Viniendo desde... algún lugar donde el café es más fuerte que la motivación, pesando... lo justo para pasar desapercibido, aquí está el eterno campeón del descanso... ¡Johnny King!
Johnny King cruzó el umbral del Casino Missile con una sonrisa despreocupada y una actitud que decía “he venido a perder el tiempo y, si puedo, el sueldo también.”
Ajustó sus gafas de sol mientras observaba la decoración. Luces centelleantes, el sonido de las máquinas tragaperras, y el tintineo de las fichas… todo parecía invitarlo a relajarse. Pero no demasiado, no fuera a ser que alguien pensara que se estaba tomando en serio eso de apostar. Ajustando su sombrero de días de descanso entró con la mayor pasividad al mood del lugar.
— Bueno, aquí va la paga — murmuró para sí, dando una palmadita al bolsillo haciendo resonar algunos berries.
Ya tenía en mente su primera compra: un cromo raro de un supuesto héroe marine de hace veinte años, que aseguraba ser de colección y venía en una funda de plástico más cara que el propio cromo. Johnny lo miró con el mismo respeto que si fuera una obra de arte. Sabía qué para algún pirado eso valdría muchos berries. El toque de glamour que le faltaba.
Mientras paseaba por el casino, su andar relajado y mirada vaga lo hacían destacar, y pronto divisó a alguien que parecía encajar perfecto en su plan: un tipo con pintas que llamaban tanto la atención como el mismo Johnny. Sin pensarlo mucho, el marine decidió que este desconocido sería su mejor aliado en una misión vital:
No hacer absolutamente nada productivo.
A paso lento, el oni se acercó al hombre que, con una pinta de tipo duro y una chaqueta llena de pinchos, parecía el complemento perfecto para una noche de decisiones cuestionables. Sin previo aviso, le echó un brazo sobre el hombro con una familiaridad. Johnny soltó un suspiro dramático, haciéndose el pensativo mientras observaba las ruletas girando y el sonido de las fichas tras sus brillantes gafas de sol.
— Tío, no sé tú, pero yo pienso que si la suerte está de nuestro lado, ni falta hace mover un dedo. Mi técnica es bien sencilla: apuesto todo en lo primero que veo y dejo que el destino haga su trabajo. Y, si el destino no trabaja, pues… mejor para mí, menos estrés.
En ese momento, Johnny divisó a un camarero con una bandeja de copas doradas y, ni corto pero si perezoso, se estiró hasta alcanzar una sin mucha ceremonia.
— ¿Champán, eh? — comentó, tomando un sorbo y haciendo una mueca — Si no fuera porque es gratis, diría que esto es un crimen contra el paladar. Pero, en fin. ¿A quién le importa el sabor?
El camarero, incrédulo, observo a Johnny King beber de su copa, carraspeando, y con un acento de una isla algo odiada, comentó:
— Excusez-moi, messieu, pero... le champán no es gratuito, comprenez-vous? — dijo el camarero con un acento francés exagerado, alzando la barbilla con un aire de absoluta superioridad mientras le quitaba la copa de entre los dedos.
Johnny lo miró, sorprendido, y luego señaló hacia el resto con el pulgar a medio levantar desde el hombro de Angelo hasta llegar a Ares, que estaba a su lado con cara de haberse pegado con alguien hace poco, tampoco se sorprendió por ello, aprovecho para saludar con un leve cabeceo a todos, ya le conocían, le daba flojera, además, tenía que cuidarse de los dolores cervicales.
— Oh la la, claro, invita él. Merci, monsieur, qué generoso eres.
Le dio una mirada significativa a su nuevo amigo Angelo sin quitarle el brazo de encima antes de alzar sin levantar del todo el brazo ni su copa en un brindis improvisado.
— Por lo que sea qué haya que brindar, colega. ¿Qué celebramos hoy?