Galhard disfrutó con una sonrisa de aquella charla animada, notando cómo Asradi, en su dominio experto de los mariscos, no solo era una buena compañía, sino alguien que parecía traer consigo una marea tranquila y cálida. Escuchaba sus consejos sobre cómo sacar el mejor provecho de cada gamba, agradeciendo cada observación y tratando de emularla con destreza, aunque era evidente que la gracia con la que ella se manejaba en ese mundo marino era algo que él solo podría admirar.
—No cabe duda de que en esto llevas mucha ventaja, Asradi. La próxima vez que nos encontremos con una buena mesa de mariscos, haré que seas mi mentora oficial —comentó con tono ligero, mientras se esforzaba en romper un cangrejo sin desparramarlo por completo. El apodo de “señor Banana” lo hizo reír de verdad, y su risa se volvió casi un eco del ambiente alegre y relajado a su alrededor —Ah, este disfraz... puede que me haya pasado con la elección, pero creo que si algo se aprende de estos momentos es que la vida no es solo combates y misiones. A veces hay que permitirse algo así.—
Cuando ella mencionó que volvería con su grupo, Galhard asintió comprensivo, captando el vínculo que ella tenía con quienes compartían su camino. Había algo en sus palabras que lo hizo sentir una mezcla de orgullo y respeto por ella: la resiliencia que traía en sus ojos y la firmeza con la que parecía haber elegido su camino, sin importar las piedras que hubiese encontrado.
—Entiendo, Asradi. Es bueno saber que tienes compañeros a tu alrededor, y estoy seguro de que continuarán siendo una razón para seguir adelante, con todas las aventuras que vengan. —Tomó una última copa y brindó con ella, mirándola con una expresión de sincera amistad —Nos veremos pronto, sirena de Kilombo. Y quién sabe, tal vez la próxima vez no sea en un banquete, sino en un camino común.—Respondió inocentemente el marine
Mientras Asradi se alejaba, Galhard la observó con una sonrisa, sintiéndose verdaderamente afortunado por haber compartido ese momento en una celebración tan única.
—No cabe duda de que en esto llevas mucha ventaja, Asradi. La próxima vez que nos encontremos con una buena mesa de mariscos, haré que seas mi mentora oficial —comentó con tono ligero, mientras se esforzaba en romper un cangrejo sin desparramarlo por completo. El apodo de “señor Banana” lo hizo reír de verdad, y su risa se volvió casi un eco del ambiente alegre y relajado a su alrededor —Ah, este disfraz... puede que me haya pasado con la elección, pero creo que si algo se aprende de estos momentos es que la vida no es solo combates y misiones. A veces hay que permitirse algo así.—
Cuando ella mencionó que volvería con su grupo, Galhard asintió comprensivo, captando el vínculo que ella tenía con quienes compartían su camino. Había algo en sus palabras que lo hizo sentir una mezcla de orgullo y respeto por ella: la resiliencia que traía en sus ojos y la firmeza con la que parecía haber elegido su camino, sin importar las piedras que hubiese encontrado.
—Entiendo, Asradi. Es bueno saber que tienes compañeros a tu alrededor, y estoy seguro de que continuarán siendo una razón para seguir adelante, con todas las aventuras que vengan. —Tomó una última copa y brindó con ella, mirándola con una expresión de sincera amistad —Nos veremos pronto, sirena de Kilombo. Y quién sabe, tal vez la próxima vez no sea en un banquete, sino en un camino común.—Respondió inocentemente el marine
Mientras Asradi se alejaba, Galhard la observó con una sonrisa, sintiéndose verdaderamente afortunado por haber compartido ese momento en una celebración tan única.