Byron
Hizashi
12-11-2024, 11:24 PM
Antes los comentarios y burlas de sus camaradas por el lapsus mental que arruinó aquella caminata envuelta en gloria, el muchacho no pudo dar una réplica convincente. Su rostro rojo como un tomate por la vergüenza ocasionada, y unos ojos que intentaban evitar la confrontación directa con la de sus propios compañeros, sí, el joven no llevaba nada bien ser el centro de atención por hacer el ridículo. Ante aquella situación inevitable, cuando estos se agotaron de soltar comentarios hirientes sobre lo zopenco que podía llegar a ser, chasqueó la lengua mientras se ajustaba los guantes de cuero, para posteriormente meterlos de forma agresiva en sus holgados bolsillos con un aire de resignación y balbuceo.
- Tch, estos hijos de puta no dan tregua, que listos son ellos, que me siguieron sin más, sin preguntar. ¿Quién es más tonto, el tonto o el tonto que sigue al tonto? Eh listillos de los cojones.- Y tras esto, simplemente siguió al grupo liderado por la hiena, con unos andares que reflejaban lo ofendido que se sentía.
Una vez llegaron a la plaza central de Rostock, el horror estaba presente, protagonizando una escalofriante escena. Un pequeño grupo de personas siendo auxiliados por la tragedia ocurrida, frente a ellos, postrados en el suelo, horrorizados y desprotegidos, con sus ropas teñidas del característico color de la sangre seca. Los sollozos de esa pobre gente erizaban la piel del capitán, la ciudad que simbolizaba su comienzo había sido mancillada por rufianes de poca monta, frunció el ceño molesto y apretó la mandíbula, de haber acabado con ellos antes esto no habría pasado.
Erguido en la plaza, por su lado pasaron dos individuos de avanzada edad, gente local, que cargaban con barreños llenos de agua enturbiada por la sangre. Mascullaban comentarios inconformistas, hartos de la situación que provocaban los bandidos de la zona, las ayudas no llegaban nunca, actos como estos quedaban impunes para la gente de a pie, pues los poderosos no movían sus manos para salvar a los débiles. Escuchó atentamente cada sílaba pronunciada, la frustración implícita en sus palabras, y miró a sus camaradas uno a uno, hasta finalmente pararse en Vesper. Clavó sus pupilas en las suyas, era tan clara la expresión del joven de pelo violeta, que Vesper sabía exactamente que pensaba, todo mientras escuchaba las palabras de Kael y sus dudas.
- Sí, podría decirse que no es nuestro problema de no ser las mismas personas, pero...- Dijo seriamente, con un tono de voz más profundo de lo normal.- Todo apunta que si son los mismos cobardes, aunque, de no serlo, aunque suene egoísta, acabaríamos con ellos también.- Cogió aire.- Esta isla es un símbolo, una ciudad que encarna nuestro comienzo, no permitiré que unos bastardos manchen eso... Este es el lugar donde los piratas Hizashi, nacieron, la gente de esta isla, es nuestra gente.- Miró a Vesper de nuevo, sonriéndole, y asintiendo firmemente.- Así que, a por ellos...
Entonces vio como Baltazar se acercó a aquellos dos ancianos, que miraban extrañados al chico de tez oscura, quizás fuese cosa de su piel, o quizás simplemente se sentían incómodos al encontrarse desconocidos entrometidos después de la catástrofe. Se acercó junto a él, para escuchar lo que su camarada quería conseguir, colocando la mano en su hombro una vez llegó a su misma ubicación para mostrarle complicidad y escuchó atentamente su proposición, para finalmente añadir.
- Disculpen señores, no nos miren así, les aseguro que yo también odio a los entrometidos, pero esta vez seguramente agradezcan una mano amiga.- Dio una palmada en la espalda de Baltazar, con la suficiente fuerza como para casi hacer caer su sombrero.- ¡HIE HIE HIE! ¡Díganme! ¿Son los bandidos de la cueva? Creo que les vendrá bien saber que sus problemas han acabado, esos inútiles no verán el amanecer de mañana.
- Tch, estos hijos de puta no dan tregua, que listos son ellos, que me siguieron sin más, sin preguntar. ¿Quién es más tonto, el tonto o el tonto que sigue al tonto? Eh listillos de los cojones.- Y tras esto, simplemente siguió al grupo liderado por la hiena, con unos andares que reflejaban lo ofendido que se sentía.
Una vez llegaron a la plaza central de Rostock, el horror estaba presente, protagonizando una escalofriante escena. Un pequeño grupo de personas siendo auxiliados por la tragedia ocurrida, frente a ellos, postrados en el suelo, horrorizados y desprotegidos, con sus ropas teñidas del característico color de la sangre seca. Los sollozos de esa pobre gente erizaban la piel del capitán, la ciudad que simbolizaba su comienzo había sido mancillada por rufianes de poca monta, frunció el ceño molesto y apretó la mandíbula, de haber acabado con ellos antes esto no habría pasado.
Erguido en la plaza, por su lado pasaron dos individuos de avanzada edad, gente local, que cargaban con barreños llenos de agua enturbiada por la sangre. Mascullaban comentarios inconformistas, hartos de la situación que provocaban los bandidos de la zona, las ayudas no llegaban nunca, actos como estos quedaban impunes para la gente de a pie, pues los poderosos no movían sus manos para salvar a los débiles. Escuchó atentamente cada sílaba pronunciada, la frustración implícita en sus palabras, y miró a sus camaradas uno a uno, hasta finalmente pararse en Vesper. Clavó sus pupilas en las suyas, era tan clara la expresión del joven de pelo violeta, que Vesper sabía exactamente que pensaba, todo mientras escuchaba las palabras de Kael y sus dudas.
- Sí, podría decirse que no es nuestro problema de no ser las mismas personas, pero...- Dijo seriamente, con un tono de voz más profundo de lo normal.- Todo apunta que si son los mismos cobardes, aunque, de no serlo, aunque suene egoísta, acabaríamos con ellos también.- Cogió aire.- Esta isla es un símbolo, una ciudad que encarna nuestro comienzo, no permitiré que unos bastardos manchen eso... Este es el lugar donde los piratas Hizashi, nacieron, la gente de esta isla, es nuestra gente.- Miró a Vesper de nuevo, sonriéndole, y asintiendo firmemente.- Así que, a por ellos...
Entonces vio como Baltazar se acercó a aquellos dos ancianos, que miraban extrañados al chico de tez oscura, quizás fuese cosa de su piel, o quizás simplemente se sentían incómodos al encontrarse desconocidos entrometidos después de la catástrofe. Se acercó junto a él, para escuchar lo que su camarada quería conseguir, colocando la mano en su hombro una vez llegó a su misma ubicación para mostrarle complicidad y escuchó atentamente su proposición, para finalmente añadir.
- Disculpen señores, no nos miren así, les aseguro que yo también odio a los entrometidos, pero esta vez seguramente agradezcan una mano amiga.- Dio una palmada en la espalda de Baltazar, con la suficiente fuerza como para casi hacer caer su sombrero.- ¡HIE HIE HIE! ¡Díganme! ¿Son los bandidos de la cueva? Creo que les vendrá bien saber que sus problemas han acabado, esos inútiles no verán el amanecer de mañana.