Atlas
Nowhere | Fénix
04-08-2024, 03:24 PM
Pues sí, me había estrenado por todo lo alto. Los gestos de decepción y enfado de los marines que poco a poco, solos o acompañados, iban dejando la zona de entrenamiento, lo dejaban bien claro. La mayoría de ellos no me miraban, pues allí no éramos más que una hormiga en un hormiguero, y los que me miraban... bueno, podríamos decir que conservaba todos los dientes porque golpear a un compañero no está muy bien visto en la Marina.
Desde la puerta por la que había sido arrojado al medio de la sala, el sargento Shawn continuaba mirándome con el entrecejo fruncido y una mirada encendida capaz de derretir hasta un iceberg. Sus labios murmuraban algo que no alcanzaba a entender, pero sus gestos eran perfectamente comprensibles: "Luego pasaré a buscarte para que hagas lo que te toca hacer. Como se te ocurra escaquearte te estrangularé con mis propias manos". Si las palabras no eran ésas debían ser bastante parecidas, porque había retorcido el aire con bastante furia.
Fue por ello que cuando Ray y Taka se presentaron no pude evitar liberar un suspiro de resignación, el cual fue rápidamente seguido por cierta calma y alivio al comprobar que, al menos, alguien mostraba interés en conocerme.
—Yo creo que voy a tener una buena sesión doble de castigo hoy mismo, además del de mañana —respondí inicialmente la tiempo que señalaba hacia la puerta para que pudiesen comprobar a qué me refería. Obvié, por supuesto, que había perdido la batalla pero no la guerra, y que si me era posible mañana intentaría librarme de nuevo—. Mi nombre es Atlas —añadí con otra sonrisa; cuanto más sonriese más fácil sería caerles bien, ¿no?—. No llevo aquí mucho. De hecho, creo que soy el último mono en la Base.
Tal vez lo más cortés hubiera sido esperar algún tipo de invitación o preguntar si les podía acompañar, pero como reanudaron la marcha y la conversación continuaba decidí echar a andar. Nadie me paró los pies, lo que interpreté como una buena señal y seguí hablando.
Aproveché el camino para explicarles un poco sobre mi diminuta aldea natal, nada del otro mundo, así como la fortuita intervención contra un grupo pirata que el barco de reclutamiento y adiestramiento en el que me había enrolado se había visto obligado a hacer. Procuré reprimir cómo aquello había calado en mí por el momento para no ser demasiado repelente, pero juraría que quedó bastante claro que aquello no había sido un día más para mí.
No tardamos en llegar a los barracones, donde Ray y Taka, que sí habían hecho algo por la vida ese día, se dieron una ducha antes de ir a tomar algo. Cuando entramos el comedor estaba testado. Grupos de diferentes tamaños abarrotaban las meses y el escándalo era mayúsculo. Pude ver al sargento Shawn hablando con otros uniformados que, a juzgar por su vestimenta, debían pertenecer a su mismo rango. De hecho, acababa de reparar en que mis dos acompañantes también se encontraban en un escalafón superior al mío. No es que me molestase, pero mi orgullo se resintió levemente al comprobar que, en una relación que al principio me había planteado como de iguales, había un elemento que desentonaba. Uno tan importante como el rango militar. Pero la única forma de subsanar ese hecho era esforzándome y trabajando...
Fuera como fuese, no era el momento para pensamientos como aquél. Escogí una bebida bien fría, un refresco con sabor a limón —no tenía hambre ni tenía motivos para tenerla, aunque tal vez mis compañeros tuviesen otra cosa que decir al respecto— y me senté en una larga mesa cercana. El extremo opuesto estaba ocupado por un grupo de diez reclutas que, eufóricos, ojeaban unas revistas y daban golpes en la mesa de puro éxtasis. Desde mi posición, a la que llegué un poco antes que Ray y Taka, no acertaba a vislumbrar qué era aquello tan interesante. Lo cierto es que tampoco me importaba demasiado.
—¿Y vosotros habéis llegado aquí casi de rebote como yo o era algo que teníais pensado desde hace tiempo?
Desde la puerta por la que había sido arrojado al medio de la sala, el sargento Shawn continuaba mirándome con el entrecejo fruncido y una mirada encendida capaz de derretir hasta un iceberg. Sus labios murmuraban algo que no alcanzaba a entender, pero sus gestos eran perfectamente comprensibles: "Luego pasaré a buscarte para que hagas lo que te toca hacer. Como se te ocurra escaquearte te estrangularé con mis propias manos". Si las palabras no eran ésas debían ser bastante parecidas, porque había retorcido el aire con bastante furia.
Fue por ello que cuando Ray y Taka se presentaron no pude evitar liberar un suspiro de resignación, el cual fue rápidamente seguido por cierta calma y alivio al comprobar que, al menos, alguien mostraba interés en conocerme.
—Yo creo que voy a tener una buena sesión doble de castigo hoy mismo, además del de mañana —respondí inicialmente la tiempo que señalaba hacia la puerta para que pudiesen comprobar a qué me refería. Obvié, por supuesto, que había perdido la batalla pero no la guerra, y que si me era posible mañana intentaría librarme de nuevo—. Mi nombre es Atlas —añadí con otra sonrisa; cuanto más sonriese más fácil sería caerles bien, ¿no?—. No llevo aquí mucho. De hecho, creo que soy el último mono en la Base.
Tal vez lo más cortés hubiera sido esperar algún tipo de invitación o preguntar si les podía acompañar, pero como reanudaron la marcha y la conversación continuaba decidí echar a andar. Nadie me paró los pies, lo que interpreté como una buena señal y seguí hablando.
Aproveché el camino para explicarles un poco sobre mi diminuta aldea natal, nada del otro mundo, así como la fortuita intervención contra un grupo pirata que el barco de reclutamiento y adiestramiento en el que me había enrolado se había visto obligado a hacer. Procuré reprimir cómo aquello había calado en mí por el momento para no ser demasiado repelente, pero juraría que quedó bastante claro que aquello no había sido un día más para mí.
No tardamos en llegar a los barracones, donde Ray y Taka, que sí habían hecho algo por la vida ese día, se dieron una ducha antes de ir a tomar algo. Cuando entramos el comedor estaba testado. Grupos de diferentes tamaños abarrotaban las meses y el escándalo era mayúsculo. Pude ver al sargento Shawn hablando con otros uniformados que, a juzgar por su vestimenta, debían pertenecer a su mismo rango. De hecho, acababa de reparar en que mis dos acompañantes también se encontraban en un escalafón superior al mío. No es que me molestase, pero mi orgullo se resintió levemente al comprobar que, en una relación que al principio me había planteado como de iguales, había un elemento que desentonaba. Uno tan importante como el rango militar. Pero la única forma de subsanar ese hecho era esforzándome y trabajando...
Fuera como fuese, no era el momento para pensamientos como aquél. Escogí una bebida bien fría, un refresco con sabor a limón —no tenía hambre ni tenía motivos para tenerla, aunque tal vez mis compañeros tuviesen otra cosa que decir al respecto— y me senté en una larga mesa cercana. El extremo opuesto estaba ocupado por un grupo de diez reclutas que, eufóricos, ojeaban unas revistas y daban golpes en la mesa de puro éxtasis. Desde mi posición, a la que llegué un poco antes que Ray y Taka, no acertaba a vislumbrar qué era aquello tan interesante. Lo cierto es que tampoco me importaba demasiado.
—¿Y vosotros habéis llegado aquí casi de rebote como yo o era algo que teníais pensado desde hace tiempo?