Balagus observó con satisfacción cómo el último de aquellos despreciables seres infectos se desplomaba sobre el suelo, alguno con unas pocas horas de vida aún en sus manos. Otros, indignos siquiera de tener tal suerte.
El oni se permitió unos segundos para recuperar el aliento y buscar con la vista a su capitán: no obstante, y antes de poder ir hacia él, dos cosas llamaron su atención: la primera fue Dharkel, quien había encontrado un Den Den Mushi entre las posesiones de los criminales, y había pasado a mirarnos a todos, indeciso sobre si debería o no responder a la llamada. Aunque no lo llegara a ver, asentí lentamente hacia su dirección: si alguien sabía cómo llevarnos hasta el resto de las ratas y salvar a los esclavos, ese era Dharkel. Algunos afirmarían que Silver también sabía moverse por la ciudad como pez en el agua, pero el contramaestre conocía bien a su capitán, y tenía la mala costumbre de causarnos otros tres problemas por cada uno que lograba resolver.
Lo segundo que evitó moverse con soltura y volver a sus cosas fue, o, en este caso, fueron, los niños que acabábamos de salvar. El gesto duro y severo del oni se relajó poderosamente en cuanto bajó la vista hacia ellos, observando como Marvolath intentaba tratarlos con sus medicamentos. Sentándose en el suelo, no sin dificultad por su enorme tamaño, frente a los infantes, trató de sosegarlos con su presencia protectora. A pesar de lo complicado que resultaba tranquilizar a nadie con las dantescas pintas que se gastaba, Balagus esperaba que los chiquillos tuvieran en cuenta cómo se había lanzado a protegerlos, y cómo había aguantado el tipo para no retroceder un solo centímetro por ellos.
- No os preocupéis, niños. El doctor sabrá cuidaros, por muy… especial que sea.-
Todas las palabras que el médico murmuraba para sí le parecían un idioma jamás aprendido, pero sí sabía cómo leer las reacciones fisiológicas. Especialmente las que tenían que ver con el hambre. En cuanto Marvolath se giró un momento para mirar a los cuerpos sin vida, el gigantón buscó rápidamente entre las bolsas de dentro de su enorme cinturón: Inicialmente, la primera idea que tuvo fue ofrecerles de la misma carne seca de la que él mismos se alimentaba cada cierto tiempo, pero la desechó rápidamente en cuanto se acordó de lo difíciles que serían de masticar por su dureza, y que su fuerte sabor especiado podría no gustarles en absoluto. Tras rebuscar un poco más, dio con un onigiri que se había traído desde el barco para poder comérselo más adelante. Sin embargo, y sin ninguna duda, el contramaestre partió en dos el onigiri, más grande de lo normal por haber sido pensado por y para él, y le ofreció cada mitad a cada uno.
- Igual yo puedo ayudaros con eso…- Respondió a la urgencia de quitarles las cadenas a los rescatados. De nuevo, volvió a mirar entre sus posesiones más próximas en búsqueda de uno de su mazos y algún enorme clavo de carpintería naval, listo para reventar los eslabones mientras sus compañeros buscaban y rebuscaban.
El oni se permitió unos segundos para recuperar el aliento y buscar con la vista a su capitán: no obstante, y antes de poder ir hacia él, dos cosas llamaron su atención: la primera fue Dharkel, quien había encontrado un Den Den Mushi entre las posesiones de los criminales, y había pasado a mirarnos a todos, indeciso sobre si debería o no responder a la llamada. Aunque no lo llegara a ver, asentí lentamente hacia su dirección: si alguien sabía cómo llevarnos hasta el resto de las ratas y salvar a los esclavos, ese era Dharkel. Algunos afirmarían que Silver también sabía moverse por la ciudad como pez en el agua, pero el contramaestre conocía bien a su capitán, y tenía la mala costumbre de causarnos otros tres problemas por cada uno que lograba resolver.
Lo segundo que evitó moverse con soltura y volver a sus cosas fue, o, en este caso, fueron, los niños que acabábamos de salvar. El gesto duro y severo del oni se relajó poderosamente en cuanto bajó la vista hacia ellos, observando como Marvolath intentaba tratarlos con sus medicamentos. Sentándose en el suelo, no sin dificultad por su enorme tamaño, frente a los infantes, trató de sosegarlos con su presencia protectora. A pesar de lo complicado que resultaba tranquilizar a nadie con las dantescas pintas que se gastaba, Balagus esperaba que los chiquillos tuvieran en cuenta cómo se había lanzado a protegerlos, y cómo había aguantado el tipo para no retroceder un solo centímetro por ellos.
- No os preocupéis, niños. El doctor sabrá cuidaros, por muy… especial que sea.-
Todas las palabras que el médico murmuraba para sí le parecían un idioma jamás aprendido, pero sí sabía cómo leer las reacciones fisiológicas. Especialmente las que tenían que ver con el hambre. En cuanto Marvolath se giró un momento para mirar a los cuerpos sin vida, el gigantón buscó rápidamente entre las bolsas de dentro de su enorme cinturón: Inicialmente, la primera idea que tuvo fue ofrecerles de la misma carne seca de la que él mismos se alimentaba cada cierto tiempo, pero la desechó rápidamente en cuanto se acordó de lo difíciles que serían de masticar por su dureza, y que su fuerte sabor especiado podría no gustarles en absoluto. Tras rebuscar un poco más, dio con un onigiri que se había traído desde el barco para poder comérselo más adelante. Sin embargo, y sin ninguna duda, el contramaestre partió en dos el onigiri, más grande de lo normal por haber sido pensado por y para él, y le ofreció cada mitad a cada uno.
- Igual yo puedo ayudaros con eso…- Respondió a la urgencia de quitarles las cadenas a los rescatados. De nuevo, volvió a mirar entre sus posesiones más próximas en búsqueda de uno de su mazos y algún enorme clavo de carpintería naval, listo para reventar los eslabones mientras sus compañeros buscaban y rebuscaban.