Octojin
El terror blanco
10-11-2024, 07:56 PM
El camino de vuelta al Baratie se siente casi como una procesión de victoria, aunque tanto tú como Douma estáis al borde del agotamiento. La adrenalina te mantiene en pie, pero cada músculo, cada herida, empieza a arder. Ha sido parar un poco la actividad y ya notas que va a ser una tremenda mierda la recuperación. Llegas al Baratie con una mezcla de orgullo y hambre insaciable, y el rugido de tu estómago parece resonar incluso sobre el sonido de las olas.
Douma, apenas subiendo al barco, hace una señal con la mano, y enseguida un par de cocineros se apresuran hacia vosotros. Su orden es clara y precisa.
—¡Preparad un banquete! Este guerrero y yo necesitamos más que comida. Necesitamos un festín —dice, con voz rasposa pero decidida, mientras se apoya en un poste para recuperar el aliento.
Los camareros y cocineros se miran entre ellos, sorprendidos al ver a Douma tan desgastado. Sin perder un segundo, desaparecen hacia la cocina para cumplir con la petición. A tu alrededor, los trabajadores del Baratie intentan ocultar su asombro, pero sus miradas de admiración y respeto son más que evidentes hacia vosotros. La que habéis liado eh. Se nota que has demostrado, tanto a ellos como a Douma, tu lealtad a Zaza y al Baratie.
Poco después, te llevan a una de las mesas más amplias de la cubierta, donde se despliegan con rapidez bandejas de carne, pan, arroz y pescados frescos que huelen que alimentan. La comida llega en tal cantidad que la mesa apenas puede con el peso. Y como si fuera la última ofrenda de una gran hazaña, los cocineros siguen trayendo platos, cuencos de sopa humeante y jarras de cerveza espumosa. Desde luego no te va a faltar de nada.
Mientras comienzas a devorar la comida, una pequeña comitiva de médicos se acerca. No esperan que termines tu festín; más bien, empiezan a tratar tus heridas allí mismo, entre bocado y bocado, limpiando y suturando cortes mientras tú apenas detienes el ritmo de tus mordiscos. Uno de ellos te limpia el brazo, aplicando algún tipo de ungüento que alivia el dolor de inmediato, mientras otro trata una herida en el costado de Douma.
Douma te observa entre bocados, su expresión es bastante cansada pero algo te dice que está tremendamente satisfecho. Después de un rato, y tras varios sorbos de cerveza, levanta la mirada hacia ti y habla con un tono más bajo y serio:
—Ragn, Zaza tuvo que marcharse. Ha estado... algo mal últimamente —Hace una pausa, como si elegir las palabras fuera una tarea complicada—. Los médicos de aquí decían que había sido envenenado, y luego pensando parece que fue fruto de un higo. Un maldito higo... Dijo que necesitaba recuperarse y… volverá en unos días, tal vez semanas. Volverá más fuerte y testarudo que antes, eso seguro. ¿Quieres quedarte aquí hasta que vuelva? Eso no será un problema si dispones del tiempo.
La noticia quizá te tome por sorpresa. Zaza, el guerrero que te enseñó a manejar cuchillos como armas y a darles la reverencia debida en la cocina, siempre había sido una figura de fuerza en tu vida. La idea de que pudiera verse afectado por algo tan mundano como la enfermedad resulta difícil de aceptar. Pero era un humano al fin y al cabo, ¿no? Uno tremendamente sobrenatural, pero uno al fin y al cabo. Parece cierto que el tiempo no perdona a nadie, ni siquiera a quienes parecen indomables.
—Me pidió que mantuviera el Baratie en orden y que me encargara de que los Calzzone no pongan un pie aquí. Está convencido de que este lugar seguirá siendo un refugio, con o sin él. Pero… —Douma se detiene, tomando aire antes de continuar— Zaza es como el alma de este lugar. Todos lo sentimos. Su ausencia pesa, aunque él nunca lo admitirá.
Quizá el peso de las palabras de Douma caigan sobre ti, y de repente, el banquete, la cerveza y el bullicio de la cocina se diluyan un poco. Quizá te des cuenta de que este banquete no es solo para celebrar la victoria contra los Calzzone, sino también para honrar el legado de Zaza en el Baratie, un legado que parece haber tocado a todos los que pasan por este lugar.
La comida continúa, y aunque tu hambre parece inagotable, creo que te llegará antes el agotamiento, que pronto a pronto empezará a dominarte. Los médicos han terminado su trabajo, y cada herida cubierta, cada corte limpiado, parece liberar algo de la tensión acumulada en tu cuerpo. Con el estómago lleno y las heridas tratadas, sientes que el peso de la batalla se disuelve lentamente, dejando espacio para la calma.
Douma termina de comer y se recuesta en el asiento, aprovechando el momento de calma. Sus ojos están cansados pero lucen tranquilos. Te das cuenta de que la batalla no solo ha sido contra los Calzzone, sino también contra los recuerdos, las heridas y los sacrificios que tanto tú como Douma lleváis dentro. En silencio, ambos brindáis con un último sorbo de cerveza, como si esa jarra espumosa fuera una promesa del reencuentro con Zaza.
Finalmente, tras terminar el banquete, Douma se levanta, tambaleándose ligeramente, y coloca una mano en tu hombro.
—Descansa, Ragn. Hoy hemos ganado, y merecemos este respiro.
Parece que puedes ir a dormir tranquilamente, te lo has ganado. Al césar lo que es del césar.
Douma, apenas subiendo al barco, hace una señal con la mano, y enseguida un par de cocineros se apresuran hacia vosotros. Su orden es clara y precisa.
—¡Preparad un banquete! Este guerrero y yo necesitamos más que comida. Necesitamos un festín —dice, con voz rasposa pero decidida, mientras se apoya en un poste para recuperar el aliento.
Los camareros y cocineros se miran entre ellos, sorprendidos al ver a Douma tan desgastado. Sin perder un segundo, desaparecen hacia la cocina para cumplir con la petición. A tu alrededor, los trabajadores del Baratie intentan ocultar su asombro, pero sus miradas de admiración y respeto son más que evidentes hacia vosotros. La que habéis liado eh. Se nota que has demostrado, tanto a ellos como a Douma, tu lealtad a Zaza y al Baratie.
Poco después, te llevan a una de las mesas más amplias de la cubierta, donde se despliegan con rapidez bandejas de carne, pan, arroz y pescados frescos que huelen que alimentan. La comida llega en tal cantidad que la mesa apenas puede con el peso. Y como si fuera la última ofrenda de una gran hazaña, los cocineros siguen trayendo platos, cuencos de sopa humeante y jarras de cerveza espumosa. Desde luego no te va a faltar de nada.
Mientras comienzas a devorar la comida, una pequeña comitiva de médicos se acerca. No esperan que termines tu festín; más bien, empiezan a tratar tus heridas allí mismo, entre bocado y bocado, limpiando y suturando cortes mientras tú apenas detienes el ritmo de tus mordiscos. Uno de ellos te limpia el brazo, aplicando algún tipo de ungüento que alivia el dolor de inmediato, mientras otro trata una herida en el costado de Douma.
Douma te observa entre bocados, su expresión es bastante cansada pero algo te dice que está tremendamente satisfecho. Después de un rato, y tras varios sorbos de cerveza, levanta la mirada hacia ti y habla con un tono más bajo y serio:
—Ragn, Zaza tuvo que marcharse. Ha estado... algo mal últimamente —Hace una pausa, como si elegir las palabras fuera una tarea complicada—. Los médicos de aquí decían que había sido envenenado, y luego pensando parece que fue fruto de un higo. Un maldito higo... Dijo que necesitaba recuperarse y… volverá en unos días, tal vez semanas. Volverá más fuerte y testarudo que antes, eso seguro. ¿Quieres quedarte aquí hasta que vuelva? Eso no será un problema si dispones del tiempo.
La noticia quizá te tome por sorpresa. Zaza, el guerrero que te enseñó a manejar cuchillos como armas y a darles la reverencia debida en la cocina, siempre había sido una figura de fuerza en tu vida. La idea de que pudiera verse afectado por algo tan mundano como la enfermedad resulta difícil de aceptar. Pero era un humano al fin y al cabo, ¿no? Uno tremendamente sobrenatural, pero uno al fin y al cabo. Parece cierto que el tiempo no perdona a nadie, ni siquiera a quienes parecen indomables.
—Me pidió que mantuviera el Baratie en orden y que me encargara de que los Calzzone no pongan un pie aquí. Está convencido de que este lugar seguirá siendo un refugio, con o sin él. Pero… —Douma se detiene, tomando aire antes de continuar— Zaza es como el alma de este lugar. Todos lo sentimos. Su ausencia pesa, aunque él nunca lo admitirá.
Quizá el peso de las palabras de Douma caigan sobre ti, y de repente, el banquete, la cerveza y el bullicio de la cocina se diluyan un poco. Quizá te des cuenta de que este banquete no es solo para celebrar la victoria contra los Calzzone, sino también para honrar el legado de Zaza en el Baratie, un legado que parece haber tocado a todos los que pasan por este lugar.
La comida continúa, y aunque tu hambre parece inagotable, creo que te llegará antes el agotamiento, que pronto a pronto empezará a dominarte. Los médicos han terminado su trabajo, y cada herida cubierta, cada corte limpiado, parece liberar algo de la tensión acumulada en tu cuerpo. Con el estómago lleno y las heridas tratadas, sientes que el peso de la batalla se disuelve lentamente, dejando espacio para la calma.
Douma termina de comer y se recuesta en el asiento, aprovechando el momento de calma. Sus ojos están cansados pero lucen tranquilos. Te das cuenta de que la batalla no solo ha sido contra los Calzzone, sino también contra los recuerdos, las heridas y los sacrificios que tanto tú como Douma lleváis dentro. En silencio, ambos brindáis con un último sorbo de cerveza, como si esa jarra espumosa fuera una promesa del reencuentro con Zaza.
Finalmente, tras terminar el banquete, Douma se levanta, tambaleándose ligeramente, y coloca una mano en tu hombro.
—Descansa, Ragn. Hoy hemos ganado, y merecemos este respiro.
Parece que puedes ir a dormir tranquilamente, te lo has ganado. Al césar lo que es del césar.