Alistair
Mochuelo
14-11-2024, 01:16 AM
La media protesta de la sirena le enterneció al observar su reacción, a quien en vez de molestarle provocó ese gesto que tanto le gustaba ver en las facciones femeninas, exteriorizando gracia y alegría que tanto había demostrado en el pasado. Era reconfortante, una vista diametralmente opuesta a la mirada encerrada entre sentimientos opresivos negativos del pasado de ella, aquella mueca que era invocada sin falta cada vez que tocaban el tema de la marca que ambos tenían en su espalda por entidades que, en su pasado, se veían completamente intocables.
Como una fuerza de la naturaleza que solo arrasaba por donde sea que pasara, sin consciencia a los que lastimaba, solo... En este caso, no era una ocurrencia natural sino que se trataba de existencias desbordando malicia. Era algo que compartían, que hubiese preferido de absolutamente cualquier otra manera al menos para la sirena, pero que ahora que cargaban con ese maleficio en sus espaldas, solo podía intentar buscar el lado positivo y verlo como un lazo que les permitía entender el sufrimiento en silencio del otro, enterrado en lo mas profundo de sus memorias. Sonrío ante la sirena recolocando uno de los mechones rubios de vuelta en su sitio, y disfrutó el tacto a gusto; con ese momento, la escena recordaba todavía mas a un par de hermanos interactuando en su día a día.
El tono de la sirena delató la intención en broma que cargaban sus palabras cuando se refirió a la mercancía peligrosa que manipulaba el lunarian, algo que le provocó una pequeña carcajada escapando de entre sus labios cerrados. — Sí, sí. Resulta que todo este tiempo he sido un terrorista doméstico haciendo de buen chico, y mis hobbies consisten en traficar cuernos de monorámpago y explosivos plásticos. — Comentó en medio de risas, siguiéndole el rollo en clara broma, soltando términos que habría aprendido en un libro a prisas. Con el posterior viaje a Momobami entre planes, procuró informarse de donde pudo aunque aún no retenía a perfección todos los contenidos literarios.
— Te harás con un pastón cuando les comentes entonces. Hemos derrocado a la nobleza de Oykot, y eso el Gobierno Mundial no se lo tomará con los brazos cruzados. — Añadió, esta vez solo en media broma. Estaba de más decir que, con sus acciones, una recompensa por sus cabezas era lo mínimo que podía esperarse de las mismas personas que se dedicaban a esclavizar razas no-humanas cada tercer día. Si se pusiera en la tarea de interceptar conversaciones en alguna base marine con un Den Den Mushi negro, estaba convencido de que encontraría más de una hablando de los revolucionarios y los números en efectivo que podrían cobrarse a cambio de sus vidas.
Era un paso en sus vidas del cual no podían retractarse, pero en la mente de Alistair, no tenía ningún plan de echarse para atrás aunque fuese un evento posible.
Tras llegar al sitio, su mirada persiguió a la sirena mientras curioseaba todo el lugar a saltitos, avanzando directamente a la caja con los reactivos peligrosos, quedando a unos dos brazos de distancia en caso de que cualquier cosa saliera... Digamos, mal. No es que tuviese nada de malo en lo absoluto, y cada sustancia por sí sola era incapaz de provocar algún tipo de reacción mas allá de alguna inflamación pasajera que como mucho tardaría 30 minutos en ceder, pero con un frasco chocando contra el resto, mezclándose con los demás, bastaba para armar un caos y seguramente tendrían que salir corriendo del sitio. Fuese por un gas nocivo, un compuesto explosivo o inclusive un corrosivo, lo mejor siempre era exagerar un poco y estar preparado para atrapar cualquier cosa que pudiera resbalarse sin intención.
— ¡Le he dedicado cada momento que he tenido libre! — Respondió enérgico. — Aún queda mucho por delante antes de que pueda tener la idea hecha realidad, pero poco a poco va quedando menos para llegar a la meta. — Lo cierto es que aún quedaban montañas por recorrer, pero no aportaba nada con verlo desde un ángulo pesimista. Muy por el contrario: Si el objetivo estaba en superar montañas, allí tan solo encontraría una razón más para estar tan orgullos de sus alas de ébano.
La sirena estaba radiante, metafóricamente, como un diamante aún en medio de las gasas cubrían sus heridas. Ante tal vista, el emplumado no podía sino sonreír ante el esplendor de Asradi, perdiéndose un momento mientras apreciaba el azul brillo en su mirada hasta que... ¡La lección de los Den Den! — De acuerdo, te lo quitaré de las manos un minuto. — Comentó a la vez que sus manos recibieron al pequeño molusco, colocándolo suavemente sobre la mesa inmediatamente después.
— Bien, como sabrás, cada Den Den Mushi es un mundo. ¡Pero! Absolutamente todas las adiciones en sus caparazones comparten los mismos principios básicos. — Pausó un segundo, señalando al teclado numérico a un costado del molusco. — Primero, un indicador para decirle al Den Den con quién debe comunicarse. — Otra pausa, ahora para señalar a la bocina que descansaba en la parte de arriba del caparazón, con un cable que bajaba y daba la vuelta al molusco hasta acabar en una pequeña pieza metálica con forma de domo en el lado opuesto del indicador numérico. — Y luego, un receptor de sonido por el cual puedes hablar y el Den Den enviar el mensaje al Den Den de la otra persona con quien te comunicas. Todo lo demás suele ser del propio Den Den, y como habrás visto antes, son capaces de modificar su apariencia fácilmente según lo que el otro lado ve. — Eran conceptos simples, de los cuales quizá -o quizá no- había escuchado o visto previamente, pero era necesario repasar antes de meterle mano al molusco sin desconocimiento de dónde tocar.
Acercó algunas herramientas simples al alcance de ambos, entre estos unos mini-alicates y algunos destornilladores pequeños. — Si quieres montar o desmontar uno, es tan simple como soltar algunos tornillos con cuidado y sacarle la pieza correspondiente con la mano. O unas pinzas, si quieres ser más quisquillosa; en cualquiera de los dos casos, estará bien. — En principio, se encargó de demostrar lo que sus labios habían descrito: Con los mini-alicates, aflojaría un poco los tornillos hexagonales en la pieza que conectaba con el receptor, mientras que los destornilladores los usaría con la pieza cercana al teclado numérico. Ninguno, intencionalmente, hasta el final. Giraría las herramientas sobre la palma de su mano, con los agarres ahora encarando a la sirena. Se las estaba pasando, en espera a que las tomara. — ¿Te animas a intentar? Solo es girar y sacar. Hasta puede que la gravedad te ahorre el segundo paso cuando ya no se sujeten con nada. Estoy seguro que lo harás genial de todos modos, así que no te lo pienses ni preocupes demasiado, ¿si? — Buscaba alentarla a intentarlo de primera mano. — Y si por alguna razón no lo consiguieras, descuida. Estoy aquí para arreglar lo que sea necesario y guiarte como se requiera. — Así como ella, él era un tutor que animaba la práctica sin abandonar al estudiante, guiándolo en el proceso y reorientándolo cuando fuera necesario, aplicando refuerzo positivo de por medio.
Como una fuerza de la naturaleza que solo arrasaba por donde sea que pasara, sin consciencia a los que lastimaba, solo... En este caso, no era una ocurrencia natural sino que se trataba de existencias desbordando malicia. Era algo que compartían, que hubiese preferido de absolutamente cualquier otra manera al menos para la sirena, pero que ahora que cargaban con ese maleficio en sus espaldas, solo podía intentar buscar el lado positivo y verlo como un lazo que les permitía entender el sufrimiento en silencio del otro, enterrado en lo mas profundo de sus memorias. Sonrío ante la sirena recolocando uno de los mechones rubios de vuelta en su sitio, y disfrutó el tacto a gusto; con ese momento, la escena recordaba todavía mas a un par de hermanos interactuando en su día a día.
El tono de la sirena delató la intención en broma que cargaban sus palabras cuando se refirió a la mercancía peligrosa que manipulaba el lunarian, algo que le provocó una pequeña carcajada escapando de entre sus labios cerrados. — Sí, sí. Resulta que todo este tiempo he sido un terrorista doméstico haciendo de buen chico, y mis hobbies consisten en traficar cuernos de monorámpago y explosivos plásticos. — Comentó en medio de risas, siguiéndole el rollo en clara broma, soltando términos que habría aprendido en un libro a prisas. Con el posterior viaje a Momobami entre planes, procuró informarse de donde pudo aunque aún no retenía a perfección todos los contenidos literarios.
— Te harás con un pastón cuando les comentes entonces. Hemos derrocado a la nobleza de Oykot, y eso el Gobierno Mundial no se lo tomará con los brazos cruzados. — Añadió, esta vez solo en media broma. Estaba de más decir que, con sus acciones, una recompensa por sus cabezas era lo mínimo que podía esperarse de las mismas personas que se dedicaban a esclavizar razas no-humanas cada tercer día. Si se pusiera en la tarea de interceptar conversaciones en alguna base marine con un Den Den Mushi negro, estaba convencido de que encontraría más de una hablando de los revolucionarios y los números en efectivo que podrían cobrarse a cambio de sus vidas.
Era un paso en sus vidas del cual no podían retractarse, pero en la mente de Alistair, no tenía ningún plan de echarse para atrás aunque fuese un evento posible.
Tras llegar al sitio, su mirada persiguió a la sirena mientras curioseaba todo el lugar a saltitos, avanzando directamente a la caja con los reactivos peligrosos, quedando a unos dos brazos de distancia en caso de que cualquier cosa saliera... Digamos, mal. No es que tuviese nada de malo en lo absoluto, y cada sustancia por sí sola era incapaz de provocar algún tipo de reacción mas allá de alguna inflamación pasajera que como mucho tardaría 30 minutos en ceder, pero con un frasco chocando contra el resto, mezclándose con los demás, bastaba para armar un caos y seguramente tendrían que salir corriendo del sitio. Fuese por un gas nocivo, un compuesto explosivo o inclusive un corrosivo, lo mejor siempre era exagerar un poco y estar preparado para atrapar cualquier cosa que pudiera resbalarse sin intención.
— ¡Le he dedicado cada momento que he tenido libre! — Respondió enérgico. — Aún queda mucho por delante antes de que pueda tener la idea hecha realidad, pero poco a poco va quedando menos para llegar a la meta. — Lo cierto es que aún quedaban montañas por recorrer, pero no aportaba nada con verlo desde un ángulo pesimista. Muy por el contrario: Si el objetivo estaba en superar montañas, allí tan solo encontraría una razón más para estar tan orgullos de sus alas de ébano.
La sirena estaba radiante, metafóricamente, como un diamante aún en medio de las gasas cubrían sus heridas. Ante tal vista, el emplumado no podía sino sonreír ante el esplendor de Asradi, perdiéndose un momento mientras apreciaba el azul brillo en su mirada hasta que... ¡La lección de los Den Den! — De acuerdo, te lo quitaré de las manos un minuto. — Comentó a la vez que sus manos recibieron al pequeño molusco, colocándolo suavemente sobre la mesa inmediatamente después.
— Bien, como sabrás, cada Den Den Mushi es un mundo. ¡Pero! Absolutamente todas las adiciones en sus caparazones comparten los mismos principios básicos. — Pausó un segundo, señalando al teclado numérico a un costado del molusco. — Primero, un indicador para decirle al Den Den con quién debe comunicarse. — Otra pausa, ahora para señalar a la bocina que descansaba en la parte de arriba del caparazón, con un cable que bajaba y daba la vuelta al molusco hasta acabar en una pequeña pieza metálica con forma de domo en el lado opuesto del indicador numérico. — Y luego, un receptor de sonido por el cual puedes hablar y el Den Den enviar el mensaje al Den Den de la otra persona con quien te comunicas. Todo lo demás suele ser del propio Den Den, y como habrás visto antes, son capaces de modificar su apariencia fácilmente según lo que el otro lado ve. — Eran conceptos simples, de los cuales quizá -o quizá no- había escuchado o visto previamente, pero era necesario repasar antes de meterle mano al molusco sin desconocimiento de dónde tocar.
Acercó algunas herramientas simples al alcance de ambos, entre estos unos mini-alicates y algunos destornilladores pequeños. — Si quieres montar o desmontar uno, es tan simple como soltar algunos tornillos con cuidado y sacarle la pieza correspondiente con la mano. O unas pinzas, si quieres ser más quisquillosa; en cualquiera de los dos casos, estará bien. — En principio, se encargó de demostrar lo que sus labios habían descrito: Con los mini-alicates, aflojaría un poco los tornillos hexagonales en la pieza que conectaba con el receptor, mientras que los destornilladores los usaría con la pieza cercana al teclado numérico. Ninguno, intencionalmente, hasta el final. Giraría las herramientas sobre la palma de su mano, con los agarres ahora encarando a la sirena. Se las estaba pasando, en espera a que las tomara. — ¿Te animas a intentar? Solo es girar y sacar. Hasta puede que la gravedad te ahorre el segundo paso cuando ya no se sujeten con nada. Estoy seguro que lo harás genial de todos modos, así que no te lo pienses ni preocupes demasiado, ¿si? — Buscaba alentarla a intentarlo de primera mano. — Y si por alguna razón no lo consiguieras, descuida. Estoy aquí para arreglar lo que sea necesario y guiarte como se requiera. — Así como ella, él era un tutor que animaba la práctica sin abandonar al estudiante, guiándolo en el proceso y reorientándolo cuando fuera necesario, aplicando refuerzo positivo de por medio.