Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
10-11-2024, 04:51 PM
La presión en el cuerpo de la fémina es cada vez mayor. Ragn era un hombre que convivía con la muerte, no le era lejana, acabar con una vida, si debía hacerlo, no le suponía un mal trago precisamente. Sin embargo aquellos tipos tampoco habían merecido morir, al revés, se mostraron honorables a sus ideas, luchando unidos hasta el final. Por un vago momento se acordó de Airgid, de Umi, Asradi, Tofun y Ubben, con ellos también existía esa sincronía extraña que solo sale a relucir cuando la combinación es buena. El vikingo dejó de apretar, soltando el cuerpo casi al borde del desmayo que seguía sosteniendo con su extremidad. Las miradas eran demoledoras. Estaba bien, eran las miradas que esperaba, desde luego. — Al final, no dessepssionarrr. — Susurró, esbozando una leve sonrisa al verlos marchar. Nuevos enemigos aparecían en la lista, gente que en un futuro podrían arrebatarle la vida a él o a los suyos, de eso se trataba ese viaje, de hacer amigos y muchos enemigos.
Buscó rápidamente la presencia de Douma, viendo como este colocaba una mano en su hombro, agotado. Los brazos del Buccaneer estaban ensangrentados, pero no había soltado ni un solo resquicio de dolor. Ni gritos, ni quejas, eso ya vendría después de la siesta, cuando las heridas sí comenzasen a picar. Ahora solo sentía adrenalina y hambre, sobre todo hambre. — Tenerrr hambrre, hijo de Zaza. — Colocó la diestra sobre su estómago, el cual rugía sin freno.
Ragn era una figura monumental al lado de Douma, una presencia titánica de cinco metros de altura que llena el espacio con una fuerza palpable, casi sofocante. Y tan sofocante, esos tipos de la pizza le hicieron sudar. Su cuerpo era una mezcla impresionante de brutalidad y control, de la violencia de una tormenta contenida en la piel y la calma helada de un guerrero que ha visto mucho más allá del combate ese día. Su torso ancho y sólido, como una muralla de piedra, está parcialmente cubierto por una armadura desgastada, donde algunos trozos de metal siguen adheridos al cuero, pero apenas protegen el torso musculoso, en el cual se ven cicatrices de batallas pasadas. La respiración de Ragn era profunda y rítmica, aunque agitada por el combate reciente, su pecho sube y baja como el oleaje. Sin embargo, sus ojos, de un azul helado, permanecen serenos, fijos, como dos pozos de calma en medio del caos. Esa mirada inquebrantable contemplando la escapada de los piratas era un contraste impresionante con el resto de su apariencia brutal y salvaje. La quietud de su expresión y la falta de temblor en su cuerpo parecen desmentir la reciente batalla, como si el peligro y la violencia no tuvieran el poder de alterar su temple.
Coloca una mano pesada sobre el hombro de Douma, dejando una mancha de sangre en él, pero su toque es firme y lleno de camaradería. Aunque sus músculos están tensos y su cuerpo agotado, no muestra signos de debilidad ni flaqueza, sino una especie de resignación ante el agotamiento, como si fuera algo que acepta y hasta disfruta. La adrenalina todavía corre por sus venas, manteniéndolo en pie, pero bajo esa capa de fuerza se esconde un hambre voraz. ¡Necesitaba comer! Comenzó a caminar hacia el bote, no sin antes preguntar. — ¿Y qué pasarrr con barrrco? Ubben agrradesser que tenerrr uno al fin. — Se lo había agenciado, aunque estuviera en la mierda. Ubben tomaría de buena gana tener uno extra, con el que experimentar. Tomaron el bote y marcharon al Baratie, donde Ragn buscaría ponerse hasta las botas. AHORA SI.
Buscó rápidamente la presencia de Douma, viendo como este colocaba una mano en su hombro, agotado. Los brazos del Buccaneer estaban ensangrentados, pero no había soltado ni un solo resquicio de dolor. Ni gritos, ni quejas, eso ya vendría después de la siesta, cuando las heridas sí comenzasen a picar. Ahora solo sentía adrenalina y hambre, sobre todo hambre. — Tenerrr hambrre, hijo de Zaza. — Colocó la diestra sobre su estómago, el cual rugía sin freno.
Ragn era una figura monumental al lado de Douma, una presencia titánica de cinco metros de altura que llena el espacio con una fuerza palpable, casi sofocante. Y tan sofocante, esos tipos de la pizza le hicieron sudar. Su cuerpo era una mezcla impresionante de brutalidad y control, de la violencia de una tormenta contenida en la piel y la calma helada de un guerrero que ha visto mucho más allá del combate ese día. Su torso ancho y sólido, como una muralla de piedra, está parcialmente cubierto por una armadura desgastada, donde algunos trozos de metal siguen adheridos al cuero, pero apenas protegen el torso musculoso, en el cual se ven cicatrices de batallas pasadas. La respiración de Ragn era profunda y rítmica, aunque agitada por el combate reciente, su pecho sube y baja como el oleaje. Sin embargo, sus ojos, de un azul helado, permanecen serenos, fijos, como dos pozos de calma en medio del caos. Esa mirada inquebrantable contemplando la escapada de los piratas era un contraste impresionante con el resto de su apariencia brutal y salvaje. La quietud de su expresión y la falta de temblor en su cuerpo parecen desmentir la reciente batalla, como si el peligro y la violencia no tuvieran el poder de alterar su temple.
Coloca una mano pesada sobre el hombro de Douma, dejando una mancha de sangre en él, pero su toque es firme y lleno de camaradería. Aunque sus músculos están tensos y su cuerpo agotado, no muestra signos de debilidad ni flaqueza, sino una especie de resignación ante el agotamiento, como si fuera algo que acepta y hasta disfruta. La adrenalina todavía corre por sus venas, manteniéndolo en pie, pero bajo esa capa de fuerza se esconde un hambre voraz. ¡Necesitaba comer! Comenzó a caminar hacia el bote, no sin antes preguntar. — ¿Y qué pasarrr con barrrco? Ubben agrradesser que tenerrr uno al fin. — Se lo había agenciado, aunque estuviera en la mierda. Ubben tomaría de buena gana tener uno extra, con el que experimentar. Tomaron el bote y marcharon al Baratie, donde Ragn buscaría ponerse hasta las botas. AHORA SI.