Raiga Gin Ebra
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13-11-2024, 11:32 AM
Llegas al muelle de Loguetown. Hoy parece un buen día. Parece, veremos a ver cómo queda. El viaje ha sido bastante tranquilo, nada fuera de lo normal. El mar estaba calmado y los navegantes han podido tener un gran descanso, que tampoco les viene mal. Por tu parte, has tenido bastantes horas libres... ¿En qué las has dedicado?
Cuando pisas tierra en Loguetown, el sol ilumina con calma la bahía y el aire fresco tiene un toque salado que resulta extrañamente relajante. Joder, pero no estás aquí de vacaciones, ¿no? Aunque el ambiente te lo está recomendando. Los sonidos de las olas y las voces de los trabajadores del puerto son lo único que perturba el ambiente. Apenas bajas de la embarcación, un recluta aparece frente a ti, casi saltando de la emoción. Es un tipo simpático, pero enseguida notas que tiene la lengua un poco suelta.
—¡Jack Silver! Nos han hablado de ti, ya sabes, aunque, si te soy sincero… no muy bien —te suelta, sin rodeos, esbozando una sonrisa nerviosa—. Bueno, la capitana Montpellier te espera en su despacho. Siempre le gusta dar la bienvenida a los nuevos. Es una pasada lo bien que organiza todo. Yo quiero llegar a ser como ella en el futuro, pero mis padres dicen que no valgo para mandar. Bueno ni para pelear. Ni para tener a nadie a cargo. También dicen que soy malo en casi todo lo que hago, pero qué sabrán ellos. Conseguí entrar en la marina después de veinte intentos y aquí estoy, pasándomelo genial cuando vengo a por gente al muelle, o limpiando los baños, o cuando me dicen que lleve cafés y tés a las reuniones. La verdad es que es muy divertido. Y dime, ¿qué tal el viaje? ¿Has visto algún rey marino? ¿Alguna tormenta que no te ha dejado dormir?
Joder, qué pesadilla de tío. Conforme lo estaba escribiendo me estaba imaginando cómo le golpeabas. Pero no harías eso en tu primer día en Loguetown, ¿no? No creo...
Bueno, en fin. El tipo te guía por las calles tranquilas de Loguetown, donde, sorprendentemente, la gente parece bastante acostumbrada a ver marines por todas partes. No te cuesta demasiado llegar hasta la imponente base del G-31. En cuanto cruzas el patio principal, los marines te saludan como si fueras uno más, y el recluta parlanchín te sigue hablando sin parar sobre las normas, el ambiente en el cuartel y, especialmente, sobre la capitana. Si desconectas y no le haces ni puto caso te entendería perfectamente.
Llegáis al despacho de la capitana Montpellier y, sin pensarlo dos veces, tu acompañante golpea la puerta con dos golpes secos y contundentes, demasiado fuertes para una simple llamada. Abre la puerta de inmediato, y en el interior ves a Montpellier, con la mirada fija en la entrada y cara de muy pocos amigos.
—¿Quién ha llamado así de fuerte a la puerta? ¿Tú otra vez, Swen? —dice, con un tono de exasperación contenida—. Anda, márchate.
El recluta asiente, avergonzado, y te deja solo en la sala. Montpellier se sienta en su silla y, con un leve movimiento de la mano, te señala la silla frente a ella.
—Jack, ¿verdad? No he tenido muy buenas referencias tuyas —comienza, con un tono directo, mirándote fijamente—. Te voy a ser sincera, estoy cansada de malas influencias por aquí, de que nos manden a la gente que la lía por ahí a que la metamos en vereda. Así que no me hagas perder el tiempo y respóndeme con franqueza. ¿Por qué te han destinado aquí? ¿Qué buscas en la Marina?
Se queda en silencio, observándote con una intensidad que hace sentir que tu respuesta marcará la dirección de tu futuro en Loguetown.
Cuando pisas tierra en Loguetown, el sol ilumina con calma la bahía y el aire fresco tiene un toque salado que resulta extrañamente relajante. Joder, pero no estás aquí de vacaciones, ¿no? Aunque el ambiente te lo está recomendando. Los sonidos de las olas y las voces de los trabajadores del puerto son lo único que perturba el ambiente. Apenas bajas de la embarcación, un recluta aparece frente a ti, casi saltando de la emoción. Es un tipo simpático, pero enseguida notas que tiene la lengua un poco suelta.
—¡Jack Silver! Nos han hablado de ti, ya sabes, aunque, si te soy sincero… no muy bien —te suelta, sin rodeos, esbozando una sonrisa nerviosa—. Bueno, la capitana Montpellier te espera en su despacho. Siempre le gusta dar la bienvenida a los nuevos. Es una pasada lo bien que organiza todo. Yo quiero llegar a ser como ella en el futuro, pero mis padres dicen que no valgo para mandar. Bueno ni para pelear. Ni para tener a nadie a cargo. También dicen que soy malo en casi todo lo que hago, pero qué sabrán ellos. Conseguí entrar en la marina después de veinte intentos y aquí estoy, pasándomelo genial cuando vengo a por gente al muelle, o limpiando los baños, o cuando me dicen que lleve cafés y tés a las reuniones. La verdad es que es muy divertido. Y dime, ¿qué tal el viaje? ¿Has visto algún rey marino? ¿Alguna tormenta que no te ha dejado dormir?
Joder, qué pesadilla de tío. Conforme lo estaba escribiendo me estaba imaginando cómo le golpeabas. Pero no harías eso en tu primer día en Loguetown, ¿no? No creo...
Bueno, en fin. El tipo te guía por las calles tranquilas de Loguetown, donde, sorprendentemente, la gente parece bastante acostumbrada a ver marines por todas partes. No te cuesta demasiado llegar hasta la imponente base del G-31. En cuanto cruzas el patio principal, los marines te saludan como si fueras uno más, y el recluta parlanchín te sigue hablando sin parar sobre las normas, el ambiente en el cuartel y, especialmente, sobre la capitana. Si desconectas y no le haces ni puto caso te entendería perfectamente.
Llegáis al despacho de la capitana Montpellier y, sin pensarlo dos veces, tu acompañante golpea la puerta con dos golpes secos y contundentes, demasiado fuertes para una simple llamada. Abre la puerta de inmediato, y en el interior ves a Montpellier, con la mirada fija en la entrada y cara de muy pocos amigos.
—¿Quién ha llamado así de fuerte a la puerta? ¿Tú otra vez, Swen? —dice, con un tono de exasperación contenida—. Anda, márchate.
El recluta asiente, avergonzado, y te deja solo en la sala. Montpellier se sienta en su silla y, con un leve movimiento de la mano, te señala la silla frente a ella.
—Jack, ¿verdad? No he tenido muy buenas referencias tuyas —comienza, con un tono directo, mirándote fijamente—. Te voy a ser sincera, estoy cansada de malas influencias por aquí, de que nos manden a la gente que la lía por ahí a que la metamos en vereda. Así que no me hagas perder el tiempo y respóndeme con franqueza. ¿Por qué te han destinado aquí? ¿Qué buscas en la Marina?
Se queda en silencio, observándote con una intensidad que hace sentir que tu respuesta marcará la dirección de tu futuro en Loguetown.