Octojin
El terror blanco
13-11-2024, 11:00 AM
Octojin agarró a Takahiro con facilidad, sosteniéndolo en sus hombros mientras trataba de alzarlo lo suficiente como para que pudiera ver algo más allá de la niebla y la espesa oscuridad de la noche. Mientras lo hacía, su mente vagaba en torno a las rocas que cubrían la zona. Algo le hacía sospechar que aquellas piedras no estaban allí por casualidad. ¿O si? La verdad es que no lo sabía, pero le llamaba la atención.
Observando la disposición de las rocas, que parecían concentrarse en el área más alejada del escarpe, el escualo no podía evitar preguntarse si el paisaje no era en realidad el resultado de alguna actividad natural anterior, tal vez el vestigio de antiguos desprendimientos. Cada roca parecía tallada por el tiempo, con bordes angulosos y superficies erosionadas, pero había algo inquietante en la forma en que todas parecían haber sido arrojadas hacia el lugar en el que se encontraban. ¿Serían el rastro de algún suceso catastrófico? ¿O tal vez una señal de que el terreno en sí era inestable? Sacudió la cabeza, intentando concentrarse. Las respuestas podrían estar más cerca de lo que pensaban. Tanto en lugar como en tiempo.
—¿Qué ves, Taka? —le preguntó, ajustando su agarre y fijando su atención en su compañero.
Sin embargo, antes de que Takahiro pudiera responder, la isla misma pareció estremecerse. Como si no aceptase de buen gusto a los visitantes, y mucho menos a los cotillas que intentaban averiguar qué pasaba allí realmente. Un temblor, rápido y furioso, recorrió el suelo bajo sus pies, haciéndolo vibrar como si estuviera bajo el yugo de algún gigante invisible. Octojin plantó sus pies firmemente en el suelo y sujetó a Takahiro con fuerza, abrazándolo con ambos brazos y asegurándose de que ambos mantuvieran el equilibrio. El ruido que siguió fue ensordecedor, una mezcla de crujidos y un estrépito, como si toneladas de roca y tierra se hubieran puesto en movimiento al unísono. Fue en ese momento cuando comprendió que un deslizamiento de tierra se aproximaba rápidamente hacia ellos. No tenían mucho tiempo para maniobrar, pero el tiburón tenía un plan.
—¡Taka, sujétate fuerte! —exclamó Octojin con un tono de advertencia.
Sin perder tiempo, Octojin se movió hacia un costado, sus reflejos y su velocidad le permitieron esquivar las enormes piedras que rodaban hacia ellos, desplazándose a toda velocidad y llevándose a Takahiro con él. Fue haciendo fintas y clavando bien el pie en cada zona que iba pisando, intentando no caer. Era como si la naturaleza misma estuviera dispuesta a engullirlos. Las rocas grandes y pequeñas pasaban a su lado, rodando con una furia imparable. Octojin no soltaba a Takahiro ni un segundo, manteniéndolo cerca mientras ambos evitaban la amenaza. Quizá, de echo, apretaba demasiado y podría incluso producirle algún tipo de daño, pero mejor aquello a que se cayese, ¿no? Finalmente, tras moverse unos cuantos metros y observar cómo la lluvia de rocas iba quedando atrás, dejó a su compañero en el suelo y respiró profundamente, asegurándose de que ambos estuvieran a salvo.
Frente a ellos, ahora se extendía un paisaje arrasado, en el que los árboles habían sido arrancados y los arbustos desmembrados por el aluvión de rocas. La imponente fuerza de la naturaleza había dejado una vez más claro que no tenía rival. Cuando ella se quejaba, los demás sólo podían esperar a que parara. Lo que más llamó la atención de Octojin fue un pozo parcialmente destrozado que se asomaba entre los escombros. Con un asentimiento hacia Takahiro, el habitante del mar se acercó al pozo.
Se inclinó, analizando el borde y observando las piedras sueltas que lo rodeaban. Seguramente no pudiera ver el fondo debido a la poca luz, pero... Tras un momento de reflexión, recogió una de las rocas que se encontraban cerca y, con un movimiento preciso, la arrojó al fondo del pozo, esperando escuchar un sonido de impacto que le indicara si había agua en su interior, así como la distancia que había entre el inicio del pozo y el agua.
Sin perder más tiempo, Octojin activó su haki de observación, concentrándose y buscando alguna presencia o indicio de peligro que pudiera esconderse en el fondo del pozo. Miró a Takahiro, con una media sonrisa y la mirada decidida, y le propuso lo mismo. Aunque tenían un haki similar, nunca estaba de más una segunda opinión.
—Intenta detectar alguna presencia Taka —le dijo, casi susurrando—. Entre los dos quizá obtengamos alguna pista.
Si el pozo tuviera agua y no notase ninguna presencia extremadamente poderosa, el escualo se lanzaría al interior del pozo, deslizándose con la agilidad y la precisión de un pez en su propio elemento. Si bajaba y llegaba al agua, invitaría a su compañero Takahiro a hacer lo mismo. Ambos eran excelentes nadadores, así que no habría problema. O eso pensaba él.
Observando la disposición de las rocas, que parecían concentrarse en el área más alejada del escarpe, el escualo no podía evitar preguntarse si el paisaje no era en realidad el resultado de alguna actividad natural anterior, tal vez el vestigio de antiguos desprendimientos. Cada roca parecía tallada por el tiempo, con bordes angulosos y superficies erosionadas, pero había algo inquietante en la forma en que todas parecían haber sido arrojadas hacia el lugar en el que se encontraban. ¿Serían el rastro de algún suceso catastrófico? ¿O tal vez una señal de que el terreno en sí era inestable? Sacudió la cabeza, intentando concentrarse. Las respuestas podrían estar más cerca de lo que pensaban. Tanto en lugar como en tiempo.
—¿Qué ves, Taka? —le preguntó, ajustando su agarre y fijando su atención en su compañero.
Sin embargo, antes de que Takahiro pudiera responder, la isla misma pareció estremecerse. Como si no aceptase de buen gusto a los visitantes, y mucho menos a los cotillas que intentaban averiguar qué pasaba allí realmente. Un temblor, rápido y furioso, recorrió el suelo bajo sus pies, haciéndolo vibrar como si estuviera bajo el yugo de algún gigante invisible. Octojin plantó sus pies firmemente en el suelo y sujetó a Takahiro con fuerza, abrazándolo con ambos brazos y asegurándose de que ambos mantuvieran el equilibrio. El ruido que siguió fue ensordecedor, una mezcla de crujidos y un estrépito, como si toneladas de roca y tierra se hubieran puesto en movimiento al unísono. Fue en ese momento cuando comprendió que un deslizamiento de tierra se aproximaba rápidamente hacia ellos. No tenían mucho tiempo para maniobrar, pero el tiburón tenía un plan.
—¡Taka, sujétate fuerte! —exclamó Octojin con un tono de advertencia.
Sin perder tiempo, Octojin se movió hacia un costado, sus reflejos y su velocidad le permitieron esquivar las enormes piedras que rodaban hacia ellos, desplazándose a toda velocidad y llevándose a Takahiro con él. Fue haciendo fintas y clavando bien el pie en cada zona que iba pisando, intentando no caer. Era como si la naturaleza misma estuviera dispuesta a engullirlos. Las rocas grandes y pequeñas pasaban a su lado, rodando con una furia imparable. Octojin no soltaba a Takahiro ni un segundo, manteniéndolo cerca mientras ambos evitaban la amenaza. Quizá, de echo, apretaba demasiado y podría incluso producirle algún tipo de daño, pero mejor aquello a que se cayese, ¿no? Finalmente, tras moverse unos cuantos metros y observar cómo la lluvia de rocas iba quedando atrás, dejó a su compañero en el suelo y respiró profundamente, asegurándose de que ambos estuvieran a salvo.
Frente a ellos, ahora se extendía un paisaje arrasado, en el que los árboles habían sido arrancados y los arbustos desmembrados por el aluvión de rocas. La imponente fuerza de la naturaleza había dejado una vez más claro que no tenía rival. Cuando ella se quejaba, los demás sólo podían esperar a que parara. Lo que más llamó la atención de Octojin fue un pozo parcialmente destrozado que se asomaba entre los escombros. Con un asentimiento hacia Takahiro, el habitante del mar se acercó al pozo.
Se inclinó, analizando el borde y observando las piedras sueltas que lo rodeaban. Seguramente no pudiera ver el fondo debido a la poca luz, pero... Tras un momento de reflexión, recogió una de las rocas que se encontraban cerca y, con un movimiento preciso, la arrojó al fondo del pozo, esperando escuchar un sonido de impacto que le indicara si había agua en su interior, así como la distancia que había entre el inicio del pozo y el agua.
Sin perder más tiempo, Octojin activó su haki de observación, concentrándose y buscando alguna presencia o indicio de peligro que pudiera esconderse en el fondo del pozo. Miró a Takahiro, con una media sonrisa y la mirada decidida, y le propuso lo mismo. Aunque tenían un haki similar, nunca estaba de más una segunda opinión.
KENB601
KENBUNSHOKU
Haki intermedio
Tier 6
No Aprendida
9
2
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
Área: [VOLx15] metros | +10 [REF]
—Intenta detectar alguna presencia Taka —le dijo, casi susurrando—. Entre los dos quizá obtengamos alguna pista.
Si el pozo tuviera agua y no notase ninguna presencia extremadamente poderosa, el escualo se lanzaría al interior del pozo, deslizándose con la agilidad y la precisión de un pez en su propio elemento. Si bajaba y llegaba al agua, invitaría a su compañero Takahiro a hacer lo mismo. Ambos eran excelentes nadadores, así que no habría problema. O eso pensaba él.