Vesper Chrome
Medical Fortress
14-11-2024, 06:07 PM
(Última modificación: 14-11-2024, 06:13 PM por Vesper Chrome.)
Tras los desastres que pasaron en esa aventura en aquella isla, y la pelea a medio dejar que tuve con Alexander, realmente me encontraba desganado, además de que los días posteriores tuve que dedicarme a curar las heridas de todos, no es como que me quejara para nada, al final de cuentas son mis nakamas, pero dejar una pelea a medias para mi era una de las peores cosas que pueden suceder. Al menos no todo fue malo, habíamos capturado a uno de los piratas del conejo y lo entregaríamos por su cuantiosa recompensa, al menos podría comprar mejor equipo medico para mis muchachos.
Mientras el capitán se encontraba visiblemente feliz, calmo, encima del mástil del barco, yo me encontraba dándole unos retoques a ¨Morte Rogue¨ Aquel gran escudo rojo del que tanto puedo presumir, dudo que cualquier ataque pueda traspasar el metal del que esta construido, y la seguridad de mis nakamas está a la par de su fuerza gracias a él. Justo entonces unas pocas cenizas calientes caen desde lo mas alto del barco, evidentemente mi capitán estaba algo loco, había quemado nuestro Jolly Roger, pero comprendía sus motivos. —Oye Ricitos de plata, cuidado si quemas el barco con esos poderes tuyos. — Miré hacia arriba, pero este ya se encontraba bajando.
Lo que pasó después fue el mismo amarrando a Muzen de las piernas y manos para entonces una vez llegásemos. —Por supuesto, después de todo, Kilombo es como mi hogar. — Le respondí al capitán una vez explicó quienes iríamos con él a entregar al afamado pirata, que perderá su fama una vez sea ejecutado. El tiempo pasó más rápido de lo esperado y ya nos encontrábamos camino a la base de la marina, algunas personas miraban a Byron y Gavyn de manera extraña, además de a Bonez quien iba detrás nuestro, por otra parte, muchos ya me conocen, pasé cuatro años viviendo en esta isla, haciendo encargos de norte a sur, de este a oeste. Pero era evidente, no somos enemigos, al menos no ahora, y probablemente nunca lo seamos, no de esta isla que fue la fundadora de los Piratas Hizashi.
—No creo que haya que hablarle demasiado a este tipo, al final puede él, hablar mas de la cuenta, y es lo que no necesitamos estando aquí. — Le comenté a Byron mientras lo arrastraba como si Muzen fuera una bolsa de basura que no quiere sacar al patio. Por otra parte, ahí estaba Bonez, y yo me encontraba totalmente de acuerdo con lo que el decía. —Beber y Jugar Bonez, como cuando nos conocimos. — Le brinde una sonrisa al chico de tez oscura, somos el dúo perfecto para jugar cartas, apostar mucho y salir ganando de la manera legal, y evidentemente, de la manera no muy legal que digamos, porque normalmente la gente no quiere meterse con ese par de engendros.
Habíamos llegado a las puertas de la base de la marina, donde alguna vez muchos ciudadanos fueron a quejarse y simplemente se fueron sin una respuesta, porque por muchos marines buenos que hay, también existe otra mitad que no quiere hacer mas que ganar un sueldo por no hacer absolutamente nada, aunque de hecho, ahí dentro trabaja alguien que conozco, con la cual coincidí en algún momento, la amargada pero bellísima Anko, no se si era su cara amargada, o sus palabras con desinterés, pero algo en esa marine me hacia palpitar el corazón de una extraña manera. —Byron, Gavyn, Bonez, ya estamos aquí, ahora veremos que tal se da esta situación. — Expreso antes de que si quiera se presentara algún marine a la puerta.
Aunque eso duró poco porque dos de ellos se acercaron a nosotros, los había visto rondando por ahí de vez en cuando, en esta ocasión no era mi turno de hablar ni nada por el estilo, Byron era quien tenia que entregar a Muzen, nosotros somos solo aventureros a su servicio, no piratas, no corsarios, aventureros y nada más. —Ya escucharon al de cabellos violetas, vamos a entregar a ese pirata, no queremos que cause estragos por ahí mientras estamos de aventuras. — Terminé expresando a reclutas o soldados que estaban en la puerta, estaba claro que ellos no serian los unicos que saldrian, pues por su apariencia no parecian mas que simples soldados o reclutas, pero sabia que si aparecian mas personas de la cuenta, existia la posibilidad de que reconociera a uno de nosotros como un posible problema, que en verdad era lo que se evitaba en una situación como esta, al final de cuentas debe ser una entrega tranquila, pacifica cuanto menos, no era el lugar ni el momento apra que sean reconocidos como piratas.
El cuartel de la marina era una fortaleza imponente y bien organizada. Las paredes, de un gris metálico, se elevaban altas y reforzadas, marcadas por insignias doradas de la marina que brillaban bajo el sol. Alrededor, se extendían patios de entrenamiento donde se oía el sonido de las espadas chocando y los gritos de mando de los oficiales. Marines en diferentes niveles de entrenamiento se movían en filas disciplinadas, algunos practicando combate cuerpo a cuerpo, mientras otros manejaban armas de fuego en una zona especial de tiro. Más cerca del centro, varios reclutas se turnaban en sesiones de resistencia física, con carreras de obstáculos y pruebas de fuerza. La bandera de la marina ondeaba en lo alto, visible desde cualquier rincón del cuartel. En cada entrada y torre de vigilancia, guardias observaban con atención, listos para interceptar cualquier movimiento sospechoso. Ya habia visto esto antes, muchas veces tuve que hacer uno que otro recado dentro de este cuartel, traer cosas a algunos soldados rasos, o reclutas que enviaban sus esposas preocupadas, o sus madres, abuelas, etc, siempre estaban en las mismas, entrenando sin parar, para probablemente morir en algun sitio, sin sentir ni una pizca de libertad, aquella que tanto anhelamos nososotros los piratas.
Mientras el capitán se encontraba visiblemente feliz, calmo, encima del mástil del barco, yo me encontraba dándole unos retoques a ¨Morte Rogue¨ Aquel gran escudo rojo del que tanto puedo presumir, dudo que cualquier ataque pueda traspasar el metal del que esta construido, y la seguridad de mis nakamas está a la par de su fuerza gracias a él. Justo entonces unas pocas cenizas calientes caen desde lo mas alto del barco, evidentemente mi capitán estaba algo loco, había quemado nuestro Jolly Roger, pero comprendía sus motivos. —Oye Ricitos de plata, cuidado si quemas el barco con esos poderes tuyos. — Miré hacia arriba, pero este ya se encontraba bajando.
Lo que pasó después fue el mismo amarrando a Muzen de las piernas y manos para entonces una vez llegásemos. —Por supuesto, después de todo, Kilombo es como mi hogar. — Le respondí al capitán una vez explicó quienes iríamos con él a entregar al afamado pirata, que perderá su fama una vez sea ejecutado. El tiempo pasó más rápido de lo esperado y ya nos encontrábamos camino a la base de la marina, algunas personas miraban a Byron y Gavyn de manera extraña, además de a Bonez quien iba detrás nuestro, por otra parte, muchos ya me conocen, pasé cuatro años viviendo en esta isla, haciendo encargos de norte a sur, de este a oeste. Pero era evidente, no somos enemigos, al menos no ahora, y probablemente nunca lo seamos, no de esta isla que fue la fundadora de los Piratas Hizashi.
—No creo que haya que hablarle demasiado a este tipo, al final puede él, hablar mas de la cuenta, y es lo que no necesitamos estando aquí. — Le comenté a Byron mientras lo arrastraba como si Muzen fuera una bolsa de basura que no quiere sacar al patio. Por otra parte, ahí estaba Bonez, y yo me encontraba totalmente de acuerdo con lo que el decía. —Beber y Jugar Bonez, como cuando nos conocimos. — Le brinde una sonrisa al chico de tez oscura, somos el dúo perfecto para jugar cartas, apostar mucho y salir ganando de la manera legal, y evidentemente, de la manera no muy legal que digamos, porque normalmente la gente no quiere meterse con ese par de engendros.
Habíamos llegado a las puertas de la base de la marina, donde alguna vez muchos ciudadanos fueron a quejarse y simplemente se fueron sin una respuesta, porque por muchos marines buenos que hay, también existe otra mitad que no quiere hacer mas que ganar un sueldo por no hacer absolutamente nada, aunque de hecho, ahí dentro trabaja alguien que conozco, con la cual coincidí en algún momento, la amargada pero bellísima Anko, no se si era su cara amargada, o sus palabras con desinterés, pero algo en esa marine me hacia palpitar el corazón de una extraña manera. —Byron, Gavyn, Bonez, ya estamos aquí, ahora veremos que tal se da esta situación. — Expreso antes de que si quiera se presentara algún marine a la puerta.
Aunque eso duró poco porque dos de ellos se acercaron a nosotros, los había visto rondando por ahí de vez en cuando, en esta ocasión no era mi turno de hablar ni nada por el estilo, Byron era quien tenia que entregar a Muzen, nosotros somos solo aventureros a su servicio, no piratas, no corsarios, aventureros y nada más. —Ya escucharon al de cabellos violetas, vamos a entregar a ese pirata, no queremos que cause estragos por ahí mientras estamos de aventuras. — Terminé expresando a reclutas o soldados que estaban en la puerta, estaba claro que ellos no serian los unicos que saldrian, pues por su apariencia no parecian mas que simples soldados o reclutas, pero sabia que si aparecian mas personas de la cuenta, existia la posibilidad de que reconociera a uno de nosotros como un posible problema, que en verdad era lo que se evitaba en una situación como esta, al final de cuentas debe ser una entrega tranquila, pacifica cuanto menos, no era el lugar ni el momento apra que sean reconocidos como piratas.
El cuartel de la marina era una fortaleza imponente y bien organizada. Las paredes, de un gris metálico, se elevaban altas y reforzadas, marcadas por insignias doradas de la marina que brillaban bajo el sol. Alrededor, se extendían patios de entrenamiento donde se oía el sonido de las espadas chocando y los gritos de mando de los oficiales. Marines en diferentes niveles de entrenamiento se movían en filas disciplinadas, algunos practicando combate cuerpo a cuerpo, mientras otros manejaban armas de fuego en una zona especial de tiro. Más cerca del centro, varios reclutas se turnaban en sesiones de resistencia física, con carreras de obstáculos y pruebas de fuerza. La bandera de la marina ondeaba en lo alto, visible desde cualquier rincón del cuartel. En cada entrada y torre de vigilancia, guardias observaban con atención, listos para interceptar cualquier movimiento sospechoso. Ya habia visto esto antes, muchas veces tuve que hacer uno que otro recado dentro de este cuartel, traer cosas a algunos soldados rasos, o reclutas que enviaban sus esposas preocupadas, o sus madres, abuelas, etc, siempre estaban en las mismas, entrenando sin parar, para probablemente morir en algun sitio, sin sentir ni una pizca de libertad, aquella que tanto anhelamos nososotros los piratas.