Ray
Kuroi Ya
10-11-2024, 05:34 PM
Quedaba meridianamente claro para cualquiera que mirase la cara de Rizzo que se lo estaba pasando en grande en aquel duelo musical. Sus ojos brillaban con el resplandor de quien está disfrutando al máximo el momento, dejándose llevar por su música y por la de Lobo Jackson, a quien más que como un rival ve como un compañero. Ambos están ofreciendo a los clientes que han ido dejándose caer por el Bar Mirador un concierto tremendamente especial, algo que no se ve todos los días ni en el Baratie, ni siquiera en todo el East Blue. La destreza, la técnica y la pasión de ambos músicos se entrelazan una y otra vez para ir hilvanando una melodía espectacular.
Los presentes, que han ido aumentando en cantidad hasta llenar el bar, bailan y saltan con fuerza, entregándose en cuerpo y alma al show que los dos artistas les están proporcionando. Músicos y público, fundidos en un solo ser, disfrutan de la maravillosa velada que el Restaurante Marítimo Baratie les está ofreciendo.
Durante los últimos compases ha sido Rizzo quien ha tomado el protagonismo, elevando el ritmo de forma progresiva con sus melodías hasta convertir la estancia en un salvaje frenesí de bailes y saltos que parecía no tener fin. La gente, llevada en volandas por los veloces arpegios que nacen de la bandurria de este, abraza el éxtasis musical que el artista les propone con ganas, dejándose llevar por el endiablado ritmo que impone.
Y es entonces cuando Lobo toma el relevo de su compañero. Si Rizzo había conseguido llevar a los espectadores a las nubes, cuando el mink comienza su interpretación de nuevo el ambiente no hace más que seguir elevándose hacia las alturas. Sus movimientos dejaban muy a las claras que el Nuevo Rey del Pop ya no estaba allí, se había fundido con su propia música y había trascendido, alcanzando un estado de iluminación que pocos artistas llegaban a alcanzar alguna vez. El crescendo de su melodía fue llenando por completo la estancia y apoderándose de la multitud, que coreaba cada nota con una sola voz.
Y fue entonces cuando de lo más profundo de la garganta del mink nació un aullido que transmitía toda su pasión, toda su energía y toda su dedicación. Su voluntad entera estaba en él. Todo el mundo a su alrededor pudo sentir esa ilusión por la música y todas las emociones que quería transmitirles en un momento del más puro éxtasis, una sensación tan intensa que, sin previo aviso, todos y cada uno de los presentes se desplomaron en el suelo, perdiendo el conocimiento.
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La mañana siguiente lo sucedido en el Bar Mirador era la comidilla del restaurante. Las historias acerca de lo que algunos habían calificado como "El concierto del siglo" se habían extendido como la pólvora entre clientes y empleados, en parte ciertas y en parte ya mitificadas tras haber sido adornadas ligeramente mediante el boca a boca. Pero todas coincidían en una cosa: en que la intensidad del estímulo musical, del éxtasis colectivo había sido tal que todo el mundo había terminado perdiendo el conocimiento. Las alabanzas a la actuación de Rizzo y de Lobo Jackson podían escucharse por doquier, y parecía claro que dos nuevas estrellas iban a alumbrar el panorama musical del East Blue durante muchísimo tiempo.
Lobo se encontraba en la parte de atrás del escenario, recogiendo sus cosas, cuando su compañero de escenario de la noche anterior hizo su aparición. Con una sonrisa en su rostro, este le miró amablemente antes de decirle:
- Oye, enhorabuena por tu actuación de ayer, Lobo. Fue un verdadero placer tocar contigo.
Poco después, tras detenerse a escuchar la respuesta del mink, decidió preguntarle una cosa. Algo en lo que llevaba pensando desde que recobró el conocimiento, tumbado sobre el escenario:
- Por cierto, ¿qué fue eso que hiciste ayer? No sabría describir exactamente qué es lo que sentí, pero nunca había visto que un músico hiciera que todo el mundo a su alrededor perdiera el sentido haciéndoles disfrutar con su arte.
Los presentes, que han ido aumentando en cantidad hasta llenar el bar, bailan y saltan con fuerza, entregándose en cuerpo y alma al show que los dos artistas les están proporcionando. Músicos y público, fundidos en un solo ser, disfrutan de la maravillosa velada que el Restaurante Marítimo Baratie les está ofreciendo.
Durante los últimos compases ha sido Rizzo quien ha tomado el protagonismo, elevando el ritmo de forma progresiva con sus melodías hasta convertir la estancia en un salvaje frenesí de bailes y saltos que parecía no tener fin. La gente, llevada en volandas por los veloces arpegios que nacen de la bandurria de este, abraza el éxtasis musical que el artista les propone con ganas, dejándose llevar por el endiablado ritmo que impone.
Y es entonces cuando Lobo toma el relevo de su compañero. Si Rizzo había conseguido llevar a los espectadores a las nubes, cuando el mink comienza su interpretación de nuevo el ambiente no hace más que seguir elevándose hacia las alturas. Sus movimientos dejaban muy a las claras que el Nuevo Rey del Pop ya no estaba allí, se había fundido con su propia música y había trascendido, alcanzando un estado de iluminación que pocos artistas llegaban a alcanzar alguna vez. El crescendo de su melodía fue llenando por completo la estancia y apoderándose de la multitud, que coreaba cada nota con una sola voz.
Y fue entonces cuando de lo más profundo de la garganta del mink nació un aullido que transmitía toda su pasión, toda su energía y toda su dedicación. Su voluntad entera estaba en él. Todo el mundo a su alrededor pudo sentir esa ilusión por la música y todas las emociones que quería transmitirles en un momento del más puro éxtasis, una sensación tan intensa que, sin previo aviso, todos y cada uno de los presentes se desplomaron en el suelo, perdiendo el conocimiento.
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La mañana siguiente lo sucedido en el Bar Mirador era la comidilla del restaurante. Las historias acerca de lo que algunos habían calificado como "El concierto del siglo" se habían extendido como la pólvora entre clientes y empleados, en parte ciertas y en parte ya mitificadas tras haber sido adornadas ligeramente mediante el boca a boca. Pero todas coincidían en una cosa: en que la intensidad del estímulo musical, del éxtasis colectivo había sido tal que todo el mundo había terminado perdiendo el conocimiento. Las alabanzas a la actuación de Rizzo y de Lobo Jackson podían escucharse por doquier, y parecía claro que dos nuevas estrellas iban a alumbrar el panorama musical del East Blue durante muchísimo tiempo.
Lobo se encontraba en la parte de atrás del escenario, recogiendo sus cosas, cuando su compañero de escenario de la noche anterior hizo su aparición. Con una sonrisa en su rostro, este le miró amablemente antes de decirle:
- Oye, enhorabuena por tu actuación de ayer, Lobo. Fue un verdadero placer tocar contigo.
Poco después, tras detenerse a escuchar la respuesta del mink, decidió preguntarle una cosa. Algo en lo que llevaba pensando desde que recobró el conocimiento, tumbado sobre el escenario:
- Por cierto, ¿qué fue eso que hiciste ayer? No sabría describir exactamente qué es lo que sentí, pero nunca había visto que un músico hiciera que todo el mundo a su alrededor perdiera el sentido haciéndoles disfrutar con su arte.