Octojin
El terror blanco
09-11-2024, 08:31 PM
(Última modificación: 09-11-2024, 08:58 PM por Octojin.
Razón: Añadir hemorragia
)
Reaccionas en el último segundo, aprovechando la alerta que la tensión del combate ha dejado en tus sentidos. El primer golpe, dirigido a tu estómago, lo desvías con un movimiento ágil de tu cola y el peso de tu cuerpo; logras absorber el impacto sin sentir demasiado dolor, aunque el aire se escapa de tus pulmones en un jadeo corto. Sin embargo, el segundo golpe no te da tiempo a responder. Apenas has tenido un respiro, y el segundo tipo se lanza hacia ti con la misma brutalidad. Esta vez no logras esquivarlo del todo, y su puño te impacta en el costado con fuerza. Sientes un dolor punzante, que te hace soltar un gemido involuntario y morderte el labio para contener un grito. La embestida es contundente, y te tambaleas por un instante, esforzándote por mantenerte erguida mientras tratas de controlar el ardor en tu costado.
Tu ataque, sin embargo, ha conseguido lanzar hacia atrás al tipo al que iba dirigido, que ha intentado contrarrestarlo pero no le ha dado tiempo. Aún así no tienes mucho tiempo para reflexionar. El aire se vuelve denso y silencioso por un momento. Los dos tipos también parecen agotados, respirando con dificultad mientras te observan, como si evaluaran cuánto más podrás resistir. El primero de ellos jadea ruidosamente, mientras el segundo adopta una postura defensiva, claramente intentando recuperar el aliento y prepararse para cualquier reacción de tu parte.
Y entonces, en mitad del combate, se hace el silencio. Uno que solo es interrumpido por la voz del viejo, que está hablando por Den Den Mushi con un tono cargado de un desdén implacable que hace que cada palabra te cale en lo profundo.
— A sus órdenes, señor Shaitán. Me pongo manos a la obra —y tras ello cuelga, y se dispone a marcharse, dejándote allí sola con esos dos tipos.
“¿Shaitán?” Esa palabra te paraliza por un instante. No sabes si has escuchado bien, pero el nombre se repite en tu mente como un eco inquietante. ¿Es ese el nombre del “jefe” del que hablaban? A mi no me suena mucho, la verdad, pero me da que a ti te puede sonar algo más. Sea quien sea, el modo en que el viejo lo menciona hace que sientas un escalofrío. Te invade un recuerdo oscuro, una sensación que te trae de vuelta a un pasado que preferirías olvidar. La posibilidad de que estén hablando de él, de ese infame conocido en el bajo mundo, te revoluciona la sangre. La idea de que alguien como Shaitán tenga algo que ver contigo solo refuerza tu determinación de luchar.
Al mismo tiempo, notas que el agua que usaste en el ataque anterior ha empapado gran parte de la habitación. Quizá esto juegue a tu favor. El ambiente parece ligeramente inestable para los humanos. Y ello se hace más evidente cuando el único humano que va a lanzarte una ofensiva, casi se resbala antes de intentar golpearte la cola con una potente patada.
No puedes permitirte detenerte ahora. Sientes la urgencia de resistir, de protegerte de esos hombres que pretenden reducirte a una simple “mercancía”. Aún bajo el dolor, te plantas con firmeza y los enfrentas, tus ojos están cargados de una determinación feroz.
Tras tu pregunta sobre par quién trabajan, los tipos intercambian una mirada rápida, y aunque su postura no cambia, detectas una chispa de duda en sus rostros. Parece que no se dejan intimidar.
Tu ataque, sin embargo, ha conseguido lanzar hacia atrás al tipo al que iba dirigido, que ha intentado contrarrestarlo pero no le ha dado tiempo. Aún así no tienes mucho tiempo para reflexionar. El aire se vuelve denso y silencioso por un momento. Los dos tipos también parecen agotados, respirando con dificultad mientras te observan, como si evaluaran cuánto más podrás resistir. El primero de ellos jadea ruidosamente, mientras el segundo adopta una postura defensiva, claramente intentando recuperar el aliento y prepararse para cualquier reacción de tu parte.
Y entonces, en mitad del combate, se hace el silencio. Uno que solo es interrumpido por la voz del viejo, que está hablando por Den Den Mushi con un tono cargado de un desdén implacable que hace que cada palabra te cale en lo profundo.
— A sus órdenes, señor Shaitán. Me pongo manos a la obra —y tras ello cuelga, y se dispone a marcharse, dejándote allí sola con esos dos tipos.
“¿Shaitán?” Esa palabra te paraliza por un instante. No sabes si has escuchado bien, pero el nombre se repite en tu mente como un eco inquietante. ¿Es ese el nombre del “jefe” del que hablaban? A mi no me suena mucho, la verdad, pero me da que a ti te puede sonar algo más. Sea quien sea, el modo en que el viejo lo menciona hace que sientas un escalofrío. Te invade un recuerdo oscuro, una sensación que te trae de vuelta a un pasado que preferirías olvidar. La posibilidad de que estén hablando de él, de ese infame conocido en el bajo mundo, te revoluciona la sangre. La idea de que alguien como Shaitán tenga algo que ver contigo solo refuerza tu determinación de luchar.
Al mismo tiempo, notas que el agua que usaste en el ataque anterior ha empapado gran parte de la habitación. Quizá esto juegue a tu favor. El ambiente parece ligeramente inestable para los humanos. Y ello se hace más evidente cuando el único humano que va a lanzarte una ofensiva, casi se resbala antes de intentar golpearte la cola con una potente patada.
No puedes permitirte detenerte ahora. Sientes la urgencia de resistir, de protegerte de esos hombres que pretenden reducirte a una simple “mercancía”. Aún bajo el dolor, te plantas con firmeza y los enfrentas, tus ojos están cargados de una determinación feroz.
Tras tu pregunta sobre par quién trabajan, los tipos intercambian una mirada rápida, y aunque su postura no cambia, detectas una chispa de duda en sus rostros. Parece que no se dejan intimidar.