Diana Kari
Wild Huntress
Ayer, 02:55 AM
Había aprendido a ignorar todos los comentarios lujuriosos que le lanzaban a Yuya, trataba de esperar a escuchar una masculina que buscara reclamarle lo que había hecho con una mujer casada o en una relación “monógama”, era ahí cuando realmente sacaba provecho de la promiscuidad de Yuya ya que en más de una ocasión había actuado como guardaespaldas con la mera intención de ridiculizar a los hombres que sentían que tenían el poder para intimidar a alguien más sin haber puesto ni un mínimo esfuerzo en volverse más fuertes para proteger lo propio o arrebatar lo ajeno. Siempre me pondría frente a quien se atreviera a retar a mi amigo y no porque dudara de su capacidad pues tenía bien en claro que podría cortar en pedacitos a cualquier civil sino que la emoción de obtener una victoria era lo que me orillaba a afrontar el reto. Ahora si Yuya era lo suficientemente estúpido como para meterse con la mujer de un hombre que podía matarnos en un abrir y cerrar de ojos entonces otro tema sería.
En cuanto a mi persona, no me molestaba en lo absoluto el escuchar comentarios despectivos a la hora de estar junto a Yuya, ya me había acostumbrado. Lo único que realmente tocó una fibra era el hecho de que mencionaran que “era tan fuerte que parecía un hombre” ¿qué demonios les pasaba? Era mucho más fuerte que un hombre y lo había demostrado en múltiples ocasiones, carajo incluso podría vencer a todos los presentes excluyendo a Yuya sin si quiera usar mi arma en un abrir y cerrar de ojos. Así que no perra, no parecía un hombre, era mucho mejor que ellos. Iba a responderles algo poco agradable, tal vez apuntarles con mi lanza mientras lo hacía pero las palabras de Yuya me detuvieron. La teatralidad con la que decía las cosas para que los demás le escucharan había logrado que me desconectara de lo que estuviera pensando. –Tch.- alcancé a mascullar ante la invitación de Yuya a compartir la cama.
Cuando la camarera llegó con nuestras bebidas me aseguré de darle un gran trago a la cerveza que había pedido. –Gracias.- alcancé a decirle después de que me dedicara una mirada apenas interesada y regresara a la cocina o a servir mesas o a hacer lo que sea que hiciera. La lectura de Yuya sobre la situación en la que nos encontrábamos coincidía con la mía y aunque también pensaba en lo que mejor sería irnos de la isla a buscar presas más grandes también había que ser mesurados a la hora de tomar una decisión tan importante. –Estoy de acuerdo, el archipiélago nos está quedando pequeño, nuestro rostro comienza a hacerse conocido por aquí y los criminales de recompensas bajas frecuentan menos los lugares que nosotros visitamos. Pero hay varios temas que hay que tocar antes de abandonar nuestro hogar. Por ejemplo ¿cómo hará tu familia sin recibir ingreso monetario tan seguido de tu parte? Tendremos que comprar un navío, después de eso ¿qué tanto dinero tendremos para mantenernos a flote sin morirnos de hambre?- le respondí mientras daba un trago a mi cerveza después de cada pregunta para escuchar las respuestas de mi compañero. –No me malentiendas, necesitamos salir de aquí cuanto antes, la cacería se volvió rutinaria y aburrida para mí y si seguimos así terminaré encerrándome en el taller de mi madre o el cuarto en donde mi padre confecciona prendas y me emocionaré al terminar un arma o una prenda.- continué, haciendo un gesto de desagrado al mencionar que me emocionaría al seguir con los negocios familiares.
Un hombre viejo entró a aquél lugar, dejando caer unos cuantos carteles de se busca, Yuya rápidamente me preguntó si estaría bien invitarlo a que se sentara con nosotros. Y antes de responderle me puse de pie y caminé en dirección al viejo. Cuando estuve lo suficientemente cerca me puse en cuclillas para recoger los carteles de recompensa que se le habían caído, ordenándolos todos para después ponerme de pie y acercárselos al hombre. –Tome, se le cayeron estos carteles.- le dije en un tono amigable y con una sonrisa en el rostro. –A mi amigo y a mí nos encantaría que nos acompañara en nuestra mesa, de ser posible. Nos gustaría hacerle unas preguntas a cambio de pagar por sus bebidas ¿qué le parece?- le pregunté al hombre manteniendo el mismo tono y sonrisa con tal de persuadirlo a que se uniera a nosotros. Si el hombre aceptaba me aseguraría de ser yo misma quien llevara su bebida hacia la mesa. Su apariencia me resultaba familiar, en especial por el arma que cargaba, pero no tenía bien en claro de quién se trataba pero si se trataba de alguien en una edad tan avanzada que se dedicaba a lo que nosotros entonces tendría demasiado conocimiento para compartirnos.
En cuanto a mi persona, no me molestaba en lo absoluto el escuchar comentarios despectivos a la hora de estar junto a Yuya, ya me había acostumbrado. Lo único que realmente tocó una fibra era el hecho de que mencionaran que “era tan fuerte que parecía un hombre” ¿qué demonios les pasaba? Era mucho más fuerte que un hombre y lo había demostrado en múltiples ocasiones, carajo incluso podría vencer a todos los presentes excluyendo a Yuya sin si quiera usar mi arma en un abrir y cerrar de ojos. Así que no perra, no parecía un hombre, era mucho mejor que ellos. Iba a responderles algo poco agradable, tal vez apuntarles con mi lanza mientras lo hacía pero las palabras de Yuya me detuvieron. La teatralidad con la que decía las cosas para que los demás le escucharan había logrado que me desconectara de lo que estuviera pensando. –Tch.- alcancé a mascullar ante la invitación de Yuya a compartir la cama.
Cuando la camarera llegó con nuestras bebidas me aseguré de darle un gran trago a la cerveza que había pedido. –Gracias.- alcancé a decirle después de que me dedicara una mirada apenas interesada y regresara a la cocina o a servir mesas o a hacer lo que sea que hiciera. La lectura de Yuya sobre la situación en la que nos encontrábamos coincidía con la mía y aunque también pensaba en lo que mejor sería irnos de la isla a buscar presas más grandes también había que ser mesurados a la hora de tomar una decisión tan importante. –Estoy de acuerdo, el archipiélago nos está quedando pequeño, nuestro rostro comienza a hacerse conocido por aquí y los criminales de recompensas bajas frecuentan menos los lugares que nosotros visitamos. Pero hay varios temas que hay que tocar antes de abandonar nuestro hogar. Por ejemplo ¿cómo hará tu familia sin recibir ingreso monetario tan seguido de tu parte? Tendremos que comprar un navío, después de eso ¿qué tanto dinero tendremos para mantenernos a flote sin morirnos de hambre?- le respondí mientras daba un trago a mi cerveza después de cada pregunta para escuchar las respuestas de mi compañero. –No me malentiendas, necesitamos salir de aquí cuanto antes, la cacería se volvió rutinaria y aburrida para mí y si seguimos así terminaré encerrándome en el taller de mi madre o el cuarto en donde mi padre confecciona prendas y me emocionaré al terminar un arma o una prenda.- continué, haciendo un gesto de desagrado al mencionar que me emocionaría al seguir con los negocios familiares.
Un hombre viejo entró a aquél lugar, dejando caer unos cuantos carteles de se busca, Yuya rápidamente me preguntó si estaría bien invitarlo a que se sentara con nosotros. Y antes de responderle me puse de pie y caminé en dirección al viejo. Cuando estuve lo suficientemente cerca me puse en cuclillas para recoger los carteles de recompensa que se le habían caído, ordenándolos todos para después ponerme de pie y acercárselos al hombre. –Tome, se le cayeron estos carteles.- le dije en un tono amigable y con una sonrisa en el rostro. –A mi amigo y a mí nos encantaría que nos acompañara en nuestra mesa, de ser posible. Nos gustaría hacerle unas preguntas a cambio de pagar por sus bebidas ¿qué le parece?- le pregunté al hombre manteniendo el mismo tono y sonrisa con tal de persuadirlo a que se uniera a nosotros. Si el hombre aceptaba me aseguraría de ser yo misma quien llevara su bebida hacia la mesa. Su apariencia me resultaba familiar, en especial por el arma que cargaba, pero no tenía bien en claro de quién se trataba pero si se trataba de alguien en una edad tan avanzada que se dedicaba a lo que nosotros entonces tendría demasiado conocimiento para compartirnos.