Alistair
Mochuelo
10-11-2024, 09:59 AM
Aunque no reparó en el achuchón o el posterior tacto al remover los cabellos de la frente del emplumado, no eran gestos que habían pasado desapercibidos; era inusual ver a la sirena haciendo uso y gozo de tales cercanías que, en el pasado, la mirada femenina reflejaba con claridad prístina cuán difíciles eran para ella, lo cual llenó a Alistair de un sentimiento cálido y alegre, algo que no se reflejaba en su sonrisa solo porque ensancharla más haría que se le saliera de las proporciones físicamente concebibles de su cara. Fuese lo anterior por la cercanía que tenía con él, o porque algo bueno había ocurrido en el camino -en un instante o a lo largo de la franja de tiempo-, lo único que le importaba era ver que la chica ya no parecía cargar consigo la incomodidad de intimidad fraternal hacia alguien más. O, en su defecto, había ganado la suficiente fuerza como para no permitir que le afectara ni impedirle hacerlo.
— Quería que buscaras a los revolucionarios por ti misma. Aunque me hubiese encantado contártelo, me preocupaba enviar a alguien a terrenos peligrosos sin saber que estaría listo para lo que pudiera venírsele encima. — En ese momento desconocía los límites de la fuerza de la sirena. Si podía llevarse a un ejército consigo o caería ante el primer peón que se cruzara, no se lo perdonaría si presentaba a alguien una imagen maravillosa que acabarían llevándolos a una prematura muerte. Al menos esos eran los pensamientos que pasaban por la mente del emplumado. — Creo que ya has visto mejor que nadie: La libertad puede intentarse con diálogos y promesas, pero más veces de las que no, el enfrentamiento es necesario para destronar a los déspotas que le quitarían la comida a tres familias solo para poder comer el triple por una noche. — Y aunque no lo admitiría en su vida, también era porque tenía un deje culpable de gusto por lo dramático de tanto en tanto. ¿Qué era mas dramático que una reunión de dos personas que consiguieron congeniar como hermanos separados al nacer?
— Ellos estarán bien a partir de ahora, estoy seguro de ello. Estando entre el pueblo cuando se alzó para pelear junto a nosotros, te aseguro que son gente con una fuerza de corazón que no te la creerías aunque te contara. Muchos estaban dispuestos a dejarse la vida solo para que sus hijos tuvieran un mejor amanecer. Por suerte, creo que nadie ha salido tan herido como para que algunos cuidados y algunas semanas en cama no sean viables como soluciones. — Comentó, alegre al rememorarlo. En el momento de la guerra, el pueblo mostró sus verdaderos colores. Y lo que pudo ver en ellos fue un arcoíris, una bellísima mezcla que se componía de tales colores tan hermosos que hechizarían hasta a las mentes más endurecidas. Había aprendido sobre resiliencia de una fuente increíblemente fiel al concepto.
Cuando la sirena le devolvió la pregunta, soltó una risilla un poco nerviosa; a veces preguntaba tanto por los demás que se olvidaba de hacerse las mismas preguntas a sí mismo, una realidad que le recordó el escozor en su hombro de un balazo que le rozó durante el asalto a la presa. Nada serio, pues todo el músculo se encontraba prácticamente intacto, pero la sensación de quemazón era algo que no se iría sino días después de que la herida desapareciera del todo. — ¡Enterísimo! Nada que no se solucione con un poco de agua tibia y un poco de descanso. — Contestó enérgico, sin elaborar mucho al respecto. Por suerte, los movimientos excéntricos que el Lunarian a veces hacía al moverse y su falta de queja en muecas faciales le indicarían que no se trataba de nada serio. Gajes del oficio, dirían por ahí. No es que no le importase, solo no quería que ella se preocupara por algo que sanaría tan rápido como un corte con un cuchillo de cocina.
Su sonrisa morfó en su característica carcajada tras anunciar que, efectivamente, aún recordaba ese fragmento de la conversación que habían tenido. Y por supuesto, todo lo que le antecedía y procedía. No era una conversación de todos los días en lo absoluto, y con lo bien que se lo había pasado ese día, estaba quemada a fuego en su psique. — ¡Por supuesto que me acuerdo! Tengo varias cosas nuevas que puedo enseñarte, y como ahora sí que llevo todo mi equipo conmigo, puedo mostrarte toda clase de locuras para que puedas conocer con tus propios ojos. ¡De hecho, tengo una muestra entera y en buena salud de la planta que te comenté esa última vez! — Una condición que, de hecho, era sorprendentemente difícil de replicar al tratarse de una planta que vivía en alturas donde cualquier raza sin costumbre empezaba a sentir la reducción de oxígeno en sus pulmones. Por suerte, se trataba de una planta bastante fuerte que podía tolerar salirse de sus condiciones ideales siempre que no fuese una diferencia ni súbita ni muy amplia.
— ¡¿De verdad?! ¡Te tomo esa propuesta encantado! — Respondió casi en instinto, como si de un niño curioso se tratase, tras escuchar que su cuaderno tenía nuevas notas las cuales podía enseñarle, lo cual era en la práctica más conocimiento que el emplumado estaría mas que feliz de absorber como una esponja. — ¡Y si! Aún no tengo un prototipo armado, solo componentes sueltos que trabajan por separado, pero he conseguido probar algunas cosillas y teorizar otras tantas para progresar bastante. No ha sido fácil para nada, ¡pero tus regalos me han ayudado bastante! Parece que si es posible administrar medicamentos por vía respiratoria siempre que se sigan normas bastante estrictas para no desnaturalizar la planta. Por ejemplo, debes procurar mantener un nivel específico de humedad y temperatura en todo momento. — Ya había empezado a parlotear descontroladamente; esperado, conociéndole.
— ¡En cualquier caso! El punto es que me has ayudado mucho en lo que quería. Gracias, Asra. De verdad. — Un agradecimiento que, en contraste a su personalidad por defecto, cargaban un aire menos extravagantemente enérgico con un tono a juego. No es que no estuviese alegre en lo absoluto, sino muy por el contrario. Simplemente intentaba hablar no solo con Asra, sino con el corazón de la chica, en un intento de proyectar la auténtica sinceridad de sus palabras. En verdad le estaba muy agradecido, y ningún juego de palabras que ingeniara podrían demostrar la cantidad correcta en su totalidad jamás. — Si hay suerte, en poco tiempo podré probar con el invento completo, y cuán efectivo resulta ser. ¡Y lo que siga desde allí! —
Anhelaba convertir en realidad todo lo que anteriormente habían acordado, e intuía que no era un sentimiento único de él. Era un sentimiento mutuo, y quería empezar a alimentarlo cuanto antes. — ¡Dicho lo dicho! ¿Qué te apetece hacer primero? ¿Quieres hablar un poco más aquí, mostrarme las nuevas notas, o alguna otra cosilla que se te ocurra? Oooo~ ¿Quieres ir directamente a intentar tener tu primer Den Den Mushi armado con tus propias manos? ¡O podemos hacer cada cosilla a la vez, un poquito de cada una para darnos gusto y quitarnos el ansia! —
— Quería que buscaras a los revolucionarios por ti misma. Aunque me hubiese encantado contártelo, me preocupaba enviar a alguien a terrenos peligrosos sin saber que estaría listo para lo que pudiera venírsele encima. — En ese momento desconocía los límites de la fuerza de la sirena. Si podía llevarse a un ejército consigo o caería ante el primer peón que se cruzara, no se lo perdonaría si presentaba a alguien una imagen maravillosa que acabarían llevándolos a una prematura muerte. Al menos esos eran los pensamientos que pasaban por la mente del emplumado. — Creo que ya has visto mejor que nadie: La libertad puede intentarse con diálogos y promesas, pero más veces de las que no, el enfrentamiento es necesario para destronar a los déspotas que le quitarían la comida a tres familias solo para poder comer el triple por una noche. — Y aunque no lo admitiría en su vida, también era porque tenía un deje culpable de gusto por lo dramático de tanto en tanto. ¿Qué era mas dramático que una reunión de dos personas que consiguieron congeniar como hermanos separados al nacer?
— Ellos estarán bien a partir de ahora, estoy seguro de ello. Estando entre el pueblo cuando se alzó para pelear junto a nosotros, te aseguro que son gente con una fuerza de corazón que no te la creerías aunque te contara. Muchos estaban dispuestos a dejarse la vida solo para que sus hijos tuvieran un mejor amanecer. Por suerte, creo que nadie ha salido tan herido como para que algunos cuidados y algunas semanas en cama no sean viables como soluciones. — Comentó, alegre al rememorarlo. En el momento de la guerra, el pueblo mostró sus verdaderos colores. Y lo que pudo ver en ellos fue un arcoíris, una bellísima mezcla que se componía de tales colores tan hermosos que hechizarían hasta a las mentes más endurecidas. Había aprendido sobre resiliencia de una fuente increíblemente fiel al concepto.
Cuando la sirena le devolvió la pregunta, soltó una risilla un poco nerviosa; a veces preguntaba tanto por los demás que se olvidaba de hacerse las mismas preguntas a sí mismo, una realidad que le recordó el escozor en su hombro de un balazo que le rozó durante el asalto a la presa. Nada serio, pues todo el músculo se encontraba prácticamente intacto, pero la sensación de quemazón era algo que no se iría sino días después de que la herida desapareciera del todo. — ¡Enterísimo! Nada que no se solucione con un poco de agua tibia y un poco de descanso. — Contestó enérgico, sin elaborar mucho al respecto. Por suerte, los movimientos excéntricos que el Lunarian a veces hacía al moverse y su falta de queja en muecas faciales le indicarían que no se trataba de nada serio. Gajes del oficio, dirían por ahí. No es que no le importase, solo no quería que ella se preocupara por algo que sanaría tan rápido como un corte con un cuchillo de cocina.
Su sonrisa morfó en su característica carcajada tras anunciar que, efectivamente, aún recordaba ese fragmento de la conversación que habían tenido. Y por supuesto, todo lo que le antecedía y procedía. No era una conversación de todos los días en lo absoluto, y con lo bien que se lo había pasado ese día, estaba quemada a fuego en su psique. — ¡Por supuesto que me acuerdo! Tengo varias cosas nuevas que puedo enseñarte, y como ahora sí que llevo todo mi equipo conmigo, puedo mostrarte toda clase de locuras para que puedas conocer con tus propios ojos. ¡De hecho, tengo una muestra entera y en buena salud de la planta que te comenté esa última vez! — Una condición que, de hecho, era sorprendentemente difícil de replicar al tratarse de una planta que vivía en alturas donde cualquier raza sin costumbre empezaba a sentir la reducción de oxígeno en sus pulmones. Por suerte, se trataba de una planta bastante fuerte que podía tolerar salirse de sus condiciones ideales siempre que no fuese una diferencia ni súbita ni muy amplia.
— ¡¿De verdad?! ¡Te tomo esa propuesta encantado! — Respondió casi en instinto, como si de un niño curioso se tratase, tras escuchar que su cuaderno tenía nuevas notas las cuales podía enseñarle, lo cual era en la práctica más conocimiento que el emplumado estaría mas que feliz de absorber como una esponja. — ¡Y si! Aún no tengo un prototipo armado, solo componentes sueltos que trabajan por separado, pero he conseguido probar algunas cosillas y teorizar otras tantas para progresar bastante. No ha sido fácil para nada, ¡pero tus regalos me han ayudado bastante! Parece que si es posible administrar medicamentos por vía respiratoria siempre que se sigan normas bastante estrictas para no desnaturalizar la planta. Por ejemplo, debes procurar mantener un nivel específico de humedad y temperatura en todo momento. — Ya había empezado a parlotear descontroladamente; esperado, conociéndole.
— ¡En cualquier caso! El punto es que me has ayudado mucho en lo que quería. Gracias, Asra. De verdad. — Un agradecimiento que, en contraste a su personalidad por defecto, cargaban un aire menos extravagantemente enérgico con un tono a juego. No es que no estuviese alegre en lo absoluto, sino muy por el contrario. Simplemente intentaba hablar no solo con Asra, sino con el corazón de la chica, en un intento de proyectar la auténtica sinceridad de sus palabras. En verdad le estaba muy agradecido, y ningún juego de palabras que ingeniara podrían demostrar la cantidad correcta en su totalidad jamás. — Si hay suerte, en poco tiempo podré probar con el invento completo, y cuán efectivo resulta ser. ¡Y lo que siga desde allí! —
Anhelaba convertir en realidad todo lo que anteriormente habían acordado, e intuía que no era un sentimiento único de él. Era un sentimiento mutuo, y quería empezar a alimentarlo cuanto antes. — ¡Dicho lo dicho! ¿Qué te apetece hacer primero? ¿Quieres hablar un poco más aquí, mostrarme las nuevas notas, o alguna otra cosilla que se te ocurra? Oooo~ ¿Quieres ir directamente a intentar tener tu primer Den Den Mushi armado con tus propias manos? ¡O podemos hacer cada cosilla a la vez, un poquito de cada una para darnos gusto y quitarnos el ansia! —