenombre? ¿Lo lograría ella algún día? Ojala que sí. Además que una heroína le hubiera alabado hacía que se le hinchara el pecho de orgullo.
—¡Muchas gracias, Franz! — Dijo cuando este le ofreció su uniforme al cabo de unos minutos — Ha sido un placer.
— Lo mismo digo, Alexandra, espero volverte a ver pronto.
La Hafugyo hizo un saludo militar —mejor que el primero que había realizado minutos antes — y se dirigió hacía el vestidor que le había señalado antes Camille. No pudo evitar fijarse en que los reclutas que pasaban a su lado saludaban formalmente a la Oni y esta, aunque les respondía, parecía un poco incomoda por la situación.
— ¿Hace mucho que estas en la Marina? — Si iban a ser compañeras de brigada quizás le vendría bien conocer sus gustos, a lo mejor incluso podrían llegar a ser amigas.
—¿Cual es tu comida favorita? — Su abuelo le dijo una vez que la mejor manera de complacer a un hombre era por su estomago. Camille no era un hombre pero quizás podía invitarle a una cena algún día. Cuando volviera a tener dinero, claro.
Iba a decirle que a ella le encantaba el helado de chocolate con menta cuando se dio cuenta de ya habían llegado a los vestuarios. Alexandra entró por la puerta, aunque al cabo de unos segundos asomó la cabecita.
— Ah... Antes de que se me olvide— la Hafugyo sonrió de oreja a oreja, enseñando sus afilados dientes y cerrando los ojos en el proceso — ¡Gracias por todo, Cami!
Quizás se había pasado de casual. Pero había visto a la Oni interactuar con Franz y la cercanía que habían mostrado no le había dado la sensación de que fuera una persona que le molestara la cercanía. Aunque seguía siendo su superior... Bueno, es algo a lo que tendría que enfrentarse más adelante. De momento, en la soledad de aquel cuarto Alexandra se cambió. Una vez se hubo puesto nuevo uniforme de marine se miró unos segundos al espejo. Su abuelo estaría orgulloso. La verdad es que el armero había acertado con la talla, le iba como un guante y además, era bastante cómodo. Le permitía moverse con agilidad sin miedo a que se rompiera.
Alex estaba haciendo unas sentadillas comprobando cuán de elásticos eran los pantalones cuando una figura emergió de entre las duchas. No había escuchado el agua correr así que supuso que cuando ella había entrado ya habría acabado de asearse. Pero eso no era lo que le preocupaba a la chica, sino que delante suyo se encontraba, ni más ni menos, que el chico que le había guiado hasta la oficina de Camille — Franz si mal no recordaba— tal y como dios lo trajo al mundo. Alex ahogo un grito y se disculpó precipitadamente mientras salía corriendo de los vestuarios. Probablemente roja como un tomate puesto que era la primera persona en pelota picada que había visto en su vida.
Quizás los Marines eran nudistas. No lo sabría, no había visto la reacción del chaval.
— ¿Héroes de Kilombo? — Preguntó aprovechando los minutos en los que se quedaron a solas — Si llego a saber que estoy delante de una heroína habría sido más formal...
No se le había pasado por alto el sobrenombre por el cual el armero había llamado a Camille y había estado deseando preguntárselo desde entonces. Quizás no fuera de su incumbencia pero no podía evitar que le picara la curiosidad. ¿Cuál sería la hazaña por la que le habían dado ese sobrenombre? ¿Lo lograría ella algún día? Ojala que sí. Además que una heroína le hubiera alabado hacía que se le hinchara el pecho de orgullo.
—¡Muchas gracias, Franz! — Dijo cuando este le ofreció su uniforme al cabo de unos minutos — Ha sido un placer.
— Lo mismo digo, Alexandra, espero volverte a ver pronto.
La Hafugyo hizo un saludo militar —mejor que el primero que había realizado minutos antes — y se dirigió hacía el vestidor que le había señalado antes Camille. No pudo evitar fijarse en que los reclutas que pasaban a su lado saludaban formalmente a la Oni y esta, aunque les respondía, parecía un poco incomoda por la situación.
— ¿Hace mucho que estas en la Marina? — Si iban a ser compañeras de brigada quizás le vendría bien conocer sus gustos, a lo mejor incluso podrían llegar a ser amigas.
—¿Cual es tu comida favorita? — Su abuelo le dijo una vez que la mejor manera de complacer a un hombre era por su estomago. Camille no era un hombre pero quizás podía invitarle a una cena algún día. Cuando volviera a tener dinero, claro.
Iba a decirle que a ella le encantaba el helado de chocolate con menta cuando se dio cuenta de ya habían llegado a los vestuarios. Alexandra entró por la puerta, aunque al cabo de unos segundos asomó la cabecita.
— Ah... Antes de que se me olvide— la Hafugyo sonrió de oreja a oreja, enseñando sus afilados dientes y cerrando los ojos en el proceso — ¡Gracias por todo, Cami!
Quizás se había pasado de casual. Pero había visto a la Oni interactuar con Franz y la cercanía que habían mostrado no le había dado la sensación de que fuera una persona que le molestara la cercanía. Aunque seguía siendo su superior... Bueno, es algo a lo que tendría que enfrentarse más adelante. De momento, en la soledad de aquel cuarto Alexandra se cambió. Una vez se hubo puesto nuevo uniforme de marine se miró unos segundos al espejo. Su abuelo estaría orgulloso. La verdad es que el armero había acertado con la talla, le iba como un guante y además, era bastante cómodo. Le permitía moverse con agilidad sin miedo a que se rompiera.
Alex estaba haciendo unas sentadillas comprobando cuán de elásticos eran los pantalones cuando una figura emergió de entre las duchas. No había escuchado el agua correr así que supuso que cuando ella había entrado ya habría acabado de asearse. Pero eso no era lo que le preocupaba a la chica, sino que delante suyo se encontraba, ni más ni menos, que el chico que le había guiado hasta la oficina de Camille — Franz si mal no recordaba— tal y como dios lo trajo al mundo. Alex ahogo un grito y se disculpó precipitadamente mientras salía corriendo de los vestuarios. Probablemente roja como un tomate puesto que era la primera persona en pelota picada que había visto en su vida.
Quizás los Marines eran nudistas. No lo sabría, no había visto la reacción del chaval.