Juuken
Juuken
11-11-2024, 06:22 PM
Día 67 de Verano del año 724.
East Blue. Alta mar.
East Blue. Alta mar.
Un nuevo viaje se planteaba frente a nosotros. Habíamos abandonado la isla de Demontooth hacía escasas horas, y nuestro nuevo destino era una isla que, aparentemente, podría ser la mayor de todo el mar. La isla Organ, había comenzado a leer sobre ella en un libro que había conseguido en la villa Shimotsuki antes de nuestra partida. Cuando nos decidimos a ir hacia allí, busqué la información que pudiera sobre ella. Tenía toda la pinta de ser la más grande que había, y eso, obviamente, llamó la atención de nuestro capitán, que quiso que fuera nuestro siguiente destino.
El día marchaba tranquilo, yo estaba leyendo lo que ese libro decía mientras mantenía el rumbo fijo. Había días donde era preferente entrenar, pero tras lo que nos había llegado a ocurrir en esta isla, decidí comenzar a prepararme cada vez que viajásemos a una isla nueva. En la isla de Kilombo no había ocurrido gran cosa, salvo un pequeño incidente contra algunos marines que prefería no recordar, no obstante en las dos siguientes islas que visitamos, tuvimos serios aprietos. Perdimos camaradas por el camino, pero también hicimos nuevas amistades. Goku y Teruyoshi fueron nuestros nuevos camaradas, aunque el primero ya llevaba bastante tiempo con nosotros, de hecho le conocimos en aquél incidente en Kilombo.
El día de hoy decidí relajarme informándome de la isla, quería saber qué tipos de dificultades nos podría traer. Desgraciadamente todo lo que leía no me decía nada que pudiera ser realmente relevante en ese aspecto, el libro hablaba de la estructura de la isla, de las tres grandes zonas, una ciudad, unas llanuras y un desierto. Necesitaría buscar que es un desierto también, pero poco a poco. Cerré el libro y me centré en el timón, miré los controles de navegación, me aseguré que las velas estaban bien extendidas y firmes. Llevábamos un rumbo perfecto, no tardaríamos demasiado en llegar.
En cubierta estaban Goku y Lance, el resto estaba dentro, tal vez descansando. Teruyoshi entraba y salía de la cocina, estaría preparando algo, se acercaba el mediodía y posiblemente estaría preparando uno de sus platos. El último que hizo con pescado crudo estuvo realmente bueno, aunque a Goku no le gustaba mucho que le hiciera crecer el pelo. No dejaba de asombrarme de lo peculiar que resultaba ser este hombre, por más que le fuéramos conociendo, no dejaba de sorprenderme, cada vez con una cosa nueva.
Escuché algún tipo de murmullo. Parecía que Lance había avistado algo más adelante. Miré desde mi posición, pero estaba demasiado atrás en el barco para fijarme bien, era como si algo flotase más allá, en nuestro rumbo. Posiblemente algún naufragio. Había leído que, en ocasiones, algunos barcos naufragaban, tal vez porque el casco estaba dañado, tal vez por que se habían visto envueltos en algún tipo de conflicto en medio del mar. Posiblemente no fuera nada de eso, sino algo que tirarían de carga inservible al mar, para aligerar peso, por que algún bestia, como Gretta por ejemplo, se cabrease y arrojase algo para desahogarse o cualquier situación similar.
Me quedé mirando, pero todavía estaba muy lejos. Me acerqué al capitán por un lado, mirando en su misma dirección, no alcanzaba a ver bien lo que había allí. Tal vez debiera buscar la forma de hacerme con algún tipo de artilugio que me permitiese ver a lo lejos. Había leído que, generalmente, suele haber un artilugio que llaman “catalejo” que sirve para otear embarcaciones o islas en la lejanía, y poder comprobar de qué se trata antes de hacer una aproximación, así como otros navíos. No sería buena idea cruzarse con un barco de la marina. Pero si hay alguno de esos en el barco, lo cierto es que lo desconocía. Ni siquiera sé cómo es un catalejo de esos.
-¿Qué es eso, capitán? -Pregunté a Lance, esperando que pudiera sacarme de dudas.
Si alguien lo podía ver antes de tiempo era el capitán, era muy observador y siempre acababa dándose cuenta de cualquier cosa antes que nadie. Tal vez pudiera ser su mayor cualidad, fue capaz de darse cuenta de todo cuanto nos rodeaba en aquella maldita isla de bosques, donde acabamos bajo tierra corriendo de un lado a otro. Por lo menos conseguimos un valioso tesoro. La prueba la tenía en mi cintura, en aquella gran arma. Era más larga que las otras dos que solía cargar, y tenía unos grabados bastante curiosos que se iban iluminando cuando la utilizaba, sin embargo no siempre. No terminaba de comprender por qué ocurría, ni cómo funcionaba, pero me llamaba tanto la atención que a veces no podía dejar de mirarla y examinarla.
Pero ahora no era momento de fijarme en un arma. Tenía la mano posada sobre el pomo de la misma, pero la solté y puse mis manos en la barandilla de cubierta, mirando por encima del navío hacia aquello desconocido que, cada vez, iba aproximándose más a nosotros.