Atlas
Nowhere | Fénix
11-11-2024, 01:37 PM
Los marines se voltean para mirarte. Lo hacen todos a la vez, como si se volvieran en grupo para analizarte y juzgarte de la cabeza a los pies. De hecho, es lo que hacen. A decir verdad, la forma en la que te miran es bastante incómoda. Uno de ellos no sólo te mira a ti, sino que se ha dado cuenta de que llevas una libreta en la que no paras de apuntar cosas. A ojos de una persona suspicaz —y este marine lo es—, eso puede no significar nada, implicar que trabajas en el mundo de las noticias o la prensa o que estás recabando información para algo. Que ese hipotético algo sea bueno o malo depende de la forma de pensar del uniformado, claro, pero el hecho es que ha reparado en la libreta y su mirada no la deja escapar. Ni a ella ni a tus intenciones, claro.
—¿Quién eres y por qué querrías encontrar a Fiuri? —pregunta el más alto del grupo, un muchacho de veintipocos años, moreno y con una perilla de chivo. Está sentado junto al que te mira con cara de sospecha, que es el siguiente en hablar.
—¿Y de qué estás tomando notas, si se puede saber? ¿Eres periodista o alguna cosa que se le parezca?
En caso de que digas que, efectivamente, lo eres —o cualquier otra explicación válida que se te ocurra, vaya—, el marine seguirá preguntando hasta quedarse satisfecho con tus respuestas. Ya sabes, te preguntará para qué empresa o persona trabajas, dónde está su sede, si te pagan bien o mal, si sueles ir por Conomi en busca de noticias, si estás tomando notas por el pequeño asuntillo del capitán Vengeance… Esas cosas tan molestas que hacen los militares, vaya, sospechar de todo y todos e intentar detectar amenazas.
Mientras te mira en espera de una respuesta, la cual con toda seguridad irá seguida de una pregunta tras otra, a tu alrededor todo se continúa desarrollando con normalidad. Clientes entran y salen sin descanso. Algunas de las mesas más próximas a las ventanas han sido asignadas a jóvenes —y no tan jóvenes— parejas de enamorados que sólo quieren disfrutar de un hermoso rato en la mejor compañía. El del saxofón acaba de marcarse un solo que incluso varias personas se han dado la vuelta para, además de escuchar, ver esa obra de arte. Todo marcha a la perfección en esa pintoresca taberna de Coral Town, pero el marine sigue con sus pupilas clavadas en ti y espera una respuesta con gran atención. Qué mala suerte. Has tenido que dar con el único marine del G-39 que siempre tiene la antena puesta. Bueno, a lo mejor hay más, pero no los conozco a todos, ¿para qué mentirte?
—¿Quién eres y por qué querrías encontrar a Fiuri? —pregunta el más alto del grupo, un muchacho de veintipocos años, moreno y con una perilla de chivo. Está sentado junto al que te mira con cara de sospecha, que es el siguiente en hablar.
—¿Y de qué estás tomando notas, si se puede saber? ¿Eres periodista o alguna cosa que se le parezca?
En caso de que digas que, efectivamente, lo eres —o cualquier otra explicación válida que se te ocurra, vaya—, el marine seguirá preguntando hasta quedarse satisfecho con tus respuestas. Ya sabes, te preguntará para qué empresa o persona trabajas, dónde está su sede, si te pagan bien o mal, si sueles ir por Conomi en busca de noticias, si estás tomando notas por el pequeño asuntillo del capitán Vengeance… Esas cosas tan molestas que hacen los militares, vaya, sospechar de todo y todos e intentar detectar amenazas.
Mientras te mira en espera de una respuesta, la cual con toda seguridad irá seguida de una pregunta tras otra, a tu alrededor todo se continúa desarrollando con normalidad. Clientes entran y salen sin descanso. Algunas de las mesas más próximas a las ventanas han sido asignadas a jóvenes —y no tan jóvenes— parejas de enamorados que sólo quieren disfrutar de un hermoso rato en la mejor compañía. El del saxofón acaba de marcarse un solo que incluso varias personas se han dado la vuelta para, además de escuchar, ver esa obra de arte. Todo marcha a la perfección en esa pintoresca taberna de Coral Town, pero el marine sigue con sus pupilas clavadas en ti y espera una respuesta con gran atención. Qué mala suerte. Has tenido que dar con el único marine del G-39 que siempre tiene la antena puesta. Bueno, a lo mejor hay más, pero no los conozco a todos, ¿para qué mentirte?