Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
13-11-2024, 08:41 PM
Mientras avanzaron hacia la playa, Mayura no dejaba de reflexionar sobre lo que Fay le había compartido mientras miraba las estrellas sobre ellos. A medida que se acercaban a la playa, el sonido de las olas rompió el silencio entre ellos. Al escuchar sus palabras sobre su forma de hablar y la comparación con el maestro de ceremonias del circo, esbozó una sonrisa traviesa, inclinando ligeramente la cabeza con un gesto casi teatral. — ¿Un poeta? ¿Un actor? — repitió las palabras de la chica en tono burlón, fingiendo modestia. — Pues sí, quizás ambos, querida Fay. Después de todo, ya te he dicho que la vida no es más que un escenario, y yo… bueno, digamos que me gusta ser la estrella. — Su sonrisa se suavizó al ver el brillo de admiración en los ojos de Fay, y por un instante sintió una conexión genuina pues él había tenido esa misma mirada hace mucho tiempo. Era como si cada uno, a su manera, buscara algo más allá de lo cotidiano; él en el poder y la fama, y ella en la libertad y la pertenencia.
Cuando llegaron a la playa, Mayura se tomó un momento para contemplar el paisaje. La luna bañaba la arena en un resplandor etéreo, y el suave sonido de las olas le recordaba la vastedad del mundo que tanto amaba. En silencio, cerró los ojos por un momento, dejando que la brisa marina despejara sus pensamientos. La naturaleza del océano, libre e indomable, era una visión que jamás dejaría de cautivarlo, recordándole su propio espíritu rebelde y ansioso de más. Nuevamente los abriría para contemplar el mar que brillaba con un resplandor plateado, y el paisaje que parecía digno de un cuento de hadas, pero mas importante, la vastedad del océano que le recordaba las promesas y los peligros que acechaban más allá.
Las preguntas de Fay lo sacaron de su introspección. Al escuchar su curiosidad sobre él y su vida, esbozó una sonrisa ladeada, típica de su confianza natural. — ¿Pirata? — repitió, dejando que la palabra flotara en el aire. — Sí, aunque yo prefiero verme como un… libre artista del mar. — Hizo un gesto amplio con la mano, como si describiera un cuadro invisible. — Mis palabras son mis pinceles, y el océano, mi lienzo. Si bien, querido destino tuvo que lanzarme a este mundo, la vida pirata me permitió desafiar las normas y vivir con un tipo de libertad que solo los espíritus audaces pueden permitirse. Aun no poseo bandera, ni barco, ni pertenezco a una tripulación especifica, pero esta libertad me ha brindado la oportunidad de conocer personas increíbles. — Observó a Fay mientras procesaba sus palabras y luego continuó con un tono un poco más serio. — Es normal que no escuches de mí, las proezas del gran Pavo Real son demasiado para estos rincones insignificantes del mundo. El mar del Este siempre ha hecho honor a su título como el más débil de todos. — finalizó con una sonrisa y mirada intensa, usando esa mezcla de audacia y teatralidad que lo definía.
Cuando Fay mencionó a los dragones celestiales, el tono de la conversación cambió, y Mayura notó la leve tristeza en sus palabras. Sus ojos grises adquirieron una sombra de amargura, recordando su propio pasado y la opresión creada por su familia su propia familia. Se quedó en silencio unos instantes, pensando en cómo responder. — Los dragones celestiales… — murmuró, su voz apenas un susurro, mientras procesaba la tecla que tanto le había costado ocultar. — Son una ironía, ¿sabes? Se consideran a sí mismos los dioses del mundo, por encima de todos, y sin embargo, dependen de aquellos a quienes subyugan para mantener su poder. — Mayura apretó los labios, tratando de controlar el desprecio que siempre sentía hacia esa casta, simplemente le repugnaba ser su descendiente y aun más, le repugnaba el simple hecho de recordar la opresión que se vivía en el imperio Pavone, en aquella isla que alguna vez pudo considerar hogar.
— El gobierno y sus nobles dragones son como… un teatro de sombras, donde las vidas de aquellos que no tienen poder se vuelven herramientas para que ellos mantengan su estatus. No creo que alguien deba ser menos por su origen o su raza. Esa es la razón por la que elegí el camino que tengo. — Hizo una pausa, observando las olas que rompían suavemente en la orilla. — Yo mismo he tenido que desprenderme de los grilletes de mi pasado. Y si algún día tengo que enfrentarme a ellos, no dudaré en luchar nuevamente por mi propia libertad. — Su tono era serio y cargado de una determinación silenciosa, algo poco común en él, pero genuino.
Luego, con una sonrisa que intentaba disipar la tensión del momento, dirigió su mirada hacia Fay. — Y no te preocupes, querida Fay. En este escenario, mientras yo esté aquí, no habrá ningún dragón celestial que se atreva a tocar a alguien bajo mis plumas. — Agregó en su tono teatral de siempre haciendo un gesto exagerado con las manos, como si envolviera a ambos en un manto invisible de protección, devolviendo algo de ligereza a la conversación. Finalmente, se giró para observar a Fay y le ofreció una sonrisa cálida. — Ahora dime, ¿qué sueñas tú con hacer cuando veas más allá de esta isla? Porque estoy seguro de que esa mirada tuya tiene ambiciones mucho mayores que cualquier simple vida en una isla. — su tono ahora era jovial y su sonrisa increíblemente sincera, debía suavizar la tensión que el mismo creo. — ¿Quién sabe? Quizás algún día, querida, terminemos cruzando el océano juntos. — Su mirada se suavizó por un instante mientras lanzaba una carcajada. En ese momento, no era el actor, ni el artista, ni el pirata elegante, tan solo era Mayura, un alma inquieta que buscaba consuelo y comprensión en la noche estrellada junto a una inesperada amiga.
Cuando llegaron a la playa, Mayura se tomó un momento para contemplar el paisaje. La luna bañaba la arena en un resplandor etéreo, y el suave sonido de las olas le recordaba la vastedad del mundo que tanto amaba. En silencio, cerró los ojos por un momento, dejando que la brisa marina despejara sus pensamientos. La naturaleza del océano, libre e indomable, era una visión que jamás dejaría de cautivarlo, recordándole su propio espíritu rebelde y ansioso de más. Nuevamente los abriría para contemplar el mar que brillaba con un resplandor plateado, y el paisaje que parecía digno de un cuento de hadas, pero mas importante, la vastedad del océano que le recordaba las promesas y los peligros que acechaban más allá.
Las preguntas de Fay lo sacaron de su introspección. Al escuchar su curiosidad sobre él y su vida, esbozó una sonrisa ladeada, típica de su confianza natural. — ¿Pirata? — repitió, dejando que la palabra flotara en el aire. — Sí, aunque yo prefiero verme como un… libre artista del mar. — Hizo un gesto amplio con la mano, como si describiera un cuadro invisible. — Mis palabras son mis pinceles, y el océano, mi lienzo. Si bien, querido destino tuvo que lanzarme a este mundo, la vida pirata me permitió desafiar las normas y vivir con un tipo de libertad que solo los espíritus audaces pueden permitirse. Aun no poseo bandera, ni barco, ni pertenezco a una tripulación especifica, pero esta libertad me ha brindado la oportunidad de conocer personas increíbles. — Observó a Fay mientras procesaba sus palabras y luego continuó con un tono un poco más serio. — Es normal que no escuches de mí, las proezas del gran Pavo Real son demasiado para estos rincones insignificantes del mundo. El mar del Este siempre ha hecho honor a su título como el más débil de todos. — finalizó con una sonrisa y mirada intensa, usando esa mezcla de audacia y teatralidad que lo definía.
Cuando Fay mencionó a los dragones celestiales, el tono de la conversación cambió, y Mayura notó la leve tristeza en sus palabras. Sus ojos grises adquirieron una sombra de amargura, recordando su propio pasado y la opresión creada por su familia su propia familia. Se quedó en silencio unos instantes, pensando en cómo responder. — Los dragones celestiales… — murmuró, su voz apenas un susurro, mientras procesaba la tecla que tanto le había costado ocultar. — Son una ironía, ¿sabes? Se consideran a sí mismos los dioses del mundo, por encima de todos, y sin embargo, dependen de aquellos a quienes subyugan para mantener su poder. — Mayura apretó los labios, tratando de controlar el desprecio que siempre sentía hacia esa casta, simplemente le repugnaba ser su descendiente y aun más, le repugnaba el simple hecho de recordar la opresión que se vivía en el imperio Pavone, en aquella isla que alguna vez pudo considerar hogar.
— El gobierno y sus nobles dragones son como… un teatro de sombras, donde las vidas de aquellos que no tienen poder se vuelven herramientas para que ellos mantengan su estatus. No creo que alguien deba ser menos por su origen o su raza. Esa es la razón por la que elegí el camino que tengo. — Hizo una pausa, observando las olas que rompían suavemente en la orilla. — Yo mismo he tenido que desprenderme de los grilletes de mi pasado. Y si algún día tengo que enfrentarme a ellos, no dudaré en luchar nuevamente por mi propia libertad. — Su tono era serio y cargado de una determinación silenciosa, algo poco común en él, pero genuino.
Luego, con una sonrisa que intentaba disipar la tensión del momento, dirigió su mirada hacia Fay. — Y no te preocupes, querida Fay. En este escenario, mientras yo esté aquí, no habrá ningún dragón celestial que se atreva a tocar a alguien bajo mis plumas. — Agregó en su tono teatral de siempre haciendo un gesto exagerado con las manos, como si envolviera a ambos en un manto invisible de protección, devolviendo algo de ligereza a la conversación. Finalmente, se giró para observar a Fay y le ofreció una sonrisa cálida. — Ahora dime, ¿qué sueñas tú con hacer cuando veas más allá de esta isla? Porque estoy seguro de que esa mirada tuya tiene ambiciones mucho mayores que cualquier simple vida en una isla. — su tono ahora era jovial y su sonrisa increíblemente sincera, debía suavizar la tensión que el mismo creo. — ¿Quién sabe? Quizás algún día, querida, terminemos cruzando el océano juntos. — Su mirada se suavizó por un instante mientras lanzaba una carcajada. En ese momento, no era el actor, ni el artista, ni el pirata elegante, tan solo era Mayura, un alma inquieta que buscaba consuelo y comprensión en la noche estrellada junto a una inesperada amiga.