Derian Markov
Lord Markov
16-11-2024, 01:02 AM
(Última modificación: 16-11-2024, 01:04 AM por Derian Markov.)
Como cabía esperar, el vino de aquel lugar no era precisamente un caldo digno de la mesa de Markovia. Sin embargo, pedir algo de beber no respondía al deseo o necesidad de consumir alcohol o bebida. La clase de refrigerio que él deseaba no la servían los taberneros... no voluntariamente, al menos. No, pedir algo de beber respondía a la necesidad de mimetizarse con el ambiente. Sus ropas eran buenas, pero no era precisamente su traje de gala. No dejaban de ser una gabardina de viaje y vestimentas cómodas que no limitaban sus movimientos. Entre eso, sus armas y la bebida, bien podía pasar para un observador casual por un mercenario, un buscavidas de habilidades violentas o algo similar. Era parte de las necesidades de la caza saber cuándo hacer gala de la posición y el poder y cuándo mimetizarse con el ambiente. Un buen cazador sabe acercarse a su presa. Ningún depredador entra en los campos de su presa anunciando su presencia a rugidos. Un cazador astuto tampoco lo hacía. La fuerza y el poder son inútiles si tu presa sabe que vas de camino y ha desaparecido para cuando llegas.
Su paciencia y cautela se vieron recompensadas. Mientras examinaba el local y a los parroquianos, diferentes detalles captaron su atención. Uno de ellos fue el extraño pájaro (extraño por su forma de toser) que expectoró algo de hollín. No estaba familiarizado con las aves del archipiélago Polestar, pero los pájaros de Ivansk no tosían o estornudaban de esa manera. Recordaba una pequeña lechuza nival que había tenido de pequeño, un regalo de su tío. La jaula del ave estaba en su habitación y aquel invierno el ave enfermó y pasaba las noches tosiendo. Eso fue hasta que perdió la paciencia y decidió silenciar al pájaro para siempre por perturbar su sueño. Aún recordaba la sangre y plumas entre sus dedos. Fue la primera vez que arrancó una vida. Recordaba la mirada aterrorizada de la criada la mañana siguiente. Contuvo un escalofrío y sintió la sed aumentar, como un tintineo de cadenas resonando en su mente. Sin dejar traslucir sus pensamientos, llevó la copa a sus labios y apenas bebió un sorbo de aquel vino ácido y avinagrado.
También captó su atención un hombre joven de porte grácil y elegante. Pálido, bien vestido, objetivamente hermoso y de melena larga y oscura. Hablaba con el tabernero de algo. Aunque no alcanzaba a escuchar los detalles, su forma de actuar tenía una serie de dejes sutiles que, sin embargo, resultaban evidentes para quien sabía qué buscar. Sus gestos y miradas traslucían la autoridad y aura de mando de alguien acostumbrado a tener el control. Los ojos habitualmente inexpresivos del conde relucieron con una chispa de interés. Parecía haber localizado a alguien que merecía la pena tener en cuenta. No era el único, por supuesto. Entre la algarabía de pueblerinos, marineros y borrachos, había algunas personas que pese a su actitud despreocupada hacían sospechar al conde que no estaban allí por ocio. Apenas tocaban sus bebidas (no muy diferente a él mismo). No queriendo pecar de paranoico, pero tampoco de inocente, asumió que al menos alguna de aquellas personas debía estar allí por trabajo. Tal vez con las mismas intenciones que ellos, tal vez bajo órdenes de sus potenciales contratantes.
Habiéndose movido en los círculos del poder durante décadas, el noble sabía reconocer la autoridad. Probablemente no se hubiera fijado, por lo discreto de su localización, en el hombre de los puros de no ser porque había decidido esperar y observar el ambiente antes de actuar. No se le escapó ni lo llamativo de su ropa ni su actitud general. A diferencia del joven agraciado, la actitud del otro hombre no era la de alguien que busca ejercer el control, sino la calma y serenidad propia de alguien que se sabe en control total y no necesita ejercerlo. Nuevamente tuvo que contenerse para no mostrar un escalofrío de excitación. Aquella persona, ese hombre de mediana edad y traje elegante, era alguien peligroso. Mientras mantenía su fachada desapasionada y fría, se preguntó cómo de satisfactorio sería arrancarle la nuez y verle ahogarse, ver a alguien tan poderoso sentir miedo mientras la vida se apagaba en sus facciones.
No tuvo mucho tiempo para estas oscuras cavilaciones, pues una campana resonó insistentemente en la taberna. Como por acuerdo tácito o parte de una ley no escrita, la amplia mayoría de los presentes se levantaron y se retiraron. Aquello resultó inesperado para el conde. No esperaba que la gente del lugar respetase la autoridad hasta aquel punto. Eso decía mucho del tabernero o del elegante caballero de la esquina. Se inclinaba a pensar que sería obra del tabernero y eso significaba que debería tenerle más en cuenta de lo que había supuesto. A veces, bajo una fachada de normalidad se ocultaban lobos. O tal vez simplemente era bueno en su negocio y sabía hacer que sus parroquianos respetasen sus normas. Asumiendo que lo inteligente sería esperar sentado, aguardó a que todos se marchasen. Aquel era el lugar de reunión acordado, aunque no tuviese una prueba fehaciente de que la llamada era para dar intimidad a su contratante y a él (y tal vez a algún otro potencial contratado), le resultaba dudoso que pudiera haber dos reuniones del Inframundo en el mismo bar a la vez.
Sintió una leve satisfacción al comprobar que algunas de las personas de las que había sospechado seguían sentadas. También continuaba en el local, como cabía esperar, el hombre del puro y sus dos acompañantes. El joven pálido tampoco se retiró. Un silencio elocuente se adueñó del local mientras el elegante caballero se levantaba. Su identidad resultó irónicamente apropiada. Se trataba del dueño de la misma empresa que estaba allí por un contrato con la Marina, Henry Deschamps. Derian dedicó un instante a valorar la audacia de ocultar sus negocios ilícitos bajo una tapadera legal que trabajaba tan directamente con la ley. Era un ejemplo muy claro de esconderse a simple vista. Hasta qué punto era una maniobra realmente astuta y medida, eso era materia de especulación. Carecía de los detalles pertinentes de la naturaleza de su relación con la Marina o el Gobierno, los contactos que pudiera tener o cuán peligrosa pudiera ser la carga. ¿Podría ser, tal vez, lo que tantos años llevaba ansiando y buscando?
Mantuvo una pose de educada atención y medida frialdad mientras escuchaba al empresario. Era... poco específico. No tenían los datos concretos del barco, la localización de la carga, su tamaño, peso, facilidad de ocultar, hasta qué punto estaba siendo buscada, qué clase obstáculos podían esperar, la dirección del piso franco... algunos de esos datos, podía asumir, los recibirían pronto. Sin embargo, tenía la desagradable sospecha de que otros su adinerado contratista preferiría dejarlos en oscuridad. ¿Por qué contratar a extraños si no había un riesgo implícito? Aparte de por poder desmarcarse si algo salía mal y echar la culpa otros, gente no vinculada oficialmente a él. Evidentemente había demasiado que no sabían y a Derian no le gustaba que se la jugasen. Por otro lado, estaba aún empezando a moverse en aquellas aguas. Estaba en terreno ajeno y tendría que mancharse antes de poder empezar a hacer que otros se mancharan por él.
El joven fue el primero en hablar. Su actitud era dominante, casi opresiva. Sus palabras eran desmentidas por sus actos. No estaba pretendiendo simplemente ganarse un dinero extra por el encargo, estaba intentando establecer su autoridad. Sacar a su contratante de una zona de confort y control, disfrazar su casi imperiosa toma de iniciativa como una invitación... en otra situación hubiese encomiado la maestría social del desconocido, pero Derian era perro viejo. No iba a dejarse ensombrecer por un chico que casi podría ser su hijo. El conde se alzó de su asiento en un gesto sereno y calmado, pero firme, buscando captar las miradas. Se irguió cuan alto era y miró directamente a los ojos del empresario. Le saludó con la más levísima inclinación de cabeza, sin romper el contacto visual y usó un tono suave y educado - Mis respetos, señor Deschamps. Derian Markov, a su servicio. Sin desmerecer el impetuoso deseo de nuestro joven acompañante de tomar el aire, permítame tomarme la libertad de aceptar su invitación e inquirirle respecto a algunas cuestiones - sus gestos acompañaban a sus palabras, tratando de generar una sosegada tensión en el ambiente, una mezcla entre el robo de atención y una actitud profesional y cortés - Nuestros planes requerirán de conocimientos más específicos, algunos de los cuáles no dudo nos hará saber pronto como el barco y localización exactos de la carga, su tamaño y la dirección. Mas siguen siendo precisos para concebir un plan realista y acorde a las condiciones que nos esperan. Prolegómenos a un lado, desearía saber qué clase de dificultades deberíamos anticipar. No es lo mismo prepararse para la llegada de un rival anónimo que un posible registro por parte de las fuerzas del orden... o ambas cosas. Dada su decisión de contratarnos, tengo la casi certeza de que pasearse discretamente hasta la dirección no es suficiente y, por contra, debemos asumir que hay gente que aguarda el transporte para interceptarlo. ¿Me equivoco?
Una vez tuvo la respuesta de Deschamps, se giró hacia el joven y le dedicó un gesto sutil de saludo con la mano, sin inclinar la cabeza - Dado que estaremos colaborando en este asunto, creo que es de buen proceder realizar las apropiadas presentaciones y valorar el papel que deberá cumplir cada uno. Ha mencionado que es bueno transportando cosas. ¿Puedo asumir que entonces pretende trasladar usted la carga? - aguardó la respuesta y continuó - Mis habilidades van más en la línea de... hacer desaparecer problemas. Obstáculos. En el caso, que espero no sucederá gracias a un trabajo eficiente por nuestra parte, de encontrarnos un enemigo hostil, me ocuparé de él. También puede contar con mi... experiencia en el arte de las interacciones interpersonales.
Su paciencia y cautela se vieron recompensadas. Mientras examinaba el local y a los parroquianos, diferentes detalles captaron su atención. Uno de ellos fue el extraño pájaro (extraño por su forma de toser) que expectoró algo de hollín. No estaba familiarizado con las aves del archipiélago Polestar, pero los pájaros de Ivansk no tosían o estornudaban de esa manera. Recordaba una pequeña lechuza nival que había tenido de pequeño, un regalo de su tío. La jaula del ave estaba en su habitación y aquel invierno el ave enfermó y pasaba las noches tosiendo. Eso fue hasta que perdió la paciencia y decidió silenciar al pájaro para siempre por perturbar su sueño. Aún recordaba la sangre y plumas entre sus dedos. Fue la primera vez que arrancó una vida. Recordaba la mirada aterrorizada de la criada la mañana siguiente. Contuvo un escalofrío y sintió la sed aumentar, como un tintineo de cadenas resonando en su mente. Sin dejar traslucir sus pensamientos, llevó la copa a sus labios y apenas bebió un sorbo de aquel vino ácido y avinagrado.
También captó su atención un hombre joven de porte grácil y elegante. Pálido, bien vestido, objetivamente hermoso y de melena larga y oscura. Hablaba con el tabernero de algo. Aunque no alcanzaba a escuchar los detalles, su forma de actuar tenía una serie de dejes sutiles que, sin embargo, resultaban evidentes para quien sabía qué buscar. Sus gestos y miradas traslucían la autoridad y aura de mando de alguien acostumbrado a tener el control. Los ojos habitualmente inexpresivos del conde relucieron con una chispa de interés. Parecía haber localizado a alguien que merecía la pena tener en cuenta. No era el único, por supuesto. Entre la algarabía de pueblerinos, marineros y borrachos, había algunas personas que pese a su actitud despreocupada hacían sospechar al conde que no estaban allí por ocio. Apenas tocaban sus bebidas (no muy diferente a él mismo). No queriendo pecar de paranoico, pero tampoco de inocente, asumió que al menos alguna de aquellas personas debía estar allí por trabajo. Tal vez con las mismas intenciones que ellos, tal vez bajo órdenes de sus potenciales contratantes.
Habiéndose movido en los círculos del poder durante décadas, el noble sabía reconocer la autoridad. Probablemente no se hubiera fijado, por lo discreto de su localización, en el hombre de los puros de no ser porque había decidido esperar y observar el ambiente antes de actuar. No se le escapó ni lo llamativo de su ropa ni su actitud general. A diferencia del joven agraciado, la actitud del otro hombre no era la de alguien que busca ejercer el control, sino la calma y serenidad propia de alguien que se sabe en control total y no necesita ejercerlo. Nuevamente tuvo que contenerse para no mostrar un escalofrío de excitación. Aquella persona, ese hombre de mediana edad y traje elegante, era alguien peligroso. Mientras mantenía su fachada desapasionada y fría, se preguntó cómo de satisfactorio sería arrancarle la nuez y verle ahogarse, ver a alguien tan poderoso sentir miedo mientras la vida se apagaba en sus facciones.
No tuvo mucho tiempo para estas oscuras cavilaciones, pues una campana resonó insistentemente en la taberna. Como por acuerdo tácito o parte de una ley no escrita, la amplia mayoría de los presentes se levantaron y se retiraron. Aquello resultó inesperado para el conde. No esperaba que la gente del lugar respetase la autoridad hasta aquel punto. Eso decía mucho del tabernero o del elegante caballero de la esquina. Se inclinaba a pensar que sería obra del tabernero y eso significaba que debería tenerle más en cuenta de lo que había supuesto. A veces, bajo una fachada de normalidad se ocultaban lobos. O tal vez simplemente era bueno en su negocio y sabía hacer que sus parroquianos respetasen sus normas. Asumiendo que lo inteligente sería esperar sentado, aguardó a que todos se marchasen. Aquel era el lugar de reunión acordado, aunque no tuviese una prueba fehaciente de que la llamada era para dar intimidad a su contratante y a él (y tal vez a algún otro potencial contratado), le resultaba dudoso que pudiera haber dos reuniones del Inframundo en el mismo bar a la vez.
Sintió una leve satisfacción al comprobar que algunas de las personas de las que había sospechado seguían sentadas. También continuaba en el local, como cabía esperar, el hombre del puro y sus dos acompañantes. El joven pálido tampoco se retiró. Un silencio elocuente se adueñó del local mientras el elegante caballero se levantaba. Su identidad resultó irónicamente apropiada. Se trataba del dueño de la misma empresa que estaba allí por un contrato con la Marina, Henry Deschamps. Derian dedicó un instante a valorar la audacia de ocultar sus negocios ilícitos bajo una tapadera legal que trabajaba tan directamente con la ley. Era un ejemplo muy claro de esconderse a simple vista. Hasta qué punto era una maniobra realmente astuta y medida, eso era materia de especulación. Carecía de los detalles pertinentes de la naturaleza de su relación con la Marina o el Gobierno, los contactos que pudiera tener o cuán peligrosa pudiera ser la carga. ¿Podría ser, tal vez, lo que tantos años llevaba ansiando y buscando?
Mantuvo una pose de educada atención y medida frialdad mientras escuchaba al empresario. Era... poco específico. No tenían los datos concretos del barco, la localización de la carga, su tamaño, peso, facilidad de ocultar, hasta qué punto estaba siendo buscada, qué clase obstáculos podían esperar, la dirección del piso franco... algunos de esos datos, podía asumir, los recibirían pronto. Sin embargo, tenía la desagradable sospecha de que otros su adinerado contratista preferiría dejarlos en oscuridad. ¿Por qué contratar a extraños si no había un riesgo implícito? Aparte de por poder desmarcarse si algo salía mal y echar la culpa otros, gente no vinculada oficialmente a él. Evidentemente había demasiado que no sabían y a Derian no le gustaba que se la jugasen. Por otro lado, estaba aún empezando a moverse en aquellas aguas. Estaba en terreno ajeno y tendría que mancharse antes de poder empezar a hacer que otros se mancharan por él.
El joven fue el primero en hablar. Su actitud era dominante, casi opresiva. Sus palabras eran desmentidas por sus actos. No estaba pretendiendo simplemente ganarse un dinero extra por el encargo, estaba intentando establecer su autoridad. Sacar a su contratante de una zona de confort y control, disfrazar su casi imperiosa toma de iniciativa como una invitación... en otra situación hubiese encomiado la maestría social del desconocido, pero Derian era perro viejo. No iba a dejarse ensombrecer por un chico que casi podría ser su hijo. El conde se alzó de su asiento en un gesto sereno y calmado, pero firme, buscando captar las miradas. Se irguió cuan alto era y miró directamente a los ojos del empresario. Le saludó con la más levísima inclinación de cabeza, sin romper el contacto visual y usó un tono suave y educado - Mis respetos, señor Deschamps. Derian Markov, a su servicio. Sin desmerecer el impetuoso deseo de nuestro joven acompañante de tomar el aire, permítame tomarme la libertad de aceptar su invitación e inquirirle respecto a algunas cuestiones - sus gestos acompañaban a sus palabras, tratando de generar una sosegada tensión en el ambiente, una mezcla entre el robo de atención y una actitud profesional y cortés - Nuestros planes requerirán de conocimientos más específicos, algunos de los cuáles no dudo nos hará saber pronto como el barco y localización exactos de la carga, su tamaño y la dirección. Mas siguen siendo precisos para concebir un plan realista y acorde a las condiciones que nos esperan. Prolegómenos a un lado, desearía saber qué clase de dificultades deberíamos anticipar. No es lo mismo prepararse para la llegada de un rival anónimo que un posible registro por parte de las fuerzas del orden... o ambas cosas. Dada su decisión de contratarnos, tengo la casi certeza de que pasearse discretamente hasta la dirección no es suficiente y, por contra, debemos asumir que hay gente que aguarda el transporte para interceptarlo. ¿Me equivoco?
Una vez tuvo la respuesta de Deschamps, se giró hacia el joven y le dedicó un gesto sutil de saludo con la mano, sin inclinar la cabeza - Dado que estaremos colaborando en este asunto, creo que es de buen proceder realizar las apropiadas presentaciones y valorar el papel que deberá cumplir cada uno. Ha mencionado que es bueno transportando cosas. ¿Puedo asumir que entonces pretende trasladar usted la carga? - aguardó la respuesta y continuó - Mis habilidades van más en la línea de... hacer desaparecer problemas. Obstáculos. En el caso, que espero no sucederá gracias a un trabajo eficiente por nuestra parte, de encontrarnos un enemigo hostil, me ocuparé de él. También puede contar con mi... experiencia en el arte de las interacciones interpersonales.