Gavyn Peregrino
Rose/Ícaro
Ayer, 02:38 AM
Incliné la cabeza ante la reacción de Anko, al parecer mis suposiciones no estaban tan lejos de lo que esperaba, bueno, después de todo las había hecho en base a los hechos que se me presentaban. Aquellos que no utilizaban Akuma no Mi, sin duda tenían que buscar la forma de volverse más fuertes, lo suficiente como para enfrentar el poder y la versatilidad algo tan poderoso como una fruta del diablo, o alguien tan poderoso como un usuario de las mismas, después de todo, como siempre pensaba, a veces los objetos más inútiles se vuelven extremadamente peligrosos en las manos de las personas más capaces o ingeniosas. Había realmente muy pocas opciones para aquellos que no utilizaban las dichosas frutas, el Haki y el Kairoseki, por lo que la aquí presente Anko era acreedora de, obviamente, la voluntad que surge de cada uno de nosotros en diferentes formas, es decir, el Haki.
¿Cómo lo sabía?
Bueno, más sabe el diablo por viejo que por diablo. Comí la última cucharada de ensalada de frutas después de posar el cigarro en el cenicero, solo para alcanzar la jarra de cerveza negra que había dejado algo abandonada en la mesa y le di un trago, alzando las cejas al ver la confianza con la que hablaba de sus habilidades, no por nada tenía el puesto de sargento después de todo, tenía que tener en cuenta aquello, sin embargo, en este momento sonaba como… Quizá era un símil a un confiado pirata, pero también muy parecido a un marine presumido, que, al fin y al cabo, eran lo mismo pero de bandos diferentes. La viña del señor es extensa y está repartida en todas las facciones. Dejé sobre la mesa la jarra, esta vez alzando una ceja con curiosidad e interés algo más profundos por ella.
. – Para jactarse de tal habilidad debe ser una marine muy distinguida ¿No? Asumo que ha realizado hazañas increíbles que la han llevado a su puesto. –Halagué a la mujer, realmente debía merecer el puesto que tenía, sabía que los marines eran exigentes, al menos la mayoría, pero Anko no tenía la apariencia de una mujer blandengue.
Ante la noticia de que era una novata me sorprendí ligeramente, después de todo la presencia de la sargento era lo suficientemente imponente para rezumar respeto, pero quizás simplemente la estaba viendo con ojos equivocados, o desde el ángulo equivocado. Recordaba un libro que había leído hace poco, donde un grupo de caballeros tenía a una de ellos en entrenamiento de forma casi perenne, a pesar de sus habilidades más que notables, quizás la sargento aquí presente era de ese estilo de persona, aquellos que tienen el poder para hacerse notar, pero que aún no escalan en las filas.
. – Entiendo, ahora tengo curiosidad por cómo los marines distribuyen su jerarquía, sé algo, pero solo superficialmente, supongo que no tiene que ver con el poder que tiene cada uno entre manos ¿O es que prefiere mantenerse en ese puesto. –Cuestioné.
Me llevé el cigarro que había apoyado en el cenicero a los labios, dándole una calada suave, observando a la satisfecha marine que fumaba sosegadamente, más relajada que al entrar al bar, pero con la misma advertencia con la que había comenzado la conversación ¿Realmente creía que me sucedería algo en el camino? ¿O quería liquidarme? Intenté no resoplar ante esta última idea, muchas suposiciones se me vinieron a la cabeza de todas formas, las descarté cuidadosamente mientras el cigarrillo se consumía progresivamente en mi boca.
. – ¿Tan peligroso es indagar acerca de las Akuma no mi? Quiero decir, si, he investigado, pero ¿Por qué el conocimiento sería algo tan arriesgado de obtener? –Parpadeé, entrecerrando los ojos con una mirada de confusión– Mi profesión, la página, las frutas, parece que todo es un campo minado, pero realmente yo no planté las minas.
Dije, recogiendo los hombros y refunfuñando, realmente las personas que investigamos no tenemos la culpa de que el Gobierno Mundial tenga esqueletos guardados dentro de sus armarios, como cualquier gobierno en realidad, pero si celaban de forma tan obcecada la información, no sabía en detalle cual, pero evidentemente protegían aquello que consideraban que les pertenecía, o que podría amenazarlos, con un ahínco terrible, lo suficiente para hacer desaparecer a un supuesto civil que solo quiere indagar en la flora y fauna.
¿Cómo lo sabía?
Bueno, más sabe el diablo por viejo que por diablo. Comí la última cucharada de ensalada de frutas después de posar el cigarro en el cenicero, solo para alcanzar la jarra de cerveza negra que había dejado algo abandonada en la mesa y le di un trago, alzando las cejas al ver la confianza con la que hablaba de sus habilidades, no por nada tenía el puesto de sargento después de todo, tenía que tener en cuenta aquello, sin embargo, en este momento sonaba como… Quizá era un símil a un confiado pirata, pero también muy parecido a un marine presumido, que, al fin y al cabo, eran lo mismo pero de bandos diferentes. La viña del señor es extensa y está repartida en todas las facciones. Dejé sobre la mesa la jarra, esta vez alzando una ceja con curiosidad e interés algo más profundos por ella.
. – Para jactarse de tal habilidad debe ser una marine muy distinguida ¿No? Asumo que ha realizado hazañas increíbles que la han llevado a su puesto. –Halagué a la mujer, realmente debía merecer el puesto que tenía, sabía que los marines eran exigentes, al menos la mayoría, pero Anko no tenía la apariencia de una mujer blandengue.
Ante la noticia de que era una novata me sorprendí ligeramente, después de todo la presencia de la sargento era lo suficientemente imponente para rezumar respeto, pero quizás simplemente la estaba viendo con ojos equivocados, o desde el ángulo equivocado. Recordaba un libro que había leído hace poco, donde un grupo de caballeros tenía a una de ellos en entrenamiento de forma casi perenne, a pesar de sus habilidades más que notables, quizás la sargento aquí presente era de ese estilo de persona, aquellos que tienen el poder para hacerse notar, pero que aún no escalan en las filas.
. – Entiendo, ahora tengo curiosidad por cómo los marines distribuyen su jerarquía, sé algo, pero solo superficialmente, supongo que no tiene que ver con el poder que tiene cada uno entre manos ¿O es que prefiere mantenerse en ese puesto. –Cuestioné.
Me llevé el cigarro que había apoyado en el cenicero a los labios, dándole una calada suave, observando a la satisfecha marine que fumaba sosegadamente, más relajada que al entrar al bar, pero con la misma advertencia con la que había comenzado la conversación ¿Realmente creía que me sucedería algo en el camino? ¿O quería liquidarme? Intenté no resoplar ante esta última idea, muchas suposiciones se me vinieron a la cabeza de todas formas, las descarté cuidadosamente mientras el cigarrillo se consumía progresivamente en mi boca.
. – ¿Tan peligroso es indagar acerca de las Akuma no mi? Quiero decir, si, he investigado, pero ¿Por qué el conocimiento sería algo tan arriesgado de obtener? –Parpadeé, entrecerrando los ojos con una mirada de confusión– Mi profesión, la página, las frutas, parece que todo es un campo minado, pero realmente yo no planté las minas.
Dije, recogiendo los hombros y refunfuñando, realmente las personas que investigamos no tenemos la culpa de que el Gobierno Mundial tenga esqueletos guardados dentro de sus armarios, como cualquier gobierno en realidad, pero si celaban de forma tan obcecada la información, no sabía en detalle cual, pero evidentemente protegían aquello que consideraban que les pertenecía, o que podría amenazarlos, con un ahínco terrible, lo suficiente para hacer desaparecer a un supuesto civil que solo quiere indagar en la flora y fauna.