Ray
Kuroi Ya
12-11-2024, 08:12 PM
El trayecto por el interior de la cueva, sorteando las enormes estalagmitas que inundaban aquella zona, fue más largo de lo esperado. Esto se debió sobre todo a los rodeos que tuvieron que dar en ocasiones debido a las grandes formaciones minerales que impedían un avance en línea recta. Y durante todo el camino los quejidos se fueron haciendo cada vez más intensos. Eran verdaderos lamentos, que no podían asegurar quién profería pero que dejaban muy a las claras que fuese quien fuese esa persona estaba sintiendo un intenso dolor incluso sin necesidad de utilizar el Haki.
Unos minutos después llegaron a lo que parecía una pequeña caverna dentro de la caverna, como las capas de una cebolla. La presencia del encapuchado podía percibirse en su interior, y los desgarradores lamentos también parecían provenir de allí, así que sin pensárselo demasiado los tres aventureros entraron tras analizar la zona mediante su voluntad.
Y una vez dentro lo que encontraron fue realmente sorprendente. Se trataba de una estancia sin estalactitas ni estalagmitas, pero a cambio sus paredes se encontraban cubiertas de hielo por completo. La luz entraba desde la abertura de entrada y rebotaba una y otra vez en la gélida superficie, creando multitud de reflejos azulados que daban a aquel lugar una sorprendente belleza. En la parte del fondo una extraña estructura de morfología ovalada brillaba en el mismo tono que las paredes, pero con la particularidad de que en su interior el Haki del peliblanco podía percibir una presencia. Una no humana, sino más bien similar en ciertos aspectos a la de la bestia a la que habían derrotado. No había muchas dudas al respecto. Se trataba de un huevo, uno puesto por aquel monstruo donde su descendencia se desarrollaba hasta que estuviera preparada para salir al mundo exterior.
Los gemidos venían del encapuchado, que tocaba el huevo con una de sus manos mientras sollozaba y les echaba la culpa de su sufrimiento por haber acabado con el progenitor de aquel ser, al que se refirió como Boopie. Fue en ese instante cuando se volvió hacia ellos y su capucha cayó, revelando el rostro del campesino que había irrumpido en la taberna cuando se encontraban en ella clamando que se habían llevado a su amigo. Comenzó a quejarse de que habían arruinado sus planes de fugarse junto al monstruo, que al parecer era una monstrua, y su cría a un lugar donde pudieran vivir tranquilos al acabar con la bestia. Entre lamentos, se preguntó en voz alta cómo iba él ahora a proveer por esa criatura no nata y a criarla.
Aquello resultaba realmente llamativo. Al parecer un hombre y una leviatán habían conseguido de alguna inexplicable manera tener descendencia, lo cual desde un punto de vista puramente científico como médico le parecía fascinante. Y por otro lado, parecían haber desarrollado un vínculo muy profundo pese a sus diferencias. Era conmovedor, hasta que uno recordaba los estragos que la enamorada de aquel tipo llevaba semanas causando y la cantidad de inocentes a los que había matado.
El pequeño sin duda sería tremendamente peligroso cuando creciera, pero no dejaba de ser cierto que no tenía culpa de ninguno de los pecados cometidos por su madre. Sería injusto condenarle incluso antes de su nacimiento. Pero tampoco podían dejar que creciera allí y volviera en un tiempo a aterrorizar a los habitantes de Goza como había hecho su progenitora. Así que la solución que propuso Octojin parecía a ojos de Ray la más sensata. El peliblanco apoyó las palabras de su compañero con voz cálida y tranquila, pero firme al mismo tiempo, dirigiéndose al campesino:
- Como dice mi compañero, nos vimos obligados a defendernos de Boopie y a evitar que siguiera haciendo daño a más gente. No queremos que vuestro hijo no nato repita los errores de su madre, no podemos permitir que eso suceda. Hay demasiadas vidas inocentes en juego. Si nos acompañas, te prometo que ni a ti ni a tu cría os pasará nada. Quedaréis bajo la responsabilidad de la Marina y esta se encargará de que crezca sano y salvo y de que estés a su lado en un lugar donde nadie pueda salir herido debido a ello.
Esperaba que su labia y su capacidad para ganarse a la gente fueran suficientes para ganarse la confianza de su interlocutor y convencerle de irse con ellos sin oponer resistencia a cambio de garantizar la seguridad de su supuesto hijo. De lo contrario se verían obligados a utilizar la fuerza, y era algo que quería evitar a toda costa. El pobre hombre ya había sufrido bastante, no había necesidad de prolongar esa espiral.
Unos minutos después llegaron a lo que parecía una pequeña caverna dentro de la caverna, como las capas de una cebolla. La presencia del encapuchado podía percibirse en su interior, y los desgarradores lamentos también parecían provenir de allí, así que sin pensárselo demasiado los tres aventureros entraron tras analizar la zona mediante su voluntad.
Y una vez dentro lo que encontraron fue realmente sorprendente. Se trataba de una estancia sin estalactitas ni estalagmitas, pero a cambio sus paredes se encontraban cubiertas de hielo por completo. La luz entraba desde la abertura de entrada y rebotaba una y otra vez en la gélida superficie, creando multitud de reflejos azulados que daban a aquel lugar una sorprendente belleza. En la parte del fondo una extraña estructura de morfología ovalada brillaba en el mismo tono que las paredes, pero con la particularidad de que en su interior el Haki del peliblanco podía percibir una presencia. Una no humana, sino más bien similar en ciertos aspectos a la de la bestia a la que habían derrotado. No había muchas dudas al respecto. Se trataba de un huevo, uno puesto por aquel monstruo donde su descendencia se desarrollaba hasta que estuviera preparada para salir al mundo exterior.
Los gemidos venían del encapuchado, que tocaba el huevo con una de sus manos mientras sollozaba y les echaba la culpa de su sufrimiento por haber acabado con el progenitor de aquel ser, al que se refirió como Boopie. Fue en ese instante cuando se volvió hacia ellos y su capucha cayó, revelando el rostro del campesino que había irrumpido en la taberna cuando se encontraban en ella clamando que se habían llevado a su amigo. Comenzó a quejarse de que habían arruinado sus planes de fugarse junto al monstruo, que al parecer era una monstrua, y su cría a un lugar donde pudieran vivir tranquilos al acabar con la bestia. Entre lamentos, se preguntó en voz alta cómo iba él ahora a proveer por esa criatura no nata y a criarla.
Aquello resultaba realmente llamativo. Al parecer un hombre y una leviatán habían conseguido de alguna inexplicable manera tener descendencia, lo cual desde un punto de vista puramente científico como médico le parecía fascinante. Y por otro lado, parecían haber desarrollado un vínculo muy profundo pese a sus diferencias. Era conmovedor, hasta que uno recordaba los estragos que la enamorada de aquel tipo llevaba semanas causando y la cantidad de inocentes a los que había matado.
El pequeño sin duda sería tremendamente peligroso cuando creciera, pero no dejaba de ser cierto que no tenía culpa de ninguno de los pecados cometidos por su madre. Sería injusto condenarle incluso antes de su nacimiento. Pero tampoco podían dejar que creciera allí y volviera en un tiempo a aterrorizar a los habitantes de Goza como había hecho su progenitora. Así que la solución que propuso Octojin parecía a ojos de Ray la más sensata. El peliblanco apoyó las palabras de su compañero con voz cálida y tranquila, pero firme al mismo tiempo, dirigiéndose al campesino:
- Como dice mi compañero, nos vimos obligados a defendernos de Boopie y a evitar que siguiera haciendo daño a más gente. No queremos que vuestro hijo no nato repita los errores de su madre, no podemos permitir que eso suceda. Hay demasiadas vidas inocentes en juego. Si nos acompañas, te prometo que ni a ti ni a tu cría os pasará nada. Quedaréis bajo la responsabilidad de la Marina y esta se encargará de que crezca sano y salvo y de que estés a su lado en un lugar donde nadie pueda salir herido debido a ello.
Esperaba que su labia y su capacidad para ganarse a la gente fueran suficientes para ganarse la confianza de su interlocutor y convencerle de irse con ellos sin oponer resistencia a cambio de garantizar la seguridad de su supuesto hijo. De lo contrario se verían obligados a utilizar la fuerza, y era algo que quería evitar a toda costa. El pobre hombre ya había sufrido bastante, no había necesidad de prolongar esa espiral.