Rocket Raccoon
Rocket
13-11-2024, 03:08 AM
(Última modificación: 13-11-2024, 03:14 AM por Rocket Raccoon.)
Loguetown
Día 11 del Verano del año 724
Poco menos de una hora es lo que faltaba para que se acabase el atardecer, anunciando así que aquel orbe que iluminaba todo desde las alturas, estaba por perderse en el lejano horizonte, dando paso a que fuese la luz de la luna quien ahora hiciera de vigilia en este día. Y hablando justamente de eso, unos nuevos reclutas de la marina iban a ser los encargados de la vigilancia nocturna de uno de los almacenes que resguardaba el gobierno.
¿Era crucial que estos novatos supieran sobre la existencia que ocultaban los cientos de cajas y barriles que se hallaban aquella noche en esa bodega que les tocaba vigilar? Si me lo preguntan a mí, pues diría que no, no tendrían por qué saber tal información. Pero por más que yo sea el dios en toda esta historia que a estos cuatro protagonistas les toca vivir, pues hay cosas que siempre se salen del camino prediseñado por la mano que maneja todos los hilos. Y bueno, resulta que un estúpido marino de rango alto, fue soltando por aquí y por allá lo que contenían aquellas cajas. Así que era de conocimiento popular lo que aquellos contenedores mantenían en su interior.
Nada más y nada menos que explosivos. Así es, tal como lo escuchan, o leen, en este caso. En los últimos días, los ataques piratas habían aumentado alarmantemente en número, como si el verano del año setecientos veinticuatro hubiese despertado una fiebre de saqueo en los mares. La Marina, el cuerpo de valientes soldados que había jurado proteger cada rincón de estas islas, logró recuperar varios cargamentos robados por esos autoproclamados ''hijos del mar'', piratas, se llamaban así mismos, dando ese aire de romanticismo. Sin embargo, lo relevante no eran sus grandilocuentes títulos, ya que este relato no va sobre ellos, sino lo que iba a ocurrir esa misma noche del once de verano.
Cuatro guardias novatos, prácticamente recién salidos de la academia, fueron designados para custodiar el polvorín que representaba aquel almacén lleno de cajas y barriles sospechosamente pesados. En la penumbra creciente y bajo la amenaza latente de rumores oscuros, la responsabilidad de proteger ese lugar les caía como un peso difícil de ignorar. ¿Serían capaces de repeler cualquier amenaza en medio de un sinfín de sombras y peligros que acechaban en cada rincón? Lo cierto es que esta noche les pertenecería a ellos, y serían sus propios recuerdos los que, algún día, contarían la historia de cómo vivieron, o sobrevivieron aquella velada. Esperemos que ninguno sea borracho, ya que varias de aquellas cajas y barriles, contenían también alcohol.
Dicho todo esto, pues creo que ya va siendo hora de se presenten cada uno de ellos. Pero daré la leve tarea de ir introduciéndolos uno a uno, para así haya un mejor entendimiento de quién es cada uno de estos reclutas por parte de la audiencia.
Varias cartas fueron enviadas a diferentes puntos de Loguetown. Informando así a estos nuevos prospectos sobre la tarea que se les había sido asignado para esa noche. Algo que les caracterizaba a cada uno de ellos, es que todos, absolutamente todos y cada uno, eran pues... como decirlo sin herir. Pues ''humildes'' quizás. Vah, estaban en la ruina, vamos. Hacía ya muchas lunas que no contaban con una simple moneda de tan siquiera bronce en sus bolsillos. ¿Confiar este tipo de artículos a unos muertos de hambre era una buena idea? Seguramente no, pero hey, quién soy yo para opinar sobre el actuar de los mandamases de allá arriba. A mí solo me contrataron para contaros esta historia, y pues ahí les va.
Uno de ellos parecía sacado de tus peores pesadillas, si es que le tenías miedo a los lagartos, pues. Pues sí, imagina un enorme cocodrilo con escamas color blancas y que por la zona del cuello y cubriendo algo su pecho y brazos, se tornasen con un color carmesí, como si la sangre le hirviese en dichas zonas. Y bueno, cabe mencionar que dicho lagarto, pues es bípedo, así que su altura es tan enorme como un camión, al igual que su peso.
Otro de ellos, pues parecía que al nacer, había salido primero su pie izquierdo. Pues ya saben, aquel dicho de sí te levantas con el pie izquierdo, pues todo va mal ese día y blablabla. Eso, al verlo, pues era obvio que en su pasado le había ocurrido alguna tragedia de proporciones casi que mortales. Pero para que contarlo, si lo pueden ver por ustedes mismos. El chico iba caminando sin parte de una pierna y sin la totalidad de uno de sus brazos. Y para rematar, pues donde debía de haber dos ojos, pues solo hay uno, ya que en la otra cuenca, solo hay una cicatriz.
El otro muchacho también joven; sin embargo, era todo lo contrario al chico que les había contado hace un momento. Este sí que parecía tener toda la vida a su favor. Era guapo, bastante atractivo. Y además era rubio el muy condenado. Parece que todas las desgracias que podría haber vivido en algún momento de su vida, se las había pasado todas al muchacho cojo, y pues a él le había tocado todo lo bueno. Venía caminando desde la distancia, con su sombrero elegante que dejaba caer la cabellera dorada. Pero algo que llamaba la atención, era que, casi a cada minuto, se cambiaba los lentes. Quizás por eso era pobre, compraba muchos lentes, no sé.
En este punto ya estoy bastante cansado de escribir, y pues aún falta describirles al último de estos variopintos personajes. Así que me daré la total libertad de simplemente decirles, que es un señor que está en sus cuarenta y tantos.
-Hey Fotun, ya llegaron los nuevos.- Escuchaban a la distancia una voz que parecía ser de un hombre. Al agudizar la vista, verían a un chico que podría aparentar la misma edad de ustedes, salvo por el viejo. Tenía el cabello largo y alborotado, de color azabache. Estaba cubriendo la calle frontal de aquel enorme almacén, que a primera vista parecía ser de dos pisos. Contaba con unas plataformas que le rodeaban por el exterior, así como escaleras para poder subir a ellas en cada lado del galpón. La entrada era como cualquier otra. Dos enormes puertas de metal que se abrían por la mitad. En ese momento estaban cerradas, y era de suponer que debían permanecer así todo el tiempo. Un pequeño portal se ubicaba a unos cinco metros al lado de la entrada principal, y de ahí salía otro muchacho, parecía ser quien vigilaba la parte de dentro. Este era bastante chico en comparación con un humano de tamaño normal.
-Ah- Se rascaba la nariz. -Fotun, un placer chicos.- Volvía a rascarse la nariz, y justo después estiraba esa misma mano hacia el frente, para saludarlos. -Él es Hasratin- Apuntaba a su compañero de armas ese día. Y volvía a rascarse la nariz, esta vez con su otra mano.