Airgid Vanaidiam
Metalhead
09-11-2024, 04:11 PM
Era cuestión de tiempo que alguno de los dos hiciera aquella pregunta, que no solo hacía referencia a un cambio de localización, sino que también insinuaba... dar un paso más allá. Airgid, a pesar de lo que pudiera parecer por fuera, era una mujer que cuidaba mucho con quién avanzaba y con quién no, esforzándose primero en conocer a esa persona, en cercionarse de que realmente merece la pena. Y en una situación normal, esperaría un poco más de tiempo antes de dar aquel paso con él. Pero es que él no era cualquier hombre. Era el enmascarado de Dawn, el hombre que la salvó, al que tanto tiempo se pasó buscando. Él le hizo robar aquel libro y aprenderse cada una de las palabras de su interior, con la esperanza de quizás encontrarle algún día y poder comunicarse con él. Cuando estaban juntos la conexión era tan grande, tan magnética, y no solo en lo referente a la atracción física, es que Airgid sentía que le conocía de toda la vida. Así que cuando formuló aquella pregunta, estaba nerviosa, sí, pero segura. Convencida.
Lo que no se esperó fue la reacción de Ragnheidr, mostrándose también ligeramente nervioso. ¿Quizás esto también era un paso importante para él? La rubia sonrió divertida, viendo cómo carraspeaba sin saber qué decir. Estaba claro que había entendido el mensaje, había sutilezas que incluso traspasaban esa barrera del lenguaje. Aunque era cierto que Ragn se mostraba cada vez más suelto al hablar. Durante un instante, simplemente se miraron a los ojos, como si con aquella simple mirada pudieran comunicarse sin necesidad de palabras. La expectación no duró demasiado, rápidamente Ragn asintió firmemente con la cabeza y la tomó entre sus brazos, levantándola de la mesa y poniendo rumbo hacia las afueras de la cocina. Sus palabras provocaron que la rubia se mordiera ligeramente la lengua, ya no solo eran nervios lo que sentía, sino unas tremendas ganas que solo aumentaban al ver cómo el momento se acercaba cada vez más.
Unas ganas que les empujó rápidamente a volver a devorarse el uno al otro, convirtiendo la búsqueda de la habitación correcta en una tarea mucho más complicada para Ragn. Pero era como si fueran incapaces de parar. Airgid se aferraba al cuerpo de Ragnheidr como si quisiera fundirse con él, colando una de sus manos por aquella camiseta de tirantes negra que llevaba, aguantando el impulso por rompérsela ahí mismo mientras la otra rodeaba su cuello, entrelazándole con los mechones de su pelo. Mira que Ragn no tardó mucho en encontrar una habitación, igualmente a Airgid la espera se le hizo eterna. Hasta que por fin abrió una puerta, haciéndose paso a través del umbral con la confianza de quién entraba a su propia casa. Airgid no se fijó demasiado en nada de la habitación, solo en la cama en la que Ragn la había dejado. Era grande para ella, aunque un poco pequeña para Ragn. Pero esos detalles no importaban, realmente la cama daba igual, solo necesitaban un poco de intimidad.
Ragn se vanaglorió de su propio triunfo, soltando una gran risa que rápidamente se le contagió a la rubia. — Has tenido buen ojo, sí, me encanta la cama. — Respondió, divertida, botando un poco sobre el colchón para probar la dureza de los muelles. Momento que no duró demasiado, pues Ragn enseguida recortó distancias una vez más, inclinándose sobre ella. Era curioso cómo el ambiente entre ellos cambiaba de una manera tan natural y divertida. Ragn tenía esa magia, tan pronto la hacía reír como la ponía caliente como un puto horno de forja. Airgid se encontraba a punto de sacarse el top cuando el estruendoso sonido de la puerta al volver a abrirse la frenó en seco. La mujer se ruborizó ante tal pillada, no por alguien cualquiera, sino por uno de los líderes de la cocina. Pues sí que había tenido buen ojo el vikingo, sí. La respuesta de Ragn obligó a Airgid a morderse el labio con tal de no soltar una carcajada, aunque el sonidito que hizo ya podría considerarse una risa, la verdad. La tomó en brazos de nuevo, y tan rápido como habían llegado, se marcharon. — ¡Limpieza completada, chef! — Gritó ella antes de que la puerta se cerrase de nuevo, con una sonrisa que no se molestó en ocultar y dejando por fin salir la risa que se estaba aguantando mientras Ragn la cargaba de un lado para otro.
Subieron por unas escaleras, donde se encontraban, ahora sí, las habitaciones disponibles para los clientes y no las del personal del Baratie. Las que estaban ocupadas parecían estar todas indicadas, con un papelito colgando del pomo. En teoría, habían llegado a la parte fácil, en teoría... Airgid ya no le besaba, no en los labios, había continuado bajando y ahora se entretenía con su cuello, jugando con el pobre vikingo mientras este intentaba encontrar alguna habitación. Ella estaba encantada, agarrándole con fuerza, pero besándole con suavidad. Había ganas, sí, y pasión, pero también cariño, amor. — Cualquier lugar con una puerta me vale, ¿sabes?... — Susurró la rubia con cierta impaciencia pero soltando una risilla. Se lo estaba pasando bien, divirtiéndose y disfrutando de cada segundo que podía degustar aquel enorme y musculoso cuello. Aún tenían mucha noche por delante, y Airgid quería conocer cada centímetro de ese cuerpo propio de un dios de la guerra.
Lo que no se esperó fue la reacción de Ragnheidr, mostrándose también ligeramente nervioso. ¿Quizás esto también era un paso importante para él? La rubia sonrió divertida, viendo cómo carraspeaba sin saber qué decir. Estaba claro que había entendido el mensaje, había sutilezas que incluso traspasaban esa barrera del lenguaje. Aunque era cierto que Ragn se mostraba cada vez más suelto al hablar. Durante un instante, simplemente se miraron a los ojos, como si con aquella simple mirada pudieran comunicarse sin necesidad de palabras. La expectación no duró demasiado, rápidamente Ragn asintió firmemente con la cabeza y la tomó entre sus brazos, levantándola de la mesa y poniendo rumbo hacia las afueras de la cocina. Sus palabras provocaron que la rubia se mordiera ligeramente la lengua, ya no solo eran nervios lo que sentía, sino unas tremendas ganas que solo aumentaban al ver cómo el momento se acercaba cada vez más.
Unas ganas que les empujó rápidamente a volver a devorarse el uno al otro, convirtiendo la búsqueda de la habitación correcta en una tarea mucho más complicada para Ragn. Pero era como si fueran incapaces de parar. Airgid se aferraba al cuerpo de Ragnheidr como si quisiera fundirse con él, colando una de sus manos por aquella camiseta de tirantes negra que llevaba, aguantando el impulso por rompérsela ahí mismo mientras la otra rodeaba su cuello, entrelazándole con los mechones de su pelo. Mira que Ragn no tardó mucho en encontrar una habitación, igualmente a Airgid la espera se le hizo eterna. Hasta que por fin abrió una puerta, haciéndose paso a través del umbral con la confianza de quién entraba a su propia casa. Airgid no se fijó demasiado en nada de la habitación, solo en la cama en la que Ragn la había dejado. Era grande para ella, aunque un poco pequeña para Ragn. Pero esos detalles no importaban, realmente la cama daba igual, solo necesitaban un poco de intimidad.
Ragn se vanaglorió de su propio triunfo, soltando una gran risa que rápidamente se le contagió a la rubia. — Has tenido buen ojo, sí, me encanta la cama. — Respondió, divertida, botando un poco sobre el colchón para probar la dureza de los muelles. Momento que no duró demasiado, pues Ragn enseguida recortó distancias una vez más, inclinándose sobre ella. Era curioso cómo el ambiente entre ellos cambiaba de una manera tan natural y divertida. Ragn tenía esa magia, tan pronto la hacía reír como la ponía caliente como un puto horno de forja. Airgid se encontraba a punto de sacarse el top cuando el estruendoso sonido de la puerta al volver a abrirse la frenó en seco. La mujer se ruborizó ante tal pillada, no por alguien cualquiera, sino por uno de los líderes de la cocina. Pues sí que había tenido buen ojo el vikingo, sí. La respuesta de Ragn obligó a Airgid a morderse el labio con tal de no soltar una carcajada, aunque el sonidito que hizo ya podría considerarse una risa, la verdad. La tomó en brazos de nuevo, y tan rápido como habían llegado, se marcharon. — ¡Limpieza completada, chef! — Gritó ella antes de que la puerta se cerrase de nuevo, con una sonrisa que no se molestó en ocultar y dejando por fin salir la risa que se estaba aguantando mientras Ragn la cargaba de un lado para otro.
Subieron por unas escaleras, donde se encontraban, ahora sí, las habitaciones disponibles para los clientes y no las del personal del Baratie. Las que estaban ocupadas parecían estar todas indicadas, con un papelito colgando del pomo. En teoría, habían llegado a la parte fácil, en teoría... Airgid ya no le besaba, no en los labios, había continuado bajando y ahora se entretenía con su cuello, jugando con el pobre vikingo mientras este intentaba encontrar alguna habitación. Ella estaba encantada, agarrándole con fuerza, pero besándole con suavidad. Había ganas, sí, y pasión, pero también cariño, amor. — Cualquier lugar con una puerta me vale, ¿sabes?... — Susurró la rubia con cierta impaciencia pero soltando una risilla. Se lo estaba pasando bien, divirtiéndose y disfrutando de cada segundo que podía degustar aquel enorme y musculoso cuello. Aún tenían mucha noche por delante, y Airgid quería conocer cada centímetro de ese cuerpo propio de un dios de la guerra.