Teruyoshi
Teru
12-11-2024, 01:24 AM
Teruyoshi se quedó con un sentimiento amargo cuando alzó la zarpa para despedirse una última vez. La aparición de la madre de Sunōfurēku había trastocado todos los planes que tenía el mink con aquella pequeña bola de pelo, la cual no tardó en desaparecer entre la espesura, arrastrado por su madre tras escuchar el murmullo de gente acercándose, dejando así un hueco en lo más profundo del corazón felino del mink. Indudablemente, se había encariñado de ese bichillo.
El mink dejó a un lado ese sentimiento de pena, no quería que nadie lo viera así, mustio. Por eso sacudió la cabeza en un intento de alejar esos pensamientos y se preparó para afrontar al gentío que se acercaba.
- A buenas horas… - dijo en un susurro el mink echándose la zarpa a la cabeza al reconocer a la gente de la villa.
Los humanos venían armados con utensilios de labranza y antorchas, encabezados por el único e inigualable Bill, quien, nada más ver a Teruyoshi, volvió a ofenderlo sin ser capaz de leer la situación.
- ¿En serio quiere que lo mate o es que simplemente es así de estúpido? - pensó el mink mientras fulminaba con la mirada al hombrecillo. Teruyoshi fue a decirle algo, pero entonces, uno de los hombres que lo acompañaba, se adelantó dando luz al asunto.
- Al menos no todos son tontos de remate - siguió para sí mismo al ver el correctivo que se llevaba Bill mientras dejaba que el grupo asimilara la escena.
Tras un instante, la gente por fin comprendió lo que había pasado y se acercaron al mink, adulándolo como se merecía. El gato se sentía en la gloria entre tanto cariño y preocupación. Era el trato que había esperado recibir desde el primer instante que había puesto una zarpa en la isla, por lo que se dejó querer unos instantes por el pueblo antes de dirigirse a ellos.
- Grrracias, grrracias… - comenzó el gato con su peculiar tono de voz, haciéndose notar por encima del gentío mientras movía las zarpas hacia arriba y abajo en un gesto de calma. - La verrrdad es que fue un combate espectacular. Tuve que enfrentarme con esas dos enorrrmes bestias con solo mis zarpas… incluso llegaron a herirrrme - dijo señalándose la herida que había recibido por cubrir a Sunōfurēku, dándole emoción al relato. - Pero grrracias a mis grrrrandes dotes de combate, y con la ayuda de una de las nobles bestias de este valle, conseguí deshacerme de ellos sin problemas - continuó, introduciendo en la ecuación a los tigres blancos. - Estos seres tienen un pelaje níveo digno de alabanza, así como trrres grrrandes colas que los hacen inconfundibles. Si véis alguno en los caminos cuando hagáis los trrransportes, no os asustéis - dejó una leve pausa para coger aire - sino que dadles una pequeña ofrrrenda y os dejarán seguir gustosos. Son enemigos de vuestrrros enemigos… y podéis llegar a llevaros bien si les demostrrráis que sois aliados.
Durante su discurso, le llegó el inconfundible hedor a orín que no solo había olido antes, sino tocado… y menos mal que no chupado. Dicho olor no podía venir de otro que de su amigo Bill, el cual se encontraba tendido en el suelo, manchando sus pantalones. Era un ser tan patético que Teruyoshi había perdido incluso el interés en él. Algo tan insignificante no podía molestar a la magnificencia del gato.
- Maldito ser inferior - pensó antes de devolver la atención a su nuevo público.
- Me quedaré un tiempo por la villa para asegurarme de que nada os pase - afirmó el mink con la intención de convencer al gentío. - Acompañaré vuestros carrros y me aseguraré que la mercancía llegue a su sitio. Al igual que ayudaré a entenderos con las bestias salvajes de la zona… - prosiguió, haciendo otra pausa para que la gente fuera procesando la información, pero sin darles el tiempo suficiente para hablar. - Pero eso tendrrrá que ser mañana mis queridos amigos… Ahora volvamos y celebrrremos esta grrran victoria trrras informar a Maese Kato - dijo recordando al anciano. La intención del mink desde el principio solo había sido ganarse el favor de esta gente para encontrar alguien entre ellos dispuesto a enseñarle artes marciales, por lo que centró el curso de la conversación hacia él. - Me encantaría darrrle la buena noticia perrrsonalmente. Prrrometí que completaría esta tarea y debo prrresentar mis rrresultados ante él. Así que acompáñenme a darrrle la buena noticia, seguro que se alegrrrara de enterarrrse. Hoy la victoria es nuestrrra - aseguró el gato, con la intención de llevar a toda esa gente consigo. El mink esperaba conseguir el beneplácito del anciano si veía que parte del pueblo lo había aceptado como un salvador, así que, tras su arenga, se dispuso a caminar de vuelta a la villa… aunque no sin antes volver una última mirada atrás en busca de la mirada de su pequeño amigo. Iba a echarlo de menos.
El mink dejó a un lado ese sentimiento de pena, no quería que nadie lo viera así, mustio. Por eso sacudió la cabeza en un intento de alejar esos pensamientos y se preparó para afrontar al gentío que se acercaba.
- A buenas horas… - dijo en un susurro el mink echándose la zarpa a la cabeza al reconocer a la gente de la villa.
Los humanos venían armados con utensilios de labranza y antorchas, encabezados por el único e inigualable Bill, quien, nada más ver a Teruyoshi, volvió a ofenderlo sin ser capaz de leer la situación.
- ¿En serio quiere que lo mate o es que simplemente es así de estúpido? - pensó el mink mientras fulminaba con la mirada al hombrecillo. Teruyoshi fue a decirle algo, pero entonces, uno de los hombres que lo acompañaba, se adelantó dando luz al asunto.
- Al menos no todos son tontos de remate - siguió para sí mismo al ver el correctivo que se llevaba Bill mientras dejaba que el grupo asimilara la escena.
Tras un instante, la gente por fin comprendió lo que había pasado y se acercaron al mink, adulándolo como se merecía. El gato se sentía en la gloria entre tanto cariño y preocupación. Era el trato que había esperado recibir desde el primer instante que había puesto una zarpa en la isla, por lo que se dejó querer unos instantes por el pueblo antes de dirigirse a ellos.
- Grrracias, grrracias… - comenzó el gato con su peculiar tono de voz, haciéndose notar por encima del gentío mientras movía las zarpas hacia arriba y abajo en un gesto de calma. - La verrrdad es que fue un combate espectacular. Tuve que enfrentarme con esas dos enorrrmes bestias con solo mis zarpas… incluso llegaron a herirrrme - dijo señalándose la herida que había recibido por cubrir a Sunōfurēku, dándole emoción al relato. - Pero grrracias a mis grrrrandes dotes de combate, y con la ayuda de una de las nobles bestias de este valle, conseguí deshacerme de ellos sin problemas - continuó, introduciendo en la ecuación a los tigres blancos. - Estos seres tienen un pelaje níveo digno de alabanza, así como trrres grrrandes colas que los hacen inconfundibles. Si véis alguno en los caminos cuando hagáis los trrransportes, no os asustéis - dejó una leve pausa para coger aire - sino que dadles una pequeña ofrrrenda y os dejarán seguir gustosos. Son enemigos de vuestrrros enemigos… y podéis llegar a llevaros bien si les demostrrráis que sois aliados.
Durante su discurso, le llegó el inconfundible hedor a orín que no solo había olido antes, sino tocado… y menos mal que no chupado. Dicho olor no podía venir de otro que de su amigo Bill, el cual se encontraba tendido en el suelo, manchando sus pantalones. Era un ser tan patético que Teruyoshi había perdido incluso el interés en él. Algo tan insignificante no podía molestar a la magnificencia del gato.
- Maldito ser inferior - pensó antes de devolver la atención a su nuevo público.
- Me quedaré un tiempo por la villa para asegurarme de que nada os pase - afirmó el mink con la intención de convencer al gentío. - Acompañaré vuestros carrros y me aseguraré que la mercancía llegue a su sitio. Al igual que ayudaré a entenderos con las bestias salvajes de la zona… - prosiguió, haciendo otra pausa para que la gente fuera procesando la información, pero sin darles el tiempo suficiente para hablar. - Pero eso tendrrrá que ser mañana mis queridos amigos… Ahora volvamos y celebrrremos esta grrran victoria trrras informar a Maese Kato - dijo recordando al anciano. La intención del mink desde el principio solo había sido ganarse el favor de esta gente para encontrar alguien entre ellos dispuesto a enseñarle artes marciales, por lo que centró el curso de la conversación hacia él. - Me encantaría darrrle la buena noticia perrrsonalmente. Prrrometí que completaría esta tarea y debo prrresentar mis rrresultados ante él. Así que acompáñenme a darrrle la buena noticia, seguro que se alegrrrara de enterarrrse. Hoy la victoria es nuestrrra - aseguró el gato, con la intención de llevar a toda esa gente consigo. El mink esperaba conseguir el beneplácito del anciano si veía que parte del pueblo lo había aceptado como un salvador, así que, tras su arenga, se dispuso a caminar de vuelta a la villa… aunque no sin antes volver una última mirada atrás en busca de la mirada de su pequeño amigo. Iba a echarlo de menos.