Yuya Mirokuji
Handsome Hunter
15-11-2024, 06:28 PM
(Última modificación: 15-11-2024, 08:09 PM por Yuya Mirokuji.)
Si hay algo que se sabe sobre mí es que soy tremendamente apuesto. No diría que soy «hermoso», ya que esa palabra implica rasgos delicados y, normalmente, andróginos o femeninos cuando se refiere a una persona. Pero apuesto, atractivo, sexy e incluso caliente son adjetivos que se pueden usar perfectamente para describirme. No es que tenga un ego desmedido sólo equiparable en tamaño con mi… ¿Qué no puedo decir eso aquí? Vaya cortarrollos. En fin, creo que sabéis por dónde iban los tiros igualmente. Y siempre he sido perfectamente consciente de mi atractivo y el efecto que tenía en quienes me rodeaban. A muchas piratas las capturé haciendo uso de esa miel como cebo. Pensaréis que normalmente me acostaría con ellas primero y luego a la cárcel, pero no. No soy un malnacido. Cualquier hombre que tenga un mínimo de aprecio por su madre tendría respeto hacia las mujeres, y no podía seducirlas hasta el final y luego mandarlas a la cárcel completamente traicionadas.
Cambiando el tema ligeramente y volviendo a la premisa subyacente a que yo mencionara mi propia belleza. Las mujeres me adoraban, y las solteras de aquella taberna ya hablaban de él. Bueno, alguna probablemente no fuera soltera pero le diera igual engañar a su pareja con él. Por supuesto, yo les guiñé el ojo en una ocasión tras escuchar sus comentarios sobre lo que querían hacer conmigo, dándoles a entender que, tal vez, esa noche una de ellas (o varias) tuviera suerte. Y no, no soy un fantasma. Conozco mis límites y tres es lo máximo que puedo manejar a la vez en una noche. Pero antes de que ninguna pudiera acercárseme si quería, Diana apareció, sentándose en otra de las sillas disponibles, justo frente a mí. – Hey, ¿desde cuándo divertirse es una mala decisión? Aparte, ¿con quién van a estar mejor que conmigo? Sabes que trato a las mujeres con el respeto que se merecen. – Me aseguré de decir esa última frase en voz bien alta para llamar la atención de quien estaba hablando mal de mi amiga. – Tú también estás invitada si quieres, yo no soy uno de esos «caballeros» que tienen miedo de no dar la talla con una mujer fuerte. – Eso último también lo dije bien alto. No iba a permitir que se atacara a mi mejor amiga, y mucho menos si esos ataques eran instigados por los celos que causaba mi belleza natural.
- En cuanto a lo de ir a comer… Tal vez mañana sea el último día que pueda. De eso quería hablar contigo. – Di un pequeño trago a mi sidra para hacer la escena un poco más dramática porque… ¿qué sería la vida sin un poco de misterio, drama y suspense? – Cocoyashi se nos está quedando pequeña. Ni tú ni yo hacemos grandes avances con la lanza y la espada desde hace tiempo, y mis conocimientos de navegación se están oxidando. Además sólo conseguimos capturar piratas y bandidos con recompensas bajas. Deberíamos viajar y ganar experiencia por el mundo, ¿no crees? – Pregunté, esta vez más serio, lo que indicaba que ya no estaba bromeando. Incluso alguien como yo es capaz de ponerse serio cuando la situación o el tema de conversación lo amerita. Lo cual no era ningún impedimento para que mi mirada se desviara cada pocos segundos hacia el escote de mi amiga antes de que hiciera su aparición aquel cazador anciano. - ¿Le invitamos a unirse a nuestra mesa? Tal vez tenga consejos sobre viajes. - La experiencia nunca es algo que sobre, y si nosotros mismos no la teníamos, podíamos hacer uso de la experiencia de otros. De hecho, así es como la humanidad ha avanzado hasta ser lo que es hoy en día, siempre transmitiendo conocimientos y descubrimientos que normalmente se tarda toda una vida en alcanzar, de modo que la siguiente generación lo tenga más sencillo y parta con esos conocimientos para aprender más y más... Bueno, esa era la idea, aunque en mi caso pocos descubrimientos nuevos iba a hacer, como mucho una nueva postura en la cama.
Cambiando el tema ligeramente y volviendo a la premisa subyacente a que yo mencionara mi propia belleza. Las mujeres me adoraban, y las solteras de aquella taberna ya hablaban de él. Bueno, alguna probablemente no fuera soltera pero le diera igual engañar a su pareja con él. Por supuesto, yo les guiñé el ojo en una ocasión tras escuchar sus comentarios sobre lo que querían hacer conmigo, dándoles a entender que, tal vez, esa noche una de ellas (o varias) tuviera suerte. Y no, no soy un fantasma. Conozco mis límites y tres es lo máximo que puedo manejar a la vez en una noche. Pero antes de que ninguna pudiera acercárseme si quería, Diana apareció, sentándose en otra de las sillas disponibles, justo frente a mí. – Hey, ¿desde cuándo divertirse es una mala decisión? Aparte, ¿con quién van a estar mejor que conmigo? Sabes que trato a las mujeres con el respeto que se merecen. – Me aseguré de decir esa última frase en voz bien alta para llamar la atención de quien estaba hablando mal de mi amiga. – Tú también estás invitada si quieres, yo no soy uno de esos «caballeros» que tienen miedo de no dar la talla con una mujer fuerte. – Eso último también lo dije bien alto. No iba a permitir que se atacara a mi mejor amiga, y mucho menos si esos ataques eran instigados por los celos que causaba mi belleza natural.
- En cuanto a lo de ir a comer… Tal vez mañana sea el último día que pueda. De eso quería hablar contigo. – Di un pequeño trago a mi sidra para hacer la escena un poco más dramática porque… ¿qué sería la vida sin un poco de misterio, drama y suspense? – Cocoyashi se nos está quedando pequeña. Ni tú ni yo hacemos grandes avances con la lanza y la espada desde hace tiempo, y mis conocimientos de navegación se están oxidando. Además sólo conseguimos capturar piratas y bandidos con recompensas bajas. Deberíamos viajar y ganar experiencia por el mundo, ¿no crees? – Pregunté, esta vez más serio, lo que indicaba que ya no estaba bromeando. Incluso alguien como yo es capaz de ponerse serio cuando la situación o el tema de conversación lo amerita. Lo cual no era ningún impedimento para que mi mirada se desviara cada pocos segundos hacia el escote de mi amiga antes de que hiciera su aparición aquel cazador anciano. - ¿Le invitamos a unirse a nuestra mesa? Tal vez tenga consejos sobre viajes. - La experiencia nunca es algo que sobre, y si nosotros mismos no la teníamos, podíamos hacer uso de la experiencia de otros. De hecho, así es como la humanidad ha avanzado hasta ser lo que es hoy en día, siempre transmitiendo conocimientos y descubrimientos que normalmente se tarda toda una vida en alcanzar, de modo que la siguiente generación lo tenga más sencillo y parta con esos conocimientos para aprender más y más... Bueno, esa era la idea, aunque en mi caso pocos descubrimientos nuevos iba a hacer, como mucho una nueva postura en la cama.