Gavyn Peregrino
Rose/Ícaro
15-11-2024, 04:44 AM
Era sorprendente que la tormenta que había iniciado en Momobami “nos siguiera” hasta Isla Kilombo, cada vez que llegábamos a una isla nueva no faltaba un clima miserable y molesto para navegar gestándose lentamente, como si quisiera convertirse muy pronto en una tempestad en toda regla. Sino fuera porque llevaba al menos unos seis años navegando contra viento y marea, habituado a los fuertes vendavales y al mar embravecido, podría haber sentido algo de temor, pero para mi esto era una suave brisa de primavera en comparación con las olas salvajes de los abrasadores temporales que aparecían muchas veces en altamar. Cualquier navegante prefería un día soleado, con oleaje no muy intenso y viento lo suficientemente poderoso como para henchir satisfactoriamente las velas blancas del navío… Yo recibía este clima fastidioso que podría reflejar con mucha facilidad la irritación que sentía debido a lo mucho que tenía que forzar el timón para moverlo contra la corriente.
Por suerte la irritación que sentía por volver a Kilombo, un lugar que definitivamente no iba a dejar de detestar, especialmente en este momento; los únicos buenos recuerdos que me traía la isla eran los de haber conocido a la tripulación… Y eso ya era decir mucho, especialmente cuando la mayoría todavía se sentían algo desesperantes. Me sentía como el caballo blanco e irascible del mito del carro alado, solo que no era un caballo, pero sí tenía alas y eran blancas, tan blanca, suaves y esponjosas como las alas de un Solarian podían ser, excepto las de Byron, porque no las tenía. Y hablando del diablo… Mantuve el timón firme para que el barco no se desvíe de su curso, atarlo, en este momento, solo generaría problemas y deslicé lentamente mis ojos por el mástil, hasta llegar al carajo del barco, lugar que el entrañable otro miembro de mi especie que se nombraba nuestro capitán, utilizaba para vigilar en este momento.
Nikkei siempre me había parecido algo impredecible y falto de autoconservación, pero después de Momobami podía aceptar que era digno de ser llamado capitán, nos había guiado efectivamente hacia el tesoro, se había indignado correctamente con otro grupo de piratas y había iniciado una alianza con otro grupo, liderado por el cual decía era su rival, para darle una paliza a la tripulación que presumía y cantaba victoria demasiado pronto. Y los que cantan victoria demasiado pronto y no pretenden compartir un tesoro merecen ser maniatados y dejados inconscientes a base de golpes como el hombre de pelo exageradamente blanco que teníamos prisionero dentro de Draven. Mis ojos se centraron en el camino que había trazado previamente con experticia a Kilombo, al final Nikkei había resultado un capitán digno, valiente, perspicaz, capaz de afrontar la situación co ingento y que… ¡Ahora estaba quemando el Jolly Roger!
Retiro todo lo dicho.
El riesgo de incendio por quemar el Jolly Roger era reducido, por suerte, era un fuego controlado, pero sí una chispa hubiera caído sobre la vela principal, la historia sería otra, aunque, con nuestra suerte, quizás llovía antes de que el barco se quemase, o Lognspan subiría personalmente a estrangular al capitán… O no, ya que el gorila ruidoso tenía una fe bastante inquebrantable en Nikkei. Exhale un suspiro algo sufrido, poniendo los ojos en blanco dramáticamente, quizás simplemente tenía que… Ugh… Confiar un poco en los tripulantes. Arrugué la nariz como quien huele algo podrido y negué con la cabeza, fingiendo no haber visto nada.
Observé a Draven expulsar de su cuerpo, ya habiendo superado la extrañeza de pensar en eso, a Muzen, quien fue correctamente golpeado y maniatado para ser entregado como un regalo de navidad a la base de la marina, seguro estarían extasiados por recibir a otro criminal… Otro criminal que no habían capturado. Quien diría que los piratas entreguen a un criminal buscado a la marina, tenía que ser el colmo de los malos chistes. Dejé que se encarguen del preso, llevando el barco a, literalmente, buen puerto, para atracar con cuidado, dejando el barco preparado para escapar. Una vez echaron el ancla y amarraron el barco, bajé de la cabina del timón hacia la cubierta principal.
. – Dejen velas desplegadas, por si debemos irnos rápido. –Avisé por si acaso mientras descendía las escaleras tranquilamente– Y no toquen el timón.
Seguí a Nikkei y Chrome para bajar del barco con el prisionero siendo arrastrado por el primero, cuando escuché otro juego de pasos que me hicieron mirar por encima del hombro, allí noté que Bonez venía detrás de nosotros, puesto y dispuesto a colarse en el grupo, aunque no duró demasiado su iniciativa cuando Longspan lo atrapó por la ropa, vestido… Vestido con un bigote falso y un chaleco… Puse los ojos en blanco antes de darme la vuelta para continuar con el camino. Acomodé mis alas, acicalándolas con los dedos y traté de apegarlas a mi para hacerlas lucir más pequeñas, de modo que no se verían tan amenazantes. La gente nos observaba detenidamente y susurraba, pero estaba acostumbrado, después de todo llevaba dos apendices blancos y llamativos en la espalda que definitivamente atraían la atención, aunque sabía que no éramos el motivo de la desconfianza general.
Llegar a la base de la marina fue relativamente sencillo, obviamente a la entrada, pero ser recibidos por dos soldados rasos nerviosos era exactamente lo que esperaba. Esbocé una sonrisa despreocupada y cordial, siguiendo el juego a mis compañeros.
. – Como dicen mis compañeros aquí, no tenemos malas intenciones, solo queremos entregar al criminal que tenemos entre manos. –Señalé al albino– Somos conscientes de que es buscado por la marina, así que queríamos actuar lo más pronto posible.
Por suerte la irritación que sentía por volver a Kilombo, un lugar que definitivamente no iba a dejar de detestar, especialmente en este momento; los únicos buenos recuerdos que me traía la isla eran los de haber conocido a la tripulación… Y eso ya era decir mucho, especialmente cuando la mayoría todavía se sentían algo desesperantes. Me sentía como el caballo blanco e irascible del mito del carro alado, solo que no era un caballo, pero sí tenía alas y eran blancas, tan blanca, suaves y esponjosas como las alas de un Solarian podían ser, excepto las de Byron, porque no las tenía. Y hablando del diablo… Mantuve el timón firme para que el barco no se desvíe de su curso, atarlo, en este momento, solo generaría problemas y deslicé lentamente mis ojos por el mástil, hasta llegar al carajo del barco, lugar que el entrañable otro miembro de mi especie que se nombraba nuestro capitán, utilizaba para vigilar en este momento.
Nikkei siempre me había parecido algo impredecible y falto de autoconservación, pero después de Momobami podía aceptar que era digno de ser llamado capitán, nos había guiado efectivamente hacia el tesoro, se había indignado correctamente con otro grupo de piratas y había iniciado una alianza con otro grupo, liderado por el cual decía era su rival, para darle una paliza a la tripulación que presumía y cantaba victoria demasiado pronto. Y los que cantan victoria demasiado pronto y no pretenden compartir un tesoro merecen ser maniatados y dejados inconscientes a base de golpes como el hombre de pelo exageradamente blanco que teníamos prisionero dentro de Draven. Mis ojos se centraron en el camino que había trazado previamente con experticia a Kilombo, al final Nikkei había resultado un capitán digno, valiente, perspicaz, capaz de afrontar la situación co ingento y que… ¡Ahora estaba quemando el Jolly Roger!
Retiro todo lo dicho.
El riesgo de incendio por quemar el Jolly Roger era reducido, por suerte, era un fuego controlado, pero sí una chispa hubiera caído sobre la vela principal, la historia sería otra, aunque, con nuestra suerte, quizás llovía antes de que el barco se quemase, o Lognspan subiría personalmente a estrangular al capitán… O no, ya que el gorila ruidoso tenía una fe bastante inquebrantable en Nikkei. Exhale un suspiro algo sufrido, poniendo los ojos en blanco dramáticamente, quizás simplemente tenía que… Ugh… Confiar un poco en los tripulantes. Arrugué la nariz como quien huele algo podrido y negué con la cabeza, fingiendo no haber visto nada.
Observé a Draven expulsar de su cuerpo, ya habiendo superado la extrañeza de pensar en eso, a Muzen, quien fue correctamente golpeado y maniatado para ser entregado como un regalo de navidad a la base de la marina, seguro estarían extasiados por recibir a otro criminal… Otro criminal que no habían capturado. Quien diría que los piratas entreguen a un criminal buscado a la marina, tenía que ser el colmo de los malos chistes. Dejé que se encarguen del preso, llevando el barco a, literalmente, buen puerto, para atracar con cuidado, dejando el barco preparado para escapar. Una vez echaron el ancla y amarraron el barco, bajé de la cabina del timón hacia la cubierta principal.
. – Dejen velas desplegadas, por si debemos irnos rápido. –Avisé por si acaso mientras descendía las escaleras tranquilamente– Y no toquen el timón.
Seguí a Nikkei y Chrome para bajar del barco con el prisionero siendo arrastrado por el primero, cuando escuché otro juego de pasos que me hicieron mirar por encima del hombro, allí noté que Bonez venía detrás de nosotros, puesto y dispuesto a colarse en el grupo, aunque no duró demasiado su iniciativa cuando Longspan lo atrapó por la ropa, vestido… Vestido con un bigote falso y un chaleco… Puse los ojos en blanco antes de darme la vuelta para continuar con el camino. Acomodé mis alas, acicalándolas con los dedos y traté de apegarlas a mi para hacerlas lucir más pequeñas, de modo que no se verían tan amenazantes. La gente nos observaba detenidamente y susurraba, pero estaba acostumbrado, después de todo llevaba dos apendices blancos y llamativos en la espalda que definitivamente atraían la atención, aunque sabía que no éramos el motivo de la desconfianza general.
Llegar a la base de la marina fue relativamente sencillo, obviamente a la entrada, pero ser recibidos por dos soldados rasos nerviosos era exactamente lo que esperaba. Esbocé una sonrisa despreocupada y cordial, siguiendo el juego a mis compañeros.
. – Como dicen mis compañeros aquí, no tenemos malas intenciones, solo queremos entregar al criminal que tenemos entre manos. –Señalé al albino– Somos conscientes de que es buscado por la marina, así que queríamos actuar lo más pronto posible.