Raiga Gin Ebra
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12-11-2024, 07:35 PM
Raiga se echó hacia atrás en el hombro de Silvain, balanceando las piernas y riendo para sí, divertido con la situación. Aquel gigantón le daba una vista privilegiada del Baratie. No es que tuviese mucho que ver el restaurante marítimo, para ser sinceros, pero ver todo desde esa posición parecía darte poder inmediato. ¿Cómo sería un puñetazo de ese tipo? Seguramente lento pero potente. Como decía el dicho del yonqui de su barrio, seguro que de una hostia de Silvain una familia entera estaría de luto.
Lo cierto es que con cada palabra que soltaba, Raiga encontraba alguna manera de burlarse o hacer una de sus acostumbradas bromas. Lo miró de reojo, con ese aire descarado, y no pudo evitar soltar un comentario.
—Mira, grandullón, ¿te das cuenta de que ocupas más que todo el maldito restaurante? —se rió, dándole una palmada en el hombro que no sabía si el enorme tipo llegaría siquiera a sentir — En serio, si alguien te viera desde lejos pensaría que el Baratie es tu barco personal o algo así. O que eres un mascarón de proa a medio poner. ¿Tío te imaginas? Estaría to’ guapo hermano.
Silvain lo miró de reojo, y Raiga, lejos de acobardarse, se inclinó para observar mejor el rostro del grandullón, notando su parche en el ojo y la barba desordenada. Con un tono burlón, continuó. Porque si algo se le daba mal a Raiga era parar de decir estupideces una vez empezaba.
—Oye, oye, ¿me estás diciendo que pensabas que había un montón de tipos como tú por ahí? —Raiga se llevó una mano a la boca, fingiendo asombro — Hermano, ¿te has visto en un espejo? Aunque… pensándolo bien, ¿habrá algún espejo que soporte semejante mole? Quizá el reflejo del agua, y eso si el mar no se revuelca al verte.
Durante un momento la pregunta iba en serio. ¿Habría un espejo que mostrase al gigantón de cuerpo entero? El mink lo dudaba la verdad. La vida con ese tamaño debía ser tan complicada… Qué estrés, todo, ¿verdad? Desde encontrar ropa, a meterse en una taberna… Incluso el Baratie, un restaurante marítimo de leyenda, no estaba completamente adaptado para gente de su tamaño. Qué barbaridad.
Las carcajadas de Raiga resonaron mientras estaba absorto en sus pensamientos, tras acordarse del reciente comentario que había soltado. El zorro no iba a detenerse tan fácilmente; tenía una chispa de travesura incontrolable y el tamaño de Silvain le parecía un chiste sin fin. Que a su vez era otro chiste, ¿no? Porque realmente el tipo no tenía fin.
El mink correteó por el cuerpo de Silvain para moverse del hombro derecho al izquierdo. Se marcó un sprint mientras iba haciendo ruidos, como si fuera una moto. Pero no una cualquiera, una de esas gordas que corren mucho. Casi tanto como Raiga en aquél momento.
—Mira primo, hasta creo que podría echarme al sobre en tu oreja, no me parece mala idea del todo la verdad —dijo, sin poder reprimir la risa mientras se acercaba a observarla mejor. Pero al verla de cerca, su entusiasmo se desinfló un poco. Frunció el ceño, notando la cantidad de cera que había acumulada. ¿Se quedaría ahí atrapado como una mosca en una telaraña? Joder, ahora tenía ganas de probarlo. O no, ni él lo sabía.
—¡Pero qué asco hermano! —exclamó, sacudiendo la cabeza con cara de disgusto — Si yo me meto ahí, fijo que salgo convertido en vela o algo peor. Podrías hacerte una buena limpieza, ¿eh? Con lo grande que eres, cualquier cosa en tus orejas puede ser un problema de proporciones épicas. Es que puede entrar una puta golondrina ahí y plantar un nido. ¿No te ha pasado antes? No me lo creo tío…
Pero la historia no quedaba ahí. Tras unos segundos, Silvain le replicó con esa actitud calmada, diciendo que un moco suyo probablemente pesaba más que todo el cuerpo de Raiga. El mink, lejos de amedrentarse, se empezó a reír, sentándose en aquél hombro que era su particular banco gigantesco.
—¿Un moco? —repitió, secándose una lágrima de tanto reírse — Pues hermano, ¡no me quiero ni imaginar cómo deben ser los zurullos que sueltes! Ese día nos morimos todos. Nos puedes enterrar en mierda grandullón, cuidado eh. Cuidadoooo
Raiga sonreía, satisfecho, y sabía que, aunque jugaba con fuego, disfrutaba de la compañía de un grandullón como Silvain.
Los barcos iban y venían pero ninguno parecía ser del tamaño suficiente para cargar con el gigantón. La verdad es que el mink jamás se imaginó que habría tanto problema en elegir un barco. Menos mal que el gigantón no era una mujer, porque entonces… No solo tendría que fijarse en el tamaño, sino también en el color, en la forma, en que fuera cuqui… Joder, qué asco de tías.
Oye… ¿y si de verdad robaban el Baratie? ¿Cómo sería viajar en él? Fua, una locura seguro. Desde luego no les faltaría comida. Ni camas… No, en serio, era la mejor idea que había escuchado aquellos días. Volvió a correr de un hombro al otro, pero esta vez se paró en la nuca de Silvain y trepó un poco hasta la parte alta de su cabeza, agarrándose a los cabellos del tipo. Le dió un par de capones con fuerza, para que los notase y así llamar su atención y tras ello le dió su aprobación. Sí. Iban a robar el Baratie.
—Plan sin fisuras hermano. Ya tenemos barco.
Lo cierto es que con cada palabra que soltaba, Raiga encontraba alguna manera de burlarse o hacer una de sus acostumbradas bromas. Lo miró de reojo, con ese aire descarado, y no pudo evitar soltar un comentario.
—Mira, grandullón, ¿te das cuenta de que ocupas más que todo el maldito restaurante? —se rió, dándole una palmada en el hombro que no sabía si el enorme tipo llegaría siquiera a sentir — En serio, si alguien te viera desde lejos pensaría que el Baratie es tu barco personal o algo así. O que eres un mascarón de proa a medio poner. ¿Tío te imaginas? Estaría to’ guapo hermano.
Silvain lo miró de reojo, y Raiga, lejos de acobardarse, se inclinó para observar mejor el rostro del grandullón, notando su parche en el ojo y la barba desordenada. Con un tono burlón, continuó. Porque si algo se le daba mal a Raiga era parar de decir estupideces una vez empezaba.
—Oye, oye, ¿me estás diciendo que pensabas que había un montón de tipos como tú por ahí? —Raiga se llevó una mano a la boca, fingiendo asombro — Hermano, ¿te has visto en un espejo? Aunque… pensándolo bien, ¿habrá algún espejo que soporte semejante mole? Quizá el reflejo del agua, y eso si el mar no se revuelca al verte.
Durante un momento la pregunta iba en serio. ¿Habría un espejo que mostrase al gigantón de cuerpo entero? El mink lo dudaba la verdad. La vida con ese tamaño debía ser tan complicada… Qué estrés, todo, ¿verdad? Desde encontrar ropa, a meterse en una taberna… Incluso el Baratie, un restaurante marítimo de leyenda, no estaba completamente adaptado para gente de su tamaño. Qué barbaridad.
Las carcajadas de Raiga resonaron mientras estaba absorto en sus pensamientos, tras acordarse del reciente comentario que había soltado. El zorro no iba a detenerse tan fácilmente; tenía una chispa de travesura incontrolable y el tamaño de Silvain le parecía un chiste sin fin. Que a su vez era otro chiste, ¿no? Porque realmente el tipo no tenía fin.
El mink correteó por el cuerpo de Silvain para moverse del hombro derecho al izquierdo. Se marcó un sprint mientras iba haciendo ruidos, como si fuera una moto. Pero no una cualquiera, una de esas gordas que corren mucho. Casi tanto como Raiga en aquél momento.
—Mira primo, hasta creo que podría echarme al sobre en tu oreja, no me parece mala idea del todo la verdad —dijo, sin poder reprimir la risa mientras se acercaba a observarla mejor. Pero al verla de cerca, su entusiasmo se desinfló un poco. Frunció el ceño, notando la cantidad de cera que había acumulada. ¿Se quedaría ahí atrapado como una mosca en una telaraña? Joder, ahora tenía ganas de probarlo. O no, ni él lo sabía.
—¡Pero qué asco hermano! —exclamó, sacudiendo la cabeza con cara de disgusto — Si yo me meto ahí, fijo que salgo convertido en vela o algo peor. Podrías hacerte una buena limpieza, ¿eh? Con lo grande que eres, cualquier cosa en tus orejas puede ser un problema de proporciones épicas. Es que puede entrar una puta golondrina ahí y plantar un nido. ¿No te ha pasado antes? No me lo creo tío…
Pero la historia no quedaba ahí. Tras unos segundos, Silvain le replicó con esa actitud calmada, diciendo que un moco suyo probablemente pesaba más que todo el cuerpo de Raiga. El mink, lejos de amedrentarse, se empezó a reír, sentándose en aquél hombro que era su particular banco gigantesco.
—¿Un moco? —repitió, secándose una lágrima de tanto reírse — Pues hermano, ¡no me quiero ni imaginar cómo deben ser los zurullos que sueltes! Ese día nos morimos todos. Nos puedes enterrar en mierda grandullón, cuidado eh. Cuidadoooo
Raiga sonreía, satisfecho, y sabía que, aunque jugaba con fuego, disfrutaba de la compañía de un grandullón como Silvain.
Los barcos iban y venían pero ninguno parecía ser del tamaño suficiente para cargar con el gigantón. La verdad es que el mink jamás se imaginó que habría tanto problema en elegir un barco. Menos mal que el gigantón no era una mujer, porque entonces… No solo tendría que fijarse en el tamaño, sino también en el color, en la forma, en que fuera cuqui… Joder, qué asco de tías.
Oye… ¿y si de verdad robaban el Baratie? ¿Cómo sería viajar en él? Fua, una locura seguro. Desde luego no les faltaría comida. Ni camas… No, en serio, era la mejor idea que había escuchado aquellos días. Volvió a correr de un hombro al otro, pero esta vez se paró en la nuca de Silvain y trepó un poco hasta la parte alta de su cabeza, agarrándose a los cabellos del tipo. Le dió un par de capones con fuerza, para que los notase y así llamar su atención y tras ello le dió su aprobación. Sí. Iban a robar el Baratie.
—Plan sin fisuras hermano. Ya tenemos barco.