Balagus
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15-11-2024, 08:30 PM
Balagus asintió como respuesta a las últimas preguntas del campesino, a sus súplicas por mantener vivo y a salvo a su monstruoso vástago. Le habría jurado que, por su honor, lo protegería con su vida, pero no le quedaban fuerzas ya para tener que malgastar aliento. Además, Ray parecía manejar la dialéctica mucho mejor que él.
Los tres nos reunimos para decidir el destino de la criatura. Mi gesto, aunque cansado, no perdió su acostumbrado ceño severo y sombrío.
- No, no creo que entendáis mis preocupaciones. Habláis de criarlo, de amaestrarlo, de educarlo y domesticarlo como si fuera un perro cualquiera. Las bestias… las bestias no se deben adiestrar. No se pueden adiestrar. Incluso si lo consigues, ¿qué habrás hecho? Cercenarle las alas y convertirla en prisionera de su propia mente. –
El oni negó con la cabeza, mirando al suelo, y luego miró al huevo, con gran pesar y tristeza en los ojos.
- Siempre puedes trabar amistad con las bestias, pero no forzarlas. No si de verdad las admiras y aprecias por lo que son: libres.-
Regresando la mirada a sus compañeros, su rostro volvió a convertirse en aquella lúgubre máscara de severidad.
- Ya he dejado patente mi opinión. Y por equivocada que crea que sea la vuestra, no la negaré, si entre los dos así la decidís. Hemos luchado los tres en este combate, y por tanto los tres tenemos la misma voz y voto para decidir su destino. Pero no despreciéis nunca mi advertencia. Sobre el pobre diablo que tenemos aquí… podéis hacer con él lo que os plazca. Acabaría yo mismo con su desdicha aquí, pero ni siquiera vale ese esfuerzo. Debería ser la gente del pueblo quienes decidieran su destino: ellos han sufrido las consecuencias de sus actos, por lo que ellos deberían dictar la sentencia. Una vez más es vuestra decisión.-
Cansado, se sentó en un pedrusco helado, admirando la increíble belleza natural que los rodeaba mientras los dos marines ultimaban los detalles del traslado: al parecer, la akuma de Ray podría sacarlos de allí volando, aunque tuviera que realizar varios viajes. Con un último vistazo a su alrededor, grabó en su memoria la imagen de la cueva para contarla en sus historias, mas siempre arreglándoselas para no revelar la ubicación exacta de esta, antes de que el marine de pelo blanco lo sacara de allí. Afuera, mientras regresaban al pueblo, el oni hizo uso de su Den Den Mushi para acordar un lugar de recogida en una cala natural de la isla, mientras el sol calentaba sus castigados músculos.
Moriría antes de reconocerlo, pero aquella vez no pudo sino sentir un doloroso pellizco de envidia por Dharkel.
Los tres nos reunimos para decidir el destino de la criatura. Mi gesto, aunque cansado, no perdió su acostumbrado ceño severo y sombrío.
- No, no creo que entendáis mis preocupaciones. Habláis de criarlo, de amaestrarlo, de educarlo y domesticarlo como si fuera un perro cualquiera. Las bestias… las bestias no se deben adiestrar. No se pueden adiestrar. Incluso si lo consigues, ¿qué habrás hecho? Cercenarle las alas y convertirla en prisionera de su propia mente. –
El oni negó con la cabeza, mirando al suelo, y luego miró al huevo, con gran pesar y tristeza en los ojos.
- Siempre puedes trabar amistad con las bestias, pero no forzarlas. No si de verdad las admiras y aprecias por lo que son: libres.-
Regresando la mirada a sus compañeros, su rostro volvió a convertirse en aquella lúgubre máscara de severidad.
- Ya he dejado patente mi opinión. Y por equivocada que crea que sea la vuestra, no la negaré, si entre los dos así la decidís. Hemos luchado los tres en este combate, y por tanto los tres tenemos la misma voz y voto para decidir su destino. Pero no despreciéis nunca mi advertencia. Sobre el pobre diablo que tenemos aquí… podéis hacer con él lo que os plazca. Acabaría yo mismo con su desdicha aquí, pero ni siquiera vale ese esfuerzo. Debería ser la gente del pueblo quienes decidieran su destino: ellos han sufrido las consecuencias de sus actos, por lo que ellos deberían dictar la sentencia. Una vez más es vuestra decisión.-
Cansado, se sentó en un pedrusco helado, admirando la increíble belleza natural que los rodeaba mientras los dos marines ultimaban los detalles del traslado: al parecer, la akuma de Ray podría sacarlos de allí volando, aunque tuviera que realizar varios viajes. Con un último vistazo a su alrededor, grabó en su memoria la imagen de la cueva para contarla en sus historias, mas siempre arreglándoselas para no revelar la ubicación exacta de esta, antes de que el marine de pelo blanco lo sacara de allí. Afuera, mientras regresaban al pueblo, el oni hizo uso de su Den Den Mushi para acordar un lugar de recogida en una cala natural de la isla, mientras el sol calentaba sus castigados músculos.
Moriría antes de reconocerlo, pero aquella vez no pudo sino sentir un doloroso pellizco de envidia por Dharkel.