Atlas
Nowhere | Fénix
12-11-2024, 09:50 PM
Los pájaros no trinan en Loguetown desde hace unos días. Ni siquiera se les ve volar. Diría que es porque no lo están haciendo, pero, incluso si estuvieran en las alturas, no se les podría ver debido a la densa y pesada cortina oscura que les separa del suelo. La mayoría han abandonado la ciudad y se han alejado a zonas donde el humo de los buques carboneros no llega. Los pocos que quedan permanecen ocultos en las ramas de los árboles de la ciudad más prominente del East Blue, los cuales, en vano, intentan depurar el aire que mancha la codicia de Coal SL.
Uno de esos pequeños pájaros, de los pocos valientes que han optado por no abandonar la ciudad por el momento, se posa en el exterior de una de las ventanas del Trago del Marinero. Casi al mismo tiempo, otro detiene su vuelo sobre el cartel de una tienda de artesanía situada en la Plaza del Patíbulo: los Detalles de la Sirena. Las manecillas del reloj marcan las seis de la tarde cuando la actividad comienza.
Byron, justo en el momento en que sacas tu tarjeta para mostrársela a Kael, ya en camino hacia la tienda de artesanía, puedes apreciar por el rabillo del ojo cómo una sombra se mueve tras el cristal. Casi al mismo tiempo, un pequeño pajarillo se detiene sobre el cartel de la tienda, tosiendo para dejar escapar una pequeña bocanada de... ¿humo? Sí, parece humo, pero lo más importante aquí es otra cosa: ¿desde cuándo tosen los pájaros?
Sea como sea, si por casualidad estás mirando el reloj comprobaréis, tanto tú como Kael, que las manecillas marcan las seis en punto. Si hubiese alguna ventana abierta en la zona tal vez escucharíais el anuncio de los relojes al dar la hora, pero con tanto hollín en suspensión está todo cerrado. Todo menos la puerta de Detalles de la Sirena, claro, que se acaba de abrir para regalar un agudo y acogedor sonido a quien lo pueda escuchar.
Una mujer de unos cincuenta y muchos años se asoma a la puerta, mira hacia ambos lados, os señala y os hace un gesto para que entréis. Si no recuerdo mal, una tienda de artesanía era uno de los puntos de encuentro, ¿no? Muy mal se tiene que dar la cosa para que todo sea una trampa cuando la información era tan precisa. Supondré que entráis.
Kael, en cuanto entras percibes un agradable olor a jazmín que nace de un sinfín de velas perfumadas distribuidos por el lugar. Están posicionadas en lugares estratégicos y, por supuesto, encendidas para dar al negocio un ambiente acogedor que invite a quedarse ahí y comprar. Lo tiene muy bien montado, desde luego. Los productos que vende son de lo más variado, pasando por tapices, cerámicas, cuadros y pequeñas estatuillas. Todas son diferentes, lo que hace pensar que son artesanales de verdad. Hay más clientes que comprueban y analizan los objetos con genuino interés, un total de cuatro.
—Me prometieron más gente, pero tampoco pasa nada. Creo que podremos apañarnos —dice entonces la mujer después de meterse detrás del mostrador—. Sus tarjetas, por favor —añade al tiempo que extiende la mano frente a ella. Uno a uno, todos los presentes dejan lo que tenían entre manos y muestran una tarjeta idéntica a la de Byron—. No tenemos tiempo que perder, así que seré franca —dice en un tono de voz envolvente al tiempo que se aproxima de nuevo a la puerta y gira el cartel para que ponga "Cerrado"—: Acaban ustedes de asociarse a Tartarum para una operación un tanto peliaguda. Esto no implica nada que se parezca a fidelidad ni subordinación, pero sí es un acuerdo mutuamente beneficioso que no debe ser roto. De hacerlo, aténganse a las consecuencias.
La propietaria del negocio deja que se instaure un largo e incómodo silencio que se desliza entre todos vosotros. Al mismo tiempo, su mirada se clava en vuestras pupilas, uno tras otro, sin molestarle en absoluto el tiempo que perdure el silencio. Calibra vuestra decisión, el destello de ambición en vuestros ojos... No sé, pero cualquiera vería que os está analizando.
—En Loguetown hay muchos ojos que lo observan todo, no solo los de la Marina. Damos por hecho que esos ojos nos han visto, pero las guerras en el mundo real, el nuestro, se libran en unas trincheras diferentes: las trincheras de la información y la influencia, entre otras. El problema no es que nos estén viendo, sino que nos puedan seguir en todo momento. Incluso entre ustedes podría haber interesados en hacer saltar por los aires la operación, así que se les entregará una dirección diferente a cada uno. Deben ir a dicha dirección, recoger lo que allí se les entregue y, sin abrirlo, llevarlo hasta la ubicación indicada en el sobre que ahora les entregaré. Uno de ustedes es un miembro de nuestra máxima confianza, así que los demás son simplemente señuelos. ¿Alguna duda?
Confirme termina de hablar saca una pila de sobres y entrega uno a cada uno. Sí, cada uno de vosotros también tiene un sobre diferente, así que tendréis que ver cómo resolvéis el asunto. Aunque no seáis topos o infiltrados, no sé si verían mal que dos personas en concreto fuesen juntas por ahí.
En el Trago del Marinero la cosa es un tanto diferente. Allí todo el mundo va a lo suyo, sumidos todos los clientes en un alboroto de palabras malsonantes, apuestas, escupitajos y todas esas cosas propias de una taberna como la que os ha visto entrar. Cerca de la puerta, Derian recibe la copa de vino que había pedido. No sé qué esperabas de un lugar de esas características, pero ya te informo de que el peor que hayas probado en tu vida es una delicia al lado de ése. Una de dos: se guardan la mejor calidad para clientes selectos o realmente allí sólo trabajan con cosas que embriagan independientemente de su calidad y no con bebida de nivel. Como te decía, desde luego no está a la altura de tus expectativas. Junto a ti, un pajarillo se ha ido a detener en el alfeizar de la ventana, pero por el lado exterior. Tose —o algo similar— y justo después puedes ver cómo el hollín abandona sus pequeños pulmones. Esa compañía se los va a cargar a todos, desde luego. Por otro lado, el momento coincide con el instante en que los relojes marcan las seis en punto.
Paralelamente, en la barra Percival mantiene una conversación con el tabernero. Es lisa en la superficie, pero muy rugosa en las profundidades, con mensajes que se quieren decir pero los labios no enuncian. Hablan el mismo idioma, o eso parece.
—Las ratas aprovechan para salir cuando no se ve demasiado y, si has venido por las mismas calles que vine yo a primera hora de la mañana, habrás podido ver que apenas se ve nada con tanto humo. No te vayas.
El fin de las palabras del del otro lado de la barra viene seguido de manera casi inmediata por una campana al ser agitada insistentemente. Como si fuese la señal que anuncia el fin del recreo, la mayor parte de los clientes se levantan de sus asientos sin importar la severidad de la embriaguez con la que cargan. Algunos por su propio pie y otros con ayuda, abandonan el negocio después de dejar sobre la mesa la cantidad adeudada.
En diversas mesas quedan personas sentada. Todas ellas sobrias, al menos en apariencia, y todas ellas solas. Todas a excepción de un hombre, que se encuentra en una mesa apartada y fuera del alcance de miradas indiscretas que pudiesen asomar por la ventana. Junto a él hay una mujer y un hombre. Los tres visten elegantes trajes, siendo el del primero claramente mejor factura que los otros, que no se quedan atrás. Frente a él hay un cenicero a rebosar de puros consumidos, mientras que en su mano tiene otro que está a la mitad.
—Bueno, ahora que tenemos un poco de intimidad, permítanme que me presente —dice el del puro, levantándose al tiempo que se acomoda al traje—. Mi nombre es Henry Deschamps y, entre muchas otras cosas, soy el presidente de Coal SL. En los próximos días tengo varios negocios en Loguetown. Algunos son más conocidos —dice al tiempo que hace un gesto al aire, como refiriéndose al humo—, mientras que otros son de un ámbito más... privado. En cualquier caso, tengo mercancía que descargar y repartir además del carbón que ya estamos distribuyendo. En las bodegas, debajo del suelo, hay un cargamento un tanto diferente al principal que llevamos a bordo. Necesito de ustedes que lo saquen de los navíos sin que las autoridades portuarias lo detecten y lo lleven justo debajo de las narices de quienes no lo deben ver para esconderlo: la Marina. Tenemos un piso franco en las viviendas más cercanas al cuartel del G-31, reformado y ampliado, donde se podría guardar el cargamento. Sólo deben llevarlo todo hasta allí sin ser detectados, lo que no será fácil. En caso de que les atrapen, por supuesto, nosotros no tenemos nada que ver. Si intentan delatarnos no sólo no tendrán cómo probar nada, sino que se pueden dar por muertos. ¿Alguna pregunta? Sea como sea, les recomiendo que se coordinen y establezcan un plan de acción para que la operación sea exitosa.
Uno de esos pequeños pájaros, de los pocos valientes que han optado por no abandonar la ciudad por el momento, se posa en el exterior de una de las ventanas del Trago del Marinero. Casi al mismo tiempo, otro detiene su vuelo sobre el cartel de una tienda de artesanía situada en la Plaza del Patíbulo: los Detalles de la Sirena. Las manecillas del reloj marcan las seis de la tarde cuando la actividad comienza.
Byron, justo en el momento en que sacas tu tarjeta para mostrársela a Kael, ya en camino hacia la tienda de artesanía, puedes apreciar por el rabillo del ojo cómo una sombra se mueve tras el cristal. Casi al mismo tiempo, un pequeño pajarillo se detiene sobre el cartel de la tienda, tosiendo para dejar escapar una pequeña bocanada de... ¿humo? Sí, parece humo, pero lo más importante aquí es otra cosa: ¿desde cuándo tosen los pájaros?
Sea como sea, si por casualidad estás mirando el reloj comprobaréis, tanto tú como Kael, que las manecillas marcan las seis en punto. Si hubiese alguna ventana abierta en la zona tal vez escucharíais el anuncio de los relojes al dar la hora, pero con tanto hollín en suspensión está todo cerrado. Todo menos la puerta de Detalles de la Sirena, claro, que se acaba de abrir para regalar un agudo y acogedor sonido a quien lo pueda escuchar.
Una mujer de unos cincuenta y muchos años se asoma a la puerta, mira hacia ambos lados, os señala y os hace un gesto para que entréis. Si no recuerdo mal, una tienda de artesanía era uno de los puntos de encuentro, ¿no? Muy mal se tiene que dar la cosa para que todo sea una trampa cuando la información era tan precisa. Supondré que entráis.
Kael, en cuanto entras percibes un agradable olor a jazmín que nace de un sinfín de velas perfumadas distribuidos por el lugar. Están posicionadas en lugares estratégicos y, por supuesto, encendidas para dar al negocio un ambiente acogedor que invite a quedarse ahí y comprar. Lo tiene muy bien montado, desde luego. Los productos que vende son de lo más variado, pasando por tapices, cerámicas, cuadros y pequeñas estatuillas. Todas son diferentes, lo que hace pensar que son artesanales de verdad. Hay más clientes que comprueban y analizan los objetos con genuino interés, un total de cuatro.
—Me prometieron más gente, pero tampoco pasa nada. Creo que podremos apañarnos —dice entonces la mujer después de meterse detrás del mostrador—. Sus tarjetas, por favor —añade al tiempo que extiende la mano frente a ella. Uno a uno, todos los presentes dejan lo que tenían entre manos y muestran una tarjeta idéntica a la de Byron—. No tenemos tiempo que perder, así que seré franca —dice en un tono de voz envolvente al tiempo que se aproxima de nuevo a la puerta y gira el cartel para que ponga "Cerrado"—: Acaban ustedes de asociarse a Tartarum para una operación un tanto peliaguda. Esto no implica nada que se parezca a fidelidad ni subordinación, pero sí es un acuerdo mutuamente beneficioso que no debe ser roto. De hacerlo, aténganse a las consecuencias.
La propietaria del negocio deja que se instaure un largo e incómodo silencio que se desliza entre todos vosotros. Al mismo tiempo, su mirada se clava en vuestras pupilas, uno tras otro, sin molestarle en absoluto el tiempo que perdure el silencio. Calibra vuestra decisión, el destello de ambición en vuestros ojos... No sé, pero cualquiera vería que os está analizando.
—En Loguetown hay muchos ojos que lo observan todo, no solo los de la Marina. Damos por hecho que esos ojos nos han visto, pero las guerras en el mundo real, el nuestro, se libran en unas trincheras diferentes: las trincheras de la información y la influencia, entre otras. El problema no es que nos estén viendo, sino que nos puedan seguir en todo momento. Incluso entre ustedes podría haber interesados en hacer saltar por los aires la operación, así que se les entregará una dirección diferente a cada uno. Deben ir a dicha dirección, recoger lo que allí se les entregue y, sin abrirlo, llevarlo hasta la ubicación indicada en el sobre que ahora les entregaré. Uno de ustedes es un miembro de nuestra máxima confianza, así que los demás son simplemente señuelos. ¿Alguna duda?
Confirme termina de hablar saca una pila de sobres y entrega uno a cada uno. Sí, cada uno de vosotros también tiene un sobre diferente, así que tendréis que ver cómo resolvéis el asunto. Aunque no seáis topos o infiltrados, no sé si verían mal que dos personas en concreto fuesen juntas por ahí.
Sobre de Byron escribió:Recogida: Marisquería Agua Dulce, junto a los astilleros en los que se produjo el atentado.
Entrega: Los Detalles de la Sirena.
Sobre de Kael escribió:Recogida: contacto bajo la estatua del capitán Livingstone, cerca de El Gymnasium.
Entrega: violinista callejero en la calle que conduce al Casino Missile.
En el Trago del Marinero la cosa es un tanto diferente. Allí todo el mundo va a lo suyo, sumidos todos los clientes en un alboroto de palabras malsonantes, apuestas, escupitajos y todas esas cosas propias de una taberna como la que os ha visto entrar. Cerca de la puerta, Derian recibe la copa de vino que había pedido. No sé qué esperabas de un lugar de esas características, pero ya te informo de que el peor que hayas probado en tu vida es una delicia al lado de ése. Una de dos: se guardan la mejor calidad para clientes selectos o realmente allí sólo trabajan con cosas que embriagan independientemente de su calidad y no con bebida de nivel. Como te decía, desde luego no está a la altura de tus expectativas. Junto a ti, un pajarillo se ha ido a detener en el alfeizar de la ventana, pero por el lado exterior. Tose —o algo similar— y justo después puedes ver cómo el hollín abandona sus pequeños pulmones. Esa compañía se los va a cargar a todos, desde luego. Por otro lado, el momento coincide con el instante en que los relojes marcan las seis en punto.
Paralelamente, en la barra Percival mantiene una conversación con el tabernero. Es lisa en la superficie, pero muy rugosa en las profundidades, con mensajes que se quieren decir pero los labios no enuncian. Hablan el mismo idioma, o eso parece.
—Las ratas aprovechan para salir cuando no se ve demasiado y, si has venido por las mismas calles que vine yo a primera hora de la mañana, habrás podido ver que apenas se ve nada con tanto humo. No te vayas.
El fin de las palabras del del otro lado de la barra viene seguido de manera casi inmediata por una campana al ser agitada insistentemente. Como si fuese la señal que anuncia el fin del recreo, la mayor parte de los clientes se levantan de sus asientos sin importar la severidad de la embriaguez con la que cargan. Algunos por su propio pie y otros con ayuda, abandonan el negocio después de dejar sobre la mesa la cantidad adeudada.
En diversas mesas quedan personas sentada. Todas ellas sobrias, al menos en apariencia, y todas ellas solas. Todas a excepción de un hombre, que se encuentra en una mesa apartada y fuera del alcance de miradas indiscretas que pudiesen asomar por la ventana. Junto a él hay una mujer y un hombre. Los tres visten elegantes trajes, siendo el del primero claramente mejor factura que los otros, que no se quedan atrás. Frente a él hay un cenicero a rebosar de puros consumidos, mientras que en su mano tiene otro que está a la mitad.
—Bueno, ahora que tenemos un poco de intimidad, permítanme que me presente —dice el del puro, levantándose al tiempo que se acomoda al traje—. Mi nombre es Henry Deschamps y, entre muchas otras cosas, soy el presidente de Coal SL. En los próximos días tengo varios negocios en Loguetown. Algunos son más conocidos —dice al tiempo que hace un gesto al aire, como refiriéndose al humo—, mientras que otros son de un ámbito más... privado. En cualquier caso, tengo mercancía que descargar y repartir además del carbón que ya estamos distribuyendo. En las bodegas, debajo del suelo, hay un cargamento un tanto diferente al principal que llevamos a bordo. Necesito de ustedes que lo saquen de los navíos sin que las autoridades portuarias lo detecten y lo lleven justo debajo de las narices de quienes no lo deben ver para esconderlo: la Marina. Tenemos un piso franco en las viviendas más cercanas al cuartel del G-31, reformado y ampliado, donde se podría guardar el cargamento. Sólo deben llevarlo todo hasta allí sin ser detectados, lo que no será fácil. En caso de que les atrapen, por supuesto, nosotros no tenemos nada que ver. Si intentan delatarnos no sólo no tendrán cómo probar nada, sino que se pueden dar por muertos. ¿Alguna pregunta? Sea como sea, les recomiendo que se coordinen y establezcan un plan de acción para que la operación sea exitosa.