Rocket Raccoon
Rocket
14-11-2024, 05:36 AM
(Última modificación: 14-11-2024, 05:43 AM por Rocket Raccoon.)
La chica que, hasta hacía unos instantes, le había lanzado miradas coquetas al joven de cabello blanco, observó la nota que él le había dejado justo en sus manos antes de irse, y una leve sonrisa se asomó en su rostro. Al levantar la mirada, sus ojos encontraron el guiño de John, y ella, con un destello de felicidad, agitó la mano de un lado a otro en alto, en una breve despedida.
El próximo destino del peliblanco no era, desde luego, un lugar acogedor. Era el tipo de sitio que cualquiera imaginaría como el último refugio de las sombras: un rincón oscuro, olvidado por cualquier dios, si es que aún quedaba alguno en estas calles podridas y desahuciadas. Aquí solo permanecían los residuos de la ciudad: los desechados, los invisibles, e incluso los ignorados. Nadie ajeno a estos callejones deseaba tener trato con los personajes que los habitaban, y era una cautela ya asumida. Con los años, se había convertido en ley no escrita que salir de estos distritos bastaba para ganarse una mirada de sospecha o desprecio por parte de los residentes más nobles de la isla.
Sin embargo, a John no le importaba en lo más mínimo. Él tenía un solo propósito, y estaba seguro de que la respuesta aguardaba en esa taberna, o al menos, eso esperaba. Por eso su caminar era bastante decidido, y su plan para poder entrar ahí pues, era curioso. Hacerse pasar por un marino en medio de estas tierras olvidadas, pues por lo menos era algo cuestionable ese plan. Un policía entrando en medio de una pandilla de criminales, pues no mucha cosa buena podría salir de una escena como esa.
Y pues así había sido. Apenas ingresar al distrito gris, cercano al muelle, los ojos de los indeseados comenzaron a fijarse en el peliblanco. Quien aún mantenía ese porte confiado. Lo necesitaba, si no quería tener malas experiencias aquí, era mejor mostrar un temple de acero y no dejarse llevar por el miedo que estas sabandijas podrían causar con tan solo su mera existencia. Eran bandidos de poca monta, sin más. No causarían mucho problema si decidía enfrentarse a alguno, o si ellos eran los que iniciaban el conflicto.
Y así había pasado, apenas llevaba unos cinco minutos de haber ingresado a ese lugar. -Heyyyy hey... ¿Y este cachorrito ah?- Lo habías notado hace unos pasos atrás. Lo recordabas recostado en uno de los portales que servían como acceso a una de las tantas ''casas'' hechas de lata y madera. Llamaste su atención, por el motivo que sea, y pues decidió que era buena idea intentar robarte. -Mejor ve soltando todo lo qu...- Fue en ese preciso momento cuando lo mandaste a volar bien lejos. No supuso mucho problema en realidad.
El conflicto no paso a mayores. Y de hecho, parecía ser que haber mostrado ese grado de agresividad, mantuvo a los demás alejados. Era una pelea que no iban a ganar, así que habían decidido que lo mejor era no ganarse una paliza de a gratis. De todos modos, el chico guaperas que iba caminando por ahí no tenía nada que ver con ellos, así que lo dejaron pasar sin más.
Lograbas escuchar algún que otro grito y alguna pieza de cristal romperse allá adentro de la taberna a la cual te dirigías. ¿Normal no? Era la fama que tenía este tipo de lugares, siempre había problemas a toda hora. Decidiste estar ahí afuera unos minutos, esperando que la situación adentro se calmara. Viste salir a unos cuantos malhechores, uno de ellos iba sangrando gravemente, hasta que los perdiste de vista luego de entrar por un callejón oscuro.
Todas las miradas se pusieron en ti. Era obvio, un chico bonito entrando en una taberna de mala muerte como esta. Se podía notar que había cierto grado de tensión, era casi hasta palpable. ¿Tenías un cuchillo? Quizás si rasgabas el aire, la podías sentir. Pero más allá de todo eso, te acercaste un poco más al centro, donde tu voz se lograría escuchar sin ningún tipo de problema. Y entonces soltaste aquel nombre. Criford.
Lo que sucedería después, era incluso gracioso. Esta gente parecía no querer ningún tipo de problemas con la ley, estaban aquí, pues, disfrutando de sus mierdas. Así que todos, al escuchar ese nombre, giraron la cabeza hacia un punto en concreto. Si te unías al baile de miradas, un sujeto con aspecto de sorpresa en su rostro se levantaba de golpe e intentaba salir a por patas del lugar. Lamentablemente, estabas ahí en medio, así que no tenía más opción que intentar quitarte de ahí.
¿Pero, como era la apariencia de esta persona?
¿Qué es lo que tenías en mente todo este tiempo que te indicaron su nombre?
¿Era lo que esperabas? Un señor que ya había dejado sus buenos años hace mucho tiempo atrás. Sí, parecía que aún conservaba parte del físico que en algún momento debía de tener, había sido un marino pues, así qué entrenado estaba. Por lo menos en sus tiempos. Cabello oscuro, aunque ya no le quedaba mucho de este, tan solo mantenía unos cuantos mechones mal cortados en los costados de su cabeza. De piel morena y con ropa, pues, desgastada por el tiempo. No llevaba su traje de marino, si era lo que esperabas ver. Su altura, sí que era algo a tener en cuenta, parecía llegar a los dos metros de alto. -¡Aparta maldito!-
El próximo destino del peliblanco no era, desde luego, un lugar acogedor. Era el tipo de sitio que cualquiera imaginaría como el último refugio de las sombras: un rincón oscuro, olvidado por cualquier dios, si es que aún quedaba alguno en estas calles podridas y desahuciadas. Aquí solo permanecían los residuos de la ciudad: los desechados, los invisibles, e incluso los ignorados. Nadie ajeno a estos callejones deseaba tener trato con los personajes que los habitaban, y era una cautela ya asumida. Con los años, se había convertido en ley no escrita que salir de estos distritos bastaba para ganarse una mirada de sospecha o desprecio por parte de los residentes más nobles de la isla.
Sin embargo, a John no le importaba en lo más mínimo. Él tenía un solo propósito, y estaba seguro de que la respuesta aguardaba en esa taberna, o al menos, eso esperaba. Por eso su caminar era bastante decidido, y su plan para poder entrar ahí pues, era curioso. Hacerse pasar por un marino en medio de estas tierras olvidadas, pues por lo menos era algo cuestionable ese plan. Un policía entrando en medio de una pandilla de criminales, pues no mucha cosa buena podría salir de una escena como esa.
Y pues así había sido. Apenas ingresar al distrito gris, cercano al muelle, los ojos de los indeseados comenzaron a fijarse en el peliblanco. Quien aún mantenía ese porte confiado. Lo necesitaba, si no quería tener malas experiencias aquí, era mejor mostrar un temple de acero y no dejarse llevar por el miedo que estas sabandijas podrían causar con tan solo su mera existencia. Eran bandidos de poca monta, sin más. No causarían mucho problema si decidía enfrentarse a alguno, o si ellos eran los que iniciaban el conflicto.
Y así había pasado, apenas llevaba unos cinco minutos de haber ingresado a ese lugar. -Heyyyy hey... ¿Y este cachorrito ah?- Lo habías notado hace unos pasos atrás. Lo recordabas recostado en uno de los portales que servían como acceso a una de las tantas ''casas'' hechas de lata y madera. Llamaste su atención, por el motivo que sea, y pues decidió que era buena idea intentar robarte. -Mejor ve soltando todo lo qu...- Fue en ese preciso momento cuando lo mandaste a volar bien lejos. No supuso mucho problema en realidad.
El conflicto no paso a mayores. Y de hecho, parecía ser que haber mostrado ese grado de agresividad, mantuvo a los demás alejados. Era una pelea que no iban a ganar, así que habían decidido que lo mejor era no ganarse una paliza de a gratis. De todos modos, el chico guaperas que iba caminando por ahí no tenía nada que ver con ellos, así que lo dejaron pasar sin más.
Lograbas escuchar algún que otro grito y alguna pieza de cristal romperse allá adentro de la taberna a la cual te dirigías. ¿Normal no? Era la fama que tenía este tipo de lugares, siempre había problemas a toda hora. Decidiste estar ahí afuera unos minutos, esperando que la situación adentro se calmara. Viste salir a unos cuantos malhechores, uno de ellos iba sangrando gravemente, hasta que los perdiste de vista luego de entrar por un callejón oscuro.
Todas las miradas se pusieron en ti. Era obvio, un chico bonito entrando en una taberna de mala muerte como esta. Se podía notar que había cierto grado de tensión, era casi hasta palpable. ¿Tenías un cuchillo? Quizás si rasgabas el aire, la podías sentir. Pero más allá de todo eso, te acercaste un poco más al centro, donde tu voz se lograría escuchar sin ningún tipo de problema. Y entonces soltaste aquel nombre. Criford.
Lo que sucedería después, era incluso gracioso. Esta gente parecía no querer ningún tipo de problemas con la ley, estaban aquí, pues, disfrutando de sus mierdas. Así que todos, al escuchar ese nombre, giraron la cabeza hacia un punto en concreto. Si te unías al baile de miradas, un sujeto con aspecto de sorpresa en su rostro se levantaba de golpe e intentaba salir a por patas del lugar. Lamentablemente, estabas ahí en medio, así que no tenía más opción que intentar quitarte de ahí.
¿Pero, como era la apariencia de esta persona?
¿Qué es lo que tenías en mente todo este tiempo que te indicaron su nombre?
¿Era lo que esperabas? Un señor que ya había dejado sus buenos años hace mucho tiempo atrás. Sí, parecía que aún conservaba parte del físico que en algún momento debía de tener, había sido un marino pues, así qué entrenado estaba. Por lo menos en sus tiempos. Cabello oscuro, aunque ya no le quedaba mucho de este, tan solo mantenía unos cuantos mechones mal cortados en los costados de su cabeza. De piel morena y con ropa, pues, desgastada por el tiempo. No llevaba su traje de marino, si era lo que esperabas ver. Su altura, sí que era algo a tener en cuenta, parecía llegar a los dos metros de alto. -¡Aparta maldito!-