Asradi
Völva
11-11-2024, 04:09 PM
Asradi respiró hondo cuando su espalda se apoyó contra la pared exterior de la casa. Podría recuperar, esperaba, un poco el aliento. Y si tenía un poco de paciencia, no tardaría en escuchar la conversación. Para bien o para mal, no fue nada relevante. No más allá de un regaño por parte del viejo. El muy desgraciado se había refugiado allí después de haberle dado aviso a él. Pero lo que le hizo dar una vuelta al corazón fueron aquel par de sonidos que retumbaron, infernales, en sus oídos. Los ojos de Asradi se abrieron de par en par y todo su cuerpo tembló en inercia. Se llevó ambas manos a los labios, tratando de acallar cualquier sonido que pudiese salir de entre ellos y que, por ende, la delatase de alguna manera. El sonido de los disparos había reverberado en su cabeza de tal forma que se mantuvo ahí quieta sin moverse. Y rezando internamente porqué no fuese descubierta. No al menos todavía.
Ni siquiera fue capaz de escuchar los pasos que se alejaban, debido al inicial estado de shock en el que se encontraba y cuando, al fin, ganó valor, lo hizo para erguirse un poco y asomarse a través de la puerta trasera, la cual estaba abierta. Nada más hacerlo, lo primero que percibió fue el intenso aroma a sangre. No era un dolor desagradable para ella, al contrario. Pero la escena en sí era dantesca. El hecho de como aquella persona se había deshecho de las vidas de otras dos de una manera tan fría y desapegada.
Tragó saliva y retrocedió. Por muchos conocimientos médicos que tuviese, ese par ya no tenían salvación. Los tiros habían sido limpios a través del cráneo. Ya no quería quedarse ahi más tiempo. No solo por el hecho de que alguien podría llegar, alertado por los disparos o por todo el destrozo en la otra casa, e inculparla de alguna manera, aunque hubiese ayudado al pueblo de Oykot horas atrás. No tuvo más remedio que dejar los dos cuerpos ahí, ni tan siquiera los tocó. Sentía todavía, a medida que se alejaba de aquella dantesca escena, la picazón en su garganta. Ese doloroso nudo que se obligaba a tragar y a no liberarse. La sirena tuvo que inspirar aire antes de soltarlo de manera trémula.
Pero todavía le quedaba una cosa por hacer. Recordaba que habían hablado de una mercancía. De un cargamento. Y no, no estaba pensando en ella misma a pesar de que se habían referido también a ella como tal.
— El muelle... Por Neptuno, espero que no tengan a nadie más allí... — Era en lo único en lo que podía pensar ahora mismo.
El hecho de que pudiesen haber atrapado ya a alguien y lo tuviesen encerrado. Su moral no le permitía dejar a nadie atrás. No a alguien inocente. Y pensar que alguna criatura pudiese estar amenazada de correr el mismo destino que tuvo ella en el pasado...
Se le revolvía el estómago y se le estrujaba el corazón de tan solo pensarlo.
No supo de donde, pero sacó fuerzas de flaqueza a pesar del cansancio que llevaba encima. De las heridas y de que todavía le dolían los músculos. Con cautela y a través de callejones colindantes, la habitante del mar tomó el camino que la llevaría hasta el muelle.
Solo esperaba llegar a tiempo.
Le llevó más tiempo, del que le gustaría, llegar hasta dicho lugar, refugiándose en una esquina para poder contemplar el lugar con cierta perspectiva y cautela. Lo primero que buscó fue algo que le sirviese para distinguir el lugar donde tenían esa mercancía o, por lo menos, intentar encontrar al viejo.
Ni siquiera fue capaz de escuchar los pasos que se alejaban, debido al inicial estado de shock en el que se encontraba y cuando, al fin, ganó valor, lo hizo para erguirse un poco y asomarse a través de la puerta trasera, la cual estaba abierta. Nada más hacerlo, lo primero que percibió fue el intenso aroma a sangre. No era un dolor desagradable para ella, al contrario. Pero la escena en sí era dantesca. El hecho de como aquella persona se había deshecho de las vidas de otras dos de una manera tan fría y desapegada.
Tragó saliva y retrocedió. Por muchos conocimientos médicos que tuviese, ese par ya no tenían salvación. Los tiros habían sido limpios a través del cráneo. Ya no quería quedarse ahi más tiempo. No solo por el hecho de que alguien podría llegar, alertado por los disparos o por todo el destrozo en la otra casa, e inculparla de alguna manera, aunque hubiese ayudado al pueblo de Oykot horas atrás. No tuvo más remedio que dejar los dos cuerpos ahí, ni tan siquiera los tocó. Sentía todavía, a medida que se alejaba de aquella dantesca escena, la picazón en su garganta. Ese doloroso nudo que se obligaba a tragar y a no liberarse. La sirena tuvo que inspirar aire antes de soltarlo de manera trémula.
Pero todavía le quedaba una cosa por hacer. Recordaba que habían hablado de una mercancía. De un cargamento. Y no, no estaba pensando en ella misma a pesar de que se habían referido también a ella como tal.
— El muelle... Por Neptuno, espero que no tengan a nadie más allí... — Era en lo único en lo que podía pensar ahora mismo.
El hecho de que pudiesen haber atrapado ya a alguien y lo tuviesen encerrado. Su moral no le permitía dejar a nadie atrás. No a alguien inocente. Y pensar que alguna criatura pudiese estar amenazada de correr el mismo destino que tuvo ella en el pasado...
Se le revolvía el estómago y se le estrujaba el corazón de tan solo pensarlo.
No supo de donde, pero sacó fuerzas de flaqueza a pesar del cansancio que llevaba encima. De las heridas y de que todavía le dolían los músculos. Con cautela y a través de callejones colindantes, la habitante del mar tomó el camino que la llevaría hasta el muelle.
Solo esperaba llegar a tiempo.
Le llevó más tiempo, del que le gustaría, llegar hasta dicho lugar, refugiándose en una esquina para poder contemplar el lugar con cierta perspectiva y cautela. Lo primero que buscó fue algo que le sirviese para distinguir el lugar donde tenían esa mercancía o, por lo menos, intentar encontrar al viejo.