Dharkel
-
09-11-2024, 05:08 PM
Como Dharkel había sospechado aquellos dos traficantes de esclavos aún portaban sus armas, algunas de ellas en lugares insospechados, haciéndoles enemigos potencialmente peligrosos en caso de despertar. Con un leve asentimiento de cabeza se reafirmó a sí mismo y a la idea de haber decido asegurar y registrar a esos monstruos disfrazados de personas. La ceniza del cigarro que se encontraba posado entre los labios del espadachín y, aún encendido, cayó por voluntad propia.
Mientras terminaba de inspeccionar las pertenencias del que parecía ser uno de los cabecillas de la trata de personas notó algo ligeramente abultado en uno de sus bolsillos que no tardó en comenzar a vibrar y a emitir un sonido que le resultaba altamente familiar, aunque con notables diferencias en el noto. Hizo un amago de retroceder de un respingo ante el inesperado y ruidoso sonido y extrajo el artefacto, revelando un den den mushi con un elegante traje blanco.
Levantó y giró la cabeza hacia sus compañeros, buscando consejo o aceptación en sus miradas. Observó como éstos con una brutalidad digna del odio que estaba asentado en sus corazones habían puesto final a la contienda. El sonido del misterioso caracol imperaba ahora, rompiendo la silenciosa escena con el eco que resonaba en la distancia. Dharkel tragó saliva, se aclaró la garganta e intentando imitar la voz que había escuchado previamente y con una falsa confianza en lo que estaba a punto de hacer, descolgó la llamada.
- Todo en orden. Mercancía asegurada y esperando indicaciones para llevarla al destino.
El espadachín sintió como algo en su interior se rompió al referirse a los niños como mercancía, dudando bastante de lo que acababa de hacer. Tenía intención de averiguar el lugar de la subasta o el refugio de los esclavistas pues no habían podido obtener nada de información debido al temerario e irresponsable asalto del que él mismo había sido partícipe, compartiendo la culpa con sus compañeros. Sopesó previamente la idea de simplemente ignorar el den den mushi, pero siguiendo sus instintos y pensando en que no prestar atención a la llamada podría llegar a levantar más alertas, procedió. Y aunque no sabía si la jugada le saldría bien, al menos tendrían una oportunidad.
Independientemente del resultado que tuviese aquella conversación con un agente desconocido, terminaría de rebuscar entre las ropas de los esclavistas, con cuidado de no dejarse nada. Cualquier pista que pudiese obtener, por pequeña que fuese o pareciese, sería mejor lo que ya tenían: nada.
Mientras terminaba de inspeccionar las pertenencias del que parecía ser uno de los cabecillas de la trata de personas notó algo ligeramente abultado en uno de sus bolsillos que no tardó en comenzar a vibrar y a emitir un sonido que le resultaba altamente familiar, aunque con notables diferencias en el noto. Hizo un amago de retroceder de un respingo ante el inesperado y ruidoso sonido y extrajo el artefacto, revelando un den den mushi con un elegante traje blanco.
Levantó y giró la cabeza hacia sus compañeros, buscando consejo o aceptación en sus miradas. Observó como éstos con una brutalidad digna del odio que estaba asentado en sus corazones habían puesto final a la contienda. El sonido del misterioso caracol imperaba ahora, rompiendo la silenciosa escena con el eco que resonaba en la distancia. Dharkel tragó saliva, se aclaró la garganta e intentando imitar la voz que había escuchado previamente y con una falsa confianza en lo que estaba a punto de hacer, descolgó la llamada.
- Todo en orden. Mercancía asegurada y esperando indicaciones para llevarla al destino.
El espadachín sintió como algo en su interior se rompió al referirse a los niños como mercancía, dudando bastante de lo que acababa de hacer. Tenía intención de averiguar el lugar de la subasta o el refugio de los esclavistas pues no habían podido obtener nada de información debido al temerario e irresponsable asalto del que él mismo había sido partícipe, compartiendo la culpa con sus compañeros. Sopesó previamente la idea de simplemente ignorar el den den mushi, pero siguiendo sus instintos y pensando en que no prestar atención a la llamada podría llegar a levantar más alertas, procedió. Y aunque no sabía si la jugada le saldría bien, al menos tendrían una oportunidad.
Independientemente del resultado que tuviese aquella conversación con un agente desconocido, terminaría de rebuscar entre las ropas de los esclavistas, con cuidado de no dejarse nada. Cualquier pista que pudiese obtener, por pequeña que fuese o pareciese, sería mejor lo que ya tenían: nada.