Vance Kerneus
Umi no Yari
13-11-2024, 08:18 PM
La velocidad con la que el revolucionario contraataca tras esquivar solo en parte el ataque del tercer alatiburnus es verdaderamente sorprendente, pillando al depredador alado completamente por sorpresa. Absolutamente incapaz de reaccionar ante su ofensiva, recibe los tres ataques de lleno. El animal profiere un lastimoso grito de dolor que llena el claro por completo. Malherido y sangrando por sus múltiples heridas, la fiera se aleja volando de forma errática, utilizando las pocas fuerzas que le quedan para posarse sobre una gruesa rama en uno de los árboles que rodean el claro. Visiblemente cansado, se deja caer sobre aquella rama con todo su peso y posa su mirada en la batalla que sigue teniendo lugar en su interior entre sus dos compañeros de caza y los que ellos consideraban (y probablemente aún consideran) sus futuras presas.
Sus dos congéneres, lejos de acobardarse al ver el destino que había corrido su compañero, retoman su ataque. De nuevo parecen estar perfectamente coordinados entre sí, moviéndose de forma sincronizada, surcando el aire mientras cambian de dirección y se entrecruzan sin un claro objetivo aparente. No obstante, sí que tienen un objetivo perfectamente definido, pues sin que ni Alistair ni los monorámpagos se den cuenta de a dónde se dirigen debido a sus constantes cambios bruscos de dirección han ido situándose cada vez más cerca de dos de los pequeños simios hasta que, antes de que nadie pueda hacer nada por evitarlo, se abalanzan sobre ellos.
Puedes ver cómo las mandíbulas de los dos depredadores se cierran cada una en torno a uno de los primates que, nerviosos, no se han dado cuenta de que se encontraban sobre ellos hasta que era demasiado tarde. Los agudos chillidos de dolor de los monorámpagos inundan el claro durante una fracción de segundo hasta que ambos mamíferos quedan inmóviles y completamente inertes cuando el último resto de vida escapa de sus cuerpos.
Los alatiburnus, motivados por su captura, dejan caer los cadáveres de sus dos presas al suelo mientras se disponen a seguir capturando a las demás. De nuevo, antes de que los otros dos monorámpagos puedan alejarse lo suficiente, se lanzan de nuevo al ataque. Cada uno de los depredadores busca atrapar a uno de ellos con sus garras, pero esta vez sí que puedes ver sus intenciones y te encuentras lo suficientemente cerca para intentar hacer algo por salvar a los dos pequeños animalillos que, indefensos ante los grandes cazadores, tienen en ti a su última esperanza.
Sus dos congéneres, lejos de acobardarse al ver el destino que había corrido su compañero, retoman su ataque. De nuevo parecen estar perfectamente coordinados entre sí, moviéndose de forma sincronizada, surcando el aire mientras cambian de dirección y se entrecruzan sin un claro objetivo aparente. No obstante, sí que tienen un objetivo perfectamente definido, pues sin que ni Alistair ni los monorámpagos se den cuenta de a dónde se dirigen debido a sus constantes cambios bruscos de dirección han ido situándose cada vez más cerca de dos de los pequeños simios hasta que, antes de que nadie pueda hacer nada por evitarlo, se abalanzan sobre ellos.
Puedes ver cómo las mandíbulas de los dos depredadores se cierran cada una en torno a uno de los primates que, nerviosos, no se han dado cuenta de que se encontraban sobre ellos hasta que era demasiado tarde. Los agudos chillidos de dolor de los monorámpagos inundan el claro durante una fracción de segundo hasta que ambos mamíferos quedan inmóviles y completamente inertes cuando el último resto de vida escapa de sus cuerpos.
Los alatiburnus, motivados por su captura, dejan caer los cadáveres de sus dos presas al suelo mientras se disponen a seguir capturando a las demás. De nuevo, antes de que los otros dos monorámpagos puedan alejarse lo suficiente, se lanzan de nuevo al ataque. Cada uno de los depredadores busca atrapar a uno de ellos con sus garras, pero esta vez sí que puedes ver sus intenciones y te encuentras lo suficientemente cerca para intentar hacer algo por salvar a los dos pequeños animalillos que, indefensos ante los grandes cazadores, tienen en ti a su última esperanza.