Asradi
Völva
12-11-2024, 09:58 PM
Eso era una puta mierda, definitivamente. Un gesto de frustración y preocupación a partes iguales se instauró en el rostro de Asradi al ver que el gyojin no despertaba. Sino que parecía haber aumentado sus ronquidos. Tuvo unas ganas tremendas de pegarle un grito, a ver si así espabilaba, pero no era lo más sensato en la situación en la que se encontraba. Y era consciente que, con cada segundo que pasaba, todo se volvía más tenso y más peligroso. El estar en ese lugar, encerrada y con una visibilidad bastante escasa debido a la falta de luz, le agobiaba cada vez más. Intentaba apartar, cada vez que le sobrevenían, los funestos recuerdos de su encierro del pasado. No era tiempo, ni momento, para desmoronarse en eses pensamientos. Pero la situación era más complicada de lo que había creído.
Intentó abrir el candado, pero la caja que servía como confinamiento era lo suficientemente gruesa y fuerte como para que no tuviese oportunidad de romperla. Además, también corría el riesgo de que, con el ruido generado, pudiese alertar a los que estaban en el exterior. Porque sí era consciente de los guardias que había fuera. Seguramente vigilando el perímetro para que nadie desconocido se acercase.
Estaba jodida. Por todos lados. Su cabeza iba a mil por hora, tratando de elucubrar soluciones, salidas, ideas. Pero todo se iba estampando contra una imaginaria pared a medida que se le ocurría alguna cosa. Estaba sola. Si avisaba a los demás ahora sería peor. Y podrían escucharla si activaba el Den Den Mushi para contarles la situación. Lo peor de todo es que ella sola, tal y como estaba aquello, no podía hacer nada. Y era realmente frustrante.
Unos sonidos continuos, como leves golpeteos, la distrajeron y la alertaron al mismo tiempo. Toda la espalda de Asradi, e igual su cola, se envaró y se giró en dirección al origen del sonido. Era una caja. La pelinegra se aproximó con cuidado, y en su interior observó a una de las suyas. Estaba despierta. ¡Y espabilada!
— Oye, escucha, ¿sabes donde están las llaves? ¿Puedes...? — Pero la frase o pregunta de Asradi no fue finiquitada, siendo interrumpida por los desvaríos de la joven sirena. Los labios se le apretaron en una mezcla de dolor empático y rabia. ¿Qué le habían hecho? ¿Cuánto la habrían maltratado? Intentó pensar con claridad, pero aquella escena era simplemente desoladora.
Y el resto estaba dormidos, no había ni un alma despierta, más que ella misma y esa aterrorizada sirena. Y no podía culparla, jamás lo haría. Ella sabía muy bien lo que era ese sentimiento. Con su Haki de Observación activo, pudo percibir como dos presencias más se aproximaban al almacén donde estaba. Por inercia e instinto, fue a ocultarse tras una pila de cajas grandes, cercanas a la puerta. Todavía el lugar estaba cerrado con aquellos gruesos candados y cadenas. ¿Era un cambio de guardia?
Asradi sopesó la situación en sí. Y la situación era mala. Muy mala. Ella sola no podría liberarlos a todos. Si intentaba llenar eso de agua, o romper las cajas con alguna de sus habilidades, alertaría a los guardias que estuviesen fuera. El problema de todo eso es que los cautivos estaban totalmente sedados y no podrían ayudarla, ni ayudarse a sí mismos. Y ella todavía estaba agotada. El mero pensamiento de dejarlos allí, a su suerte, le revolvía el estómago. ¿Cuántas veces ella había orado y clamado por ayuda cuando aquel hombre la había tenido cautiva? Pero era consciente de que, si la atrapaban, junto con ellos, entonces sí que no podría ayudarles.
Necesitaba salir de ahí y pensar y actuar de manera coherente. Si era capaz de alertar al resto de Revolucionarios o, al menos, a las autoridades de Oykot, antes de que terminasen con la carga y descarga de prisioneros, quizás pudiese hacer algo. Quizás pudiesen salvarse, aunque fuesen algunos. Era un pobre consuelo, de todas maneras.
Igualmente, si era verdad que hubiese la posibilidad de un segundo cargamento, quizás tuviese más oportunidades. Pero lo primero era lo primero. Tenía que salir de ese lugar. Las ventanas estaban demasiado altas como para que alguien tan bajito como ella pudiese alcanzarlas, ni tan siquiera saltando. Todavía adolecía los golpes que se había llevado y el gasto de energía anterior. Los ojos de Asradi se posaron entonces en la puerta. Si ella no podía abrirla... Quizás pudiese conseguir que se abriese por otros medios.
Miró algunas cajas de mercancías, de provisiones más bien, y con varios reveses de la cola, las terminó estampando contra el suelo, con fuerza, provocando que algunas se cayesen y desperdigasen su contenido por el suelo. Un pequeño alboroto que pretendía alertar a los del exterior. Era arriesgado, ¿pero qué más podía hacer?
Tras eso, se escondió en una oscura esquina tapada por un par de cajas grandes próximas a la puerta. Si conseguía su cometido, de que los guardias se alertasen y fuesen a ver qué era lo que había sucedido dentro, intentaría deslizarse sin ser vista hacia el exterior.
Intentó abrir el candado, pero la caja que servía como confinamiento era lo suficientemente gruesa y fuerte como para que no tuviese oportunidad de romperla. Además, también corría el riesgo de que, con el ruido generado, pudiese alertar a los que estaban en el exterior. Porque sí era consciente de los guardias que había fuera. Seguramente vigilando el perímetro para que nadie desconocido se acercase.
Estaba jodida. Por todos lados. Su cabeza iba a mil por hora, tratando de elucubrar soluciones, salidas, ideas. Pero todo se iba estampando contra una imaginaria pared a medida que se le ocurría alguna cosa. Estaba sola. Si avisaba a los demás ahora sería peor. Y podrían escucharla si activaba el Den Den Mushi para contarles la situación. Lo peor de todo es que ella sola, tal y como estaba aquello, no podía hacer nada. Y era realmente frustrante.
Unos sonidos continuos, como leves golpeteos, la distrajeron y la alertaron al mismo tiempo. Toda la espalda de Asradi, e igual su cola, se envaró y se giró en dirección al origen del sonido. Era una caja. La pelinegra se aproximó con cuidado, y en su interior observó a una de las suyas. Estaba despierta. ¡Y espabilada!
— Oye, escucha, ¿sabes donde están las llaves? ¿Puedes...? — Pero la frase o pregunta de Asradi no fue finiquitada, siendo interrumpida por los desvaríos de la joven sirena. Los labios se le apretaron en una mezcla de dolor empático y rabia. ¿Qué le habían hecho? ¿Cuánto la habrían maltratado? Intentó pensar con claridad, pero aquella escena era simplemente desoladora.
Y el resto estaba dormidos, no había ni un alma despierta, más que ella misma y esa aterrorizada sirena. Y no podía culparla, jamás lo haría. Ella sabía muy bien lo que era ese sentimiento. Con su Haki de Observación activo, pudo percibir como dos presencias más se aproximaban al almacén donde estaba. Por inercia e instinto, fue a ocultarse tras una pila de cajas grandes, cercanas a la puerta. Todavía el lugar estaba cerrado con aquellos gruesos candados y cadenas. ¿Era un cambio de guardia?
Asradi sopesó la situación en sí. Y la situación era mala. Muy mala. Ella sola no podría liberarlos a todos. Si intentaba llenar eso de agua, o romper las cajas con alguna de sus habilidades, alertaría a los guardias que estuviesen fuera. El problema de todo eso es que los cautivos estaban totalmente sedados y no podrían ayudarla, ni ayudarse a sí mismos. Y ella todavía estaba agotada. El mero pensamiento de dejarlos allí, a su suerte, le revolvía el estómago. ¿Cuántas veces ella había orado y clamado por ayuda cuando aquel hombre la había tenido cautiva? Pero era consciente de que, si la atrapaban, junto con ellos, entonces sí que no podría ayudarles.
Necesitaba salir de ahí y pensar y actuar de manera coherente. Si era capaz de alertar al resto de Revolucionarios o, al menos, a las autoridades de Oykot, antes de que terminasen con la carga y descarga de prisioneros, quizás pudiese hacer algo. Quizás pudiesen salvarse, aunque fuesen algunos. Era un pobre consuelo, de todas maneras.
Igualmente, si era verdad que hubiese la posibilidad de un segundo cargamento, quizás tuviese más oportunidades. Pero lo primero era lo primero. Tenía que salir de ese lugar. Las ventanas estaban demasiado altas como para que alguien tan bajito como ella pudiese alcanzarlas, ni tan siquiera saltando. Todavía adolecía los golpes que se había llevado y el gasto de energía anterior. Los ojos de Asradi se posaron entonces en la puerta. Si ella no podía abrirla... Quizás pudiese conseguir que se abriese por otros medios.
Miró algunas cajas de mercancías, de provisiones más bien, y con varios reveses de la cola, las terminó estampando contra el suelo, con fuerza, provocando que algunas se cayesen y desperdigasen su contenido por el suelo. Un pequeño alboroto que pretendía alertar a los del exterior. Era arriesgado, ¿pero qué más podía hacer?
Tras eso, se escondió en una oscura esquina tapada por un par de cajas grandes próximas a la puerta. Si conseguía su cometido, de que los guardias se alertasen y fuesen a ver qué era lo que había sucedido dentro, intentaría deslizarse sin ser vista hacia el exterior.