Airgid Vanaidiam
Metalhead
11-11-2024, 01:39 PM
Al final no hubo ni contención ni silencio tampoco. Todas las ganas que habían ido acumulando a lo largo de los días, de las semanas, explotó aquella noche en aquella habitación, en un barco restaurante en medio del mar. A todo el mundo le gusta el sexo. Algunos más que otros, basando casi toda su vida social en buscar ese tipo de interacción el género que le atrae, actuando como verdaderos picaflores y disfrutando de poder estar con alguien nuevo siempre que les apetezca. Era divertido, sí. Pero no tiene ni punto de comparación a lo que se siente cuando lo haces con alguien con el que sientes una verdadera conexión, alguien a quién conoces y con el que puedes comunicarte sin siquiera palabras. Cada movimiento era más intenso, más profundo. Y ambos se entendieron a la perfección en aquella sensual danza, en algunos momentos más violenta y brutal, y en otros más romántica y calmada. El caso es que se pegaron horas parriba y pabajo. Eran guerreros, tenían energía por un tubo y los cuerpos completamente preparados para todos los asaltos que hicieran falta. Por si os lo estábais preguntando, no, nadie durmió en el Baratie esa noche.
Estaba Airgid tan agustito, envuelta en las sábanas calentitas, durmiendo como un lirón y soñando con campos de metal impoluto, cuando unos gritos la despertaron. En principio no les hizo mucho caso, seguía debajo de su manta y aquello opacaba ligeramente el ruido. Airgid no acostumbraba a levantarse tarde, ni a remolonearse demasiado en la cama, pero no había descansado casi y sinceramente, no le apetecía estar en ningún otro lugar que no fuera aquel, con Ragn. ¿Quizás podían repetir? ¿Un último asalto timidín? Pero que va, el tío ese que gritaba no parecía querer irse.
Empezando a notar el cabreo subirle por el cuerpo, estuvo a punto de destaparse solo para mandar a la mierda a ese tío. Pero Ragnheidr se le adelantó, quitándole toda la manta de golpe y dejando que el desconodido la viera por completo. En bolas, vaya. Ragn se rió, el tío se sonrojó y apartó la mirada, y ella se escurrió por el colchón como una oruga, tratando de alcanzar de nuevo las sábanas para taparse. — ¡Buenos días a vosotros también, eh! — Soltó con sarcasmo, enrollándose la sábana blanca alrededor del cuerpo, como hacían siempre las tías en las películas. Ragn por su parte, se colocó un bañador de palmeritas y le preguntó la hora al tal Dolfi, sí, había gritado tanto que había resultado imposible no escucharle quejarse. — ¿¡Las doce!? — Joder, era tardísimo. En un día normal, a esa hora ya habría entrenado y avanzado con los ocho prototipos que estaba desarrollando al mismo tiempo por culpa de su inquieto culo. Comenzó a buscar su ropa, completamente tirada por ahí. Por un lado estaba el top, por otro el pantalón... ¿y las bragas? Esas siempre, siempre se acababan perdiendo.
Se había despertado más bien un poco enfadada por culpa de aquella interrupción, pero según se iba vistiendo, los ánimos que le iban calmando. Comenzó a recordar lo bien que lo había pasado aquella noche, lo increíble que había sido todo, lo... diferente que se notaba a sí misma. Algo en ella había cambiado, pero no sabía el qué, si era por el hecho de haberse unido por fin con el que consideraba que era el amor de su vida, o si por algo más físico. ¿Cómo, un embarazo? ¿Quién ha dicho eso? ¿Quién ha redactado esa guía?
A la mañana siguiente... ♥
Estaba Airgid tan agustito, envuelta en las sábanas calentitas, durmiendo como un lirón y soñando con campos de metal impoluto, cuando unos gritos la despertaron. En principio no les hizo mucho caso, seguía debajo de su manta y aquello opacaba ligeramente el ruido. Airgid no acostumbraba a levantarse tarde, ni a remolonearse demasiado en la cama, pero no había descansado casi y sinceramente, no le apetecía estar en ningún otro lugar que no fuera aquel, con Ragn. ¿Quizás podían repetir? ¿Un último asalto timidín? Pero que va, el tío ese que gritaba no parecía querer irse.
Empezando a notar el cabreo subirle por el cuerpo, estuvo a punto de destaparse solo para mandar a la mierda a ese tío. Pero Ragnheidr se le adelantó, quitándole toda la manta de golpe y dejando que el desconodido la viera por completo. En bolas, vaya. Ragn se rió, el tío se sonrojó y apartó la mirada, y ella se escurrió por el colchón como una oruga, tratando de alcanzar de nuevo las sábanas para taparse. — ¡Buenos días a vosotros también, eh! — Soltó con sarcasmo, enrollándose la sábana blanca alrededor del cuerpo, como hacían siempre las tías en las películas. Ragn por su parte, se colocó un bañador de palmeritas y le preguntó la hora al tal Dolfi, sí, había gritado tanto que había resultado imposible no escucharle quejarse. — ¿¡Las doce!? — Joder, era tardísimo. En un día normal, a esa hora ya habría entrenado y avanzado con los ocho prototipos que estaba desarrollando al mismo tiempo por culpa de su inquieto culo. Comenzó a buscar su ropa, completamente tirada por ahí. Por un lado estaba el top, por otro el pantalón... ¿y las bragas? Esas siempre, siempre se acababan perdiendo.
Se había despertado más bien un poco enfadada por culpa de aquella interrupción, pero según se iba vistiendo, los ánimos que le iban calmando. Comenzó a recordar lo bien que lo había pasado aquella noche, lo increíble que había sido todo, lo... diferente que se notaba a sí misma. Algo en ella había cambiado, pero no sabía el qué, si era por el hecho de haberse unido por fin con el que consideraba que era el amor de su vida, o si por algo más físico. ¿Cómo, un embarazo? ¿Quién ha dicho eso? ¿Quién ha redactado esa guía?