Marvolath
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15-11-2024, 02:42 AM
Cuando por fin pudo acceder al interior del almacén confirmó con alivio como sólo las ratas habitaban aquel lugar. Por fin un golpe de suerte. La mayor parte del espacio estaba ocupado por cajas y barriles apilados, que de seguro contenían desechos, confirmando que este edificio sólo hacía las veces de almacén temporal, seguramente hasta que completan esas rutas que mencionaba la nota del carretero.
Destacaba una mesa, tanto por estar en el centro y a plena vista desde la entrada como por la iluminación, que aún siendo escasa brillaba entre la penumbra. En ella encontró documentos y mapas, que examinó con celeridad. Reino de Goa, industria, residuos, Oykot,... Sus peores sospechas se confirmaban: había grandes fuerzas detrás de la enfermedad que azotaba la ciudad, y él, un simple médico endeudado no tenía ninguna posibilidad ante uno de los mayores reinos del East Blue.
Se sintió más pequeño que nunca, desánimado, derrotado. Podría seguir tratando de paliar los efectos de la enfermedad, pero sólo iría a peor y sus esfuerzos ya eran insuficientes. Incluso con aquellas pruebas... ¿quién haría algo? Sabía por experiencia que el poder corrompía hasta tal punto que consideraban las vidas como recursos de bajo valor, y la autoridad de Oykot no sería menos.
Lo mejor sería... rendirse. La ciudad estaba condenada, volverían a enfermedad incluso si muriese de agotamiento por intentar salvarles. Era demasiado pronto para él, no estaba preparado todavía. No había aprendido lo suficiente. Si se rendía y abandonaba la ciudad podría salvar otras vidas, y quizá encontrar a alguien con más conocimientos y capacidades que pudiese salvarles, o al menos, llegar a aprender él mismo cómo hacerlo y entonces...
- Entonces sería demasiado tarde. - se interrumpió a si mismo, exhalando en un suspiro la cruda verdad que no quería ver.
La ciudad estaba condenada. Nadie en la ciudad se atrevería a desafiar a la autoridad y acusar al rey de... ¿rey? Quizá si hubiese alguien con la valentía necesaria para hacerlo. Había escuchado hablar de los Revolucionarios, esos "terroristas" que se enfrentaban al gobierno y a sus miembros, como monarquías. Y de seguro valorarían esta información.
Recogió rápidamente los documentos, volcó algunos barriles y derramó sobre ellos una de las velas. Desapareció en silencio, corriendo nuevamente por el campo mientras unas llamas se elevaban a su espalda.
![[Imagen: Enfermedad-Incurable2.webp]](https://i.postimg.cc/SxdWBb2L/Enfermedad-Incurable2.webp)
Destacaba una mesa, tanto por estar en el centro y a plena vista desde la entrada como por la iluminación, que aún siendo escasa brillaba entre la penumbra. En ella encontró documentos y mapas, que examinó con celeridad. Reino de Goa, industria, residuos, Oykot,... Sus peores sospechas se confirmaban: había grandes fuerzas detrás de la enfermedad que azotaba la ciudad, y él, un simple médico endeudado no tenía ninguna posibilidad ante uno de los mayores reinos del East Blue.
Se sintió más pequeño que nunca, desánimado, derrotado. Podría seguir tratando de paliar los efectos de la enfermedad, pero sólo iría a peor y sus esfuerzos ya eran insuficientes. Incluso con aquellas pruebas... ¿quién haría algo? Sabía por experiencia que el poder corrompía hasta tal punto que consideraban las vidas como recursos de bajo valor, y la autoridad de Oykot no sería menos.
Lo mejor sería... rendirse. La ciudad estaba condenada, volverían a enfermedad incluso si muriese de agotamiento por intentar salvarles. Era demasiado pronto para él, no estaba preparado todavía. No había aprendido lo suficiente. Si se rendía y abandonaba la ciudad podría salvar otras vidas, y quizá encontrar a alguien con más conocimientos y capacidades que pudiese salvarles, o al menos, llegar a aprender él mismo cómo hacerlo y entonces...
- Entonces sería demasiado tarde. - se interrumpió a si mismo, exhalando en un suspiro la cruda verdad que no quería ver.
La ciudad estaba condenada. Nadie en la ciudad se atrevería a desafiar a la autoridad y acusar al rey de... ¿rey? Quizá si hubiese alguien con la valentía necesaria para hacerlo. Había escuchado hablar de los Revolucionarios, esos "terroristas" que se enfrentaban al gobierno y a sus miembros, como monarquías. Y de seguro valorarían esta información.
Recogió rápidamente los documentos, volcó algunos barriles y derramó sobre ellos una de las velas. Desapareció en silencio, corriendo nuevamente por el campo mientras unas llamas se elevaban a su espalda.