10 de Otoño del 723
Era increíble lo rápido que se quedaban sin blanca y más sumándole que hacía dos días que Angelo e Iris habían ido al Casino. Si ya tenían poco dinero de por si aquella noche había terminado por acabar de asesinar su cartera y si no se daba prisa no podría pagarle el alquiler a su casero. Joder 800.000 berris al mes por esa mierda de piso, como se notaba la especulación inmobiliaria en las ciudades.
En fin, lo importante es que Iris estaba pensando en instalar su negocio en aquella ciudad pero antes de eso tendría que hacer un estudio de mercado. Y como Angelo estaba ilocalizable —Probablemente estaría aumentando su descendencia por ahí— decidió que tendría que buscarse otro tipo de ayuda. Aunque sabía cuidarse por ella misma no quería ir a esos sitios sola y además, siempre venía bien un guía.
Así que Iris se vistió con sus particulares tejanos negros y top negro, se metió su pistola — Nyx — en la cinturilla de su pantalón, se puso sus habituales gafas de sol y encendiéndose un cigarro salió de su piso de mierda. Loguetown era una ciudad con vida y allí donde miraba había bastante bullicio, se fijó sobre todo en los maderos, descartando los que parecían que podrían darle más problemas o negativas a la hora de ejecutar su plan.
Estaba encendiéndose el tercer cigarro cuando le vio, también te digo para no verle, no todos los días te encontrabas con un reptiliano de tres metros en medio de calle. Ares, si no recordaba mal, iba con su uniforme de Marine y le venia como anillo al dedo, si, es verdad que no había empezado con buen pie, al menos con Angelo, pero vamos a ver eso era comprensible.
—¡Ares!— Exclamó Iris acercándose hasta donde estaba él—. ¿Te acuerdas de mi? Soy Iris, nos conocimos el otro día en el casino... Mira justo estaba buscando la ayuda de un Marine.
Iris se separó un poco del gentío y con el tono de voz más acaramelado que pudo adoptar le comentó:
— Mira voy a serte sincera, necesito adentrarme en los bajos fondos de la ciudad y una delicada señorita como yo no podría hacerlo sola... Así que había pensado que quizás tu podrías ayudarme ¡Además! puedes aprovechar para recaudar información y dársela a tus jefes, los dos salimos ganando. —La peliblanca sonrió— ¿Dime, qué te parece?
Lo de hacerse pasar por una ciudadana modelo le estaba dando hambre.