Sowon
Luna Sangrienta
14-11-2024, 10:11 PM
La mujer aguardó en la orilla de la soledad, su espada se relamía con el olor al alcohol que muchas veces se interpretaba como señal de sangre fácil, su compañero estaba montando un gran show acaparando la atención de todos esos piratas. Un paso, dos pasos, la Oni se acercaba poco a poco al lugar perfecto para su embestida, como un bateador que prepara el mejor golpe para sacar la esfera fuera del campo. Los recuerdos de los esclavos seguían en su mente, ella no volvería a obedecer a nadie y ahora tocaba mostrarle a los esclavos como defender su libertad adquirida. Las armas estaban para tomarlas, las cartas y los trucos de Bonez resultaban hipnotizar a los piratas a su alrededor, haciendo que una gigantesca sombra de cuatro metros resultase invisible para los alcoholizados malhechores que ahora reclamaban ante un supuesto truco fallido. Inclinó su cuerpo, la espada cruzada detrás de su espada y sus manos aferradas en el mango, era la señal que estaba buscando y ahora la sutil seña de su compañero le hizo deslizar el filo por el viento. El sonido del metal cortó el silencio, pero el arma ya había realizado su corte lateral, la sangre estaba fluyendo como lágrimas por el filo de la espada que ahora se elevaba hasta el el cielo en una curvatura elegante pero violenta en su gran brutalidad que se complementaba gracias a aquella sonrisa de muerte.
— Yo no haré muchos trucos de magia, pero no creo que muchas personas puedan cortar a la mitad a diez personas de un solo movimiento... —
Bromeó clavando su enorme espadón en el suelo, sobre el pecho del único pirata que había presenciado el descomunal corte, y se había agachado a recoger las cartas del mago. Se preguntaba si aquellos ojos brillaban de terror por el hecho de morir, estaba maravillado por semejante escena o no terminaba de procesar el amargo sabor de sentirse inferior en tamaño, poder y capacidades frente a esos dos desconocidos que habían llegado al campamento para darle fin a su negocio. Sacudió los cuerpos mientras tomaba las llaves que caían de cada uno, alguna serviría para los esclavos y otras seguramente tendrían como finalidad desbloquear los tesoros de aquellos malvivientes.
— Bueno, ya que estamos, será mejor limpiar esta zona para que ninguno de ellos pueda seguir con el negocio. Mi espada va a disfrutar cortando a todos los que estén por aquí en las afueras, en la cueva debe estar todo lo que buscamos, parece que esos esclavos eran simplemente los nuevos que cayeron en sus garras. ¡Vamos a mostrarles lo que hacemos los verdaderos piratas! Un verdadero lobo de mar, no necesita tener a otros bajo sus pies porque la libertad es lo único que existe sobre la voluntad de los hombres...—
Rugió mientras se lanzaba contra los desprevenidos piratas, el campamento se sumió en gritos y caos mientras el enorme espadón actuaba como una gigantesca escoba cortando todo lo que se atrevía a pasear por su filo. Otros espadachines buscarían la elegancia, la destreza, quizás la delicadeza del corte pero Sowon era diferente. Disfrutaba los cortes bruscos, las extremidades que se convertían en parte del filo por unos segundos y el sonido de los huesos al partirse por el peso de su arma. Las bajas del campamento se contaban por decenas, mientras la figura demoníaca de la rubia se alzaba como una grotesca representación de la muerte que había salido del infierno a cobrar venganza por las acciones que consideraba injustas. Sus ojos verdes, brillaban por la enorme emoción, buscaban ver a Bonez y cubrirle las espaldas en aquella escaramuza no se olvidaba de que tenían un trato y que cayese en batalla simplemente arruinaría toda la emoción.
— ¿Encontraste algo? Puedes dejarme a estos a mí, sigue adelante... —
Comentó saltando delante de su compañero, blandiendo la gigantesca mole de hierro sobre su cabeza y rompiendo la tierra con un brutal arrastre que mandó a volar a los pequeños piratas. Cada segundo que pasaba, la mujer se encargaba de reducir sus movimientos y de llevarse consigo a la mayor cantidad de enemigos, lo más impactante es que no se había dignado a utilizar ninguna de sus temibles técnicas. Nadie se esperaba luchar contra alguien de su magnitud, en el campamento, los pocos que no huían no lo hacían por valentía si no por el enorme terror que recorría cada fibra de su cuerpo. No comprendían como una hermosa mujer, ocultaba en su interior y casi sin percibirlo, a una bestia de semejante brutalidad que no parecía saciarse hasta arrasar todo lo que sus ojos llegaban a apreciar.
— Yo no haré muchos trucos de magia, pero no creo que muchas personas puedan cortar a la mitad a diez personas de un solo movimiento... —
Bromeó clavando su enorme espadón en el suelo, sobre el pecho del único pirata que había presenciado el descomunal corte, y se había agachado a recoger las cartas del mago. Se preguntaba si aquellos ojos brillaban de terror por el hecho de morir, estaba maravillado por semejante escena o no terminaba de procesar el amargo sabor de sentirse inferior en tamaño, poder y capacidades frente a esos dos desconocidos que habían llegado al campamento para darle fin a su negocio. Sacudió los cuerpos mientras tomaba las llaves que caían de cada uno, alguna serviría para los esclavos y otras seguramente tendrían como finalidad desbloquear los tesoros de aquellos malvivientes.
— Bueno, ya que estamos, será mejor limpiar esta zona para que ninguno de ellos pueda seguir con el negocio. Mi espada va a disfrutar cortando a todos los que estén por aquí en las afueras, en la cueva debe estar todo lo que buscamos, parece que esos esclavos eran simplemente los nuevos que cayeron en sus garras. ¡Vamos a mostrarles lo que hacemos los verdaderos piratas! Un verdadero lobo de mar, no necesita tener a otros bajo sus pies porque la libertad es lo único que existe sobre la voluntad de los hombres...—
Rugió mientras se lanzaba contra los desprevenidos piratas, el campamento se sumió en gritos y caos mientras el enorme espadón actuaba como una gigantesca escoba cortando todo lo que se atrevía a pasear por su filo. Otros espadachines buscarían la elegancia, la destreza, quizás la delicadeza del corte pero Sowon era diferente. Disfrutaba los cortes bruscos, las extremidades que se convertían en parte del filo por unos segundos y el sonido de los huesos al partirse por el peso de su arma. Las bajas del campamento se contaban por decenas, mientras la figura demoníaca de la rubia se alzaba como una grotesca representación de la muerte que había salido del infierno a cobrar venganza por las acciones que consideraba injustas. Sus ojos verdes, brillaban por la enorme emoción, buscaban ver a Bonez y cubrirle las espaldas en aquella escaramuza no se olvidaba de que tenían un trato y que cayese en batalla simplemente arruinaría toda la emoción.
— ¿Encontraste algo? Puedes dejarme a estos a mí, sigue adelante... —
Comentó saltando delante de su compañero, blandiendo la gigantesca mole de hierro sobre su cabeza y rompiendo la tierra con un brutal arrastre que mandó a volar a los pequeños piratas. Cada segundo que pasaba, la mujer se encargaba de reducir sus movimientos y de llevarse consigo a la mayor cantidad de enemigos, lo más impactante es que no se había dignado a utilizar ninguna de sus temibles técnicas. Nadie se esperaba luchar contra alguien de su magnitud, en el campamento, los pocos que no huían no lo hacían por valentía si no por el enorme terror que recorría cada fibra de su cuerpo. No comprendían como una hermosa mujer, ocultaba en su interior y casi sin percibirlo, a una bestia de semejante brutalidad que no parecía saciarse hasta arrasar todo lo que sus ojos llegaban a apreciar.