Silvain Loreth
-
15-11-2024, 03:47 AM
Hay veces en la que el factor sorpresa no está de nuestro lado. Para que eso ocurra no es necesario que hayamos hecho algo mal o que nos hayamos equivocado. Sencillamente, en ocasiones la situación no se presta a que podamos ir y venir a nuestras anchas y camuflarnos entre los enemigos sin que nos descubran. ¿Por qué te digo esto? Analicemos la situación.
Sabemos que hay un grupo de habitantes de Rostock que simpatiza con las ideas de los sucesores de los bandidos, pero que ni de lejos es un grupo mayoritario. Al menos eso fue lo que te dijo el tabernero. Por tanto, ese grupo de personas, que además han estado trabajando en la sombra hasta hace muy poco, se conocen entre sí a la perfección. Llevan sobre sus espaldas muchas reuniones anónimas en el Mikai bajo la luz de los candiles. Sí, se tienen muy bien identificados entre sí. Es por ello que, cuando sales del arbusto y coges una de las cajas, apenas das un par de pasos antes de que dos de los niños dejen lo que están haciendo y te señalen.
—¡Eh, tenemos un intruso! —claman a voz en grito mientras extienden sus dedos índices en tu dirección—. ¡Nos han encontrado! ¡Sea quien sea, ha descubierto que estamos aquí!
Entonces la actividad en torno al silo se detiene durante un breve instante. Apenas has salido del arbusto y has cogido la caja de madera cuando todos se han volteado para mirarte. Algunos lucen rostros de sorpresa y otros de incomprensión, porque no esperaban que alguien ajeno a su grupo apareciese allí en medio de los preparativos.
—¡Que no escape! —ordena el del rifle, bastante más mayor que el otro y aún situado bastante lejos de ti. Unos instantes después, desde los ventanucos del silo surgen hasta siete rifles que apuntan en tu dirección y abren fuego.
En caso de que mantengas la acción de emplear el dial de fuego —entiendo que es lo que has usado porque está en tu inventario— en dirección al del rifle, en medio hay dos mujeres y un hombre que se han interpuesto entre vosotros con idea de detenerte, abatirte o vete tú a saber qué.
Sabemos que hay un grupo de habitantes de Rostock que simpatiza con las ideas de los sucesores de los bandidos, pero que ni de lejos es un grupo mayoritario. Al menos eso fue lo que te dijo el tabernero. Por tanto, ese grupo de personas, que además han estado trabajando en la sombra hasta hace muy poco, se conocen entre sí a la perfección. Llevan sobre sus espaldas muchas reuniones anónimas en el Mikai bajo la luz de los candiles. Sí, se tienen muy bien identificados entre sí. Es por ello que, cuando sales del arbusto y coges una de las cajas, apenas das un par de pasos antes de que dos de los niños dejen lo que están haciendo y te señalen.
—¡Eh, tenemos un intruso! —claman a voz en grito mientras extienden sus dedos índices en tu dirección—. ¡Nos han encontrado! ¡Sea quien sea, ha descubierto que estamos aquí!
Entonces la actividad en torno al silo se detiene durante un breve instante. Apenas has salido del arbusto y has cogido la caja de madera cuando todos se han volteado para mirarte. Algunos lucen rostros de sorpresa y otros de incomprensión, porque no esperaban que alguien ajeno a su grupo apareciese allí en medio de los preparativos.
—¡Que no escape! —ordena el del rifle, bastante más mayor que el otro y aún situado bastante lejos de ti. Unos instantes después, desde los ventanucos del silo surgen hasta siete rifles que apuntan en tu dirección y abren fuego.
En caso de que mantengas la acción de emplear el dial de fuego —entiendo que es lo que has usado porque está en tu inventario— en dirección al del rifle, en medio hay dos mujeres y un hombre que se han interpuesto entre vosotros con idea de detenerte, abatirte o vete tú a saber qué.