Jack D. Agnis
Golden Eyes
14-11-2024, 08:25 PM
—No sé por qué, pero creo en lo que me dices —respondí con una sonrisa divertida a las palabras de Nori, mientras flexionaba las rodillas, buscando un respiro para mis piernas cansadas. Fue en ese instante que un vagabundo se me acercó con una petición extraña e imposible de aceptar.
Esa espada había estado conmigo desde el primer día y, aunque no era la mejor, la consideraba un tesoro. Me había servido fielmente para protegerme y, por eso, le tenía un profundo aprecio. Le respondí que no podía dársela, pero le ofrecí algunos berris para que pudiera comer. Para mi sorpresa, rechazó la ayuda y se alejó, lo que me resultó un tanto raro.
“Quizá no busca caridad”, pensé, justo cuando el hermano que había entrado al dojo regresó con buenas noticias.
Al escuchar que habíamos terminado el ascenso, alcé la mano en señal de victoria. Cargar aquella canasta había sido más agotador de lo que esperaba, sobre todo sin mi brazo izquierdo.
-Bien por nosotros por subir todo esto a pie… ¿No sería más fácil usar animales? - comenté, aliviado.
Al entrar, llegamos a un manantial. Me quité las botas, revelando un par de calcetas agujereadas por las que asomaban mis dedos, y comencé a lavarme los pies. La sensación del agua fresca fue tan aliviante que solté un suspiro tan largo que tuve que respirar hondo para recuperar el aire. Con los pies y la mano ya limpios, coloqué las medias dentro de mis botas y, con ellas en mano, seguí a los tres hermanos hacia el interior del dojo.
___________________________________________________________________________________________
Después de unos pocos segundos de caminar, llegamos al patio del dojo y nos detuvimos. No estaba del todo seguro del porqué, pero supuse que pronto haría su aparición el maestro de aquel lugar.
Cuando lo hiciera, podría desenfundar mi espada y lanzarme al ataque, pero preferí esperar a que el ritual siguiera su curso y así retar oficialmente a aquel hombre. Atacar a alguien tan respetado delante de su gente sería una gran desventaja.
“A veces lo mejor es hacerlo por la vía legal”, pensé, mientras observaba cómo un grupo de niños salia y se sentaba en los cojines dispuestos en el patio, rindiendo respeto a las figuras que salieron luego, al final de la formación.
Una ligera sonrisa se dibujó en mis labios al ver al maestro. Él era el hombre al que había venido a enfrentar y, si era necesario, eliminar para reclamar el dojo como propio.
Escuché sus palabras con impaciencia, y entonces noté la espada que el vagabundo había querido darme a cambio de la mía. Ahora lo comprendía: todo había sido una prueba. Solté una risa baja al darme cuenta de ello.
Cuando terminó de hablar, alcé la mano y di un paso adelante hacia él.
—Lo siento, viejo, pero no me interesa enfrentarme a un niño. He venido hasta aquí para retarte a un duelo; no pienso desperdiciar mi energía en un aprendiz. Así que dime, ¿aceptas mi desafío o tendré que obligarte a desempolvar esa espada tuya? —dije, con una sonrisa desafiante, dejando claro que solo había un propósito en mi visita.
Esa espada había estado conmigo desde el primer día y, aunque no era la mejor, la consideraba un tesoro. Me había servido fielmente para protegerme y, por eso, le tenía un profundo aprecio. Le respondí que no podía dársela, pero le ofrecí algunos berris para que pudiera comer. Para mi sorpresa, rechazó la ayuda y se alejó, lo que me resultó un tanto raro.
“Quizá no busca caridad”, pensé, justo cuando el hermano que había entrado al dojo regresó con buenas noticias.
Al escuchar que habíamos terminado el ascenso, alcé la mano en señal de victoria. Cargar aquella canasta había sido más agotador de lo que esperaba, sobre todo sin mi brazo izquierdo.
-Bien por nosotros por subir todo esto a pie… ¿No sería más fácil usar animales? - comenté, aliviado.
Al entrar, llegamos a un manantial. Me quité las botas, revelando un par de calcetas agujereadas por las que asomaban mis dedos, y comencé a lavarme los pies. La sensación del agua fresca fue tan aliviante que solté un suspiro tan largo que tuve que respirar hondo para recuperar el aire. Con los pies y la mano ya limpios, coloqué las medias dentro de mis botas y, con ellas en mano, seguí a los tres hermanos hacia el interior del dojo.
___________________________________________________________________________________________
Después de unos pocos segundos de caminar, llegamos al patio del dojo y nos detuvimos. No estaba del todo seguro del porqué, pero supuse que pronto haría su aparición el maestro de aquel lugar.
Cuando lo hiciera, podría desenfundar mi espada y lanzarme al ataque, pero preferí esperar a que el ritual siguiera su curso y así retar oficialmente a aquel hombre. Atacar a alguien tan respetado delante de su gente sería una gran desventaja.
“A veces lo mejor es hacerlo por la vía legal”, pensé, mientras observaba cómo un grupo de niños salia y se sentaba en los cojines dispuestos en el patio, rindiendo respeto a las figuras que salieron luego, al final de la formación.
Una ligera sonrisa se dibujó en mis labios al ver al maestro. Él era el hombre al que había venido a enfrentar y, si era necesario, eliminar para reclamar el dojo como propio.
Escuché sus palabras con impaciencia, y entonces noté la espada que el vagabundo había querido darme a cambio de la mía. Ahora lo comprendía: todo había sido una prueba. Solté una risa baja al darme cuenta de ello.
Cuando terminó de hablar, alcé la mano y di un paso adelante hacia él.
—Lo siento, viejo, pero no me interesa enfrentarme a un niño. He venido hasta aquí para retarte a un duelo; no pienso desperdiciar mi energía en un aprendiz. Así que dime, ¿aceptas mi desafío o tendré que obligarte a desempolvar esa espada tuya? —dije, con una sonrisa desafiante, dejando claro que solo había un propósito en mi visita.