¿Sabías que…?
...oficialmente el aniversario del manga One Piece es el 22 de Julio, dado que ese día en el año 1997 fue cuando se publico el primer capitulo.
[Diario] Creando músculo [Diario]
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Al amanecer del tercer día, Ragn se internó aún más en la selva, dejando atrás las playas y las montañas que ya conocía. Adentrarse en el corazón del bosque era un desafío en sí mismo; allí, la vegetación era tan densa que los rayos del sol apenas lograban filtrarse entre las copas de los árboles. El aire estaba cargado de humedad, y cada respiro parecía más pesado que el anterior. Sin embargo, para Ragn, este lugar era perfecto. El aislamiento, el peligro latente y los interminables obstáculos que la naturaleza ofrecía eran la arena ideal para templar su cuerpo y su espíritu. La primera tarea de Ragn fue establecer un campo de entrenamiento improvisado. Encontró un claro rodeado de árboles altos y raíces retorcidas. Allí, usando su fuerza bruta, arrancó troncos caídos y los dispuso en una formación que servía como su pista de obstáculos personal. Cada tronco tenía un propósito: uno sería usado para practicar saltos, otro como peso para levantar, y los más grandes como estructuras para trepar. Ragn comenzó levantando troncos pesados que apenas podía rodear con sus brazos. Sus músculos se tensaban al máximo mientras cargaba las enormes piezas de madera y las trasladaba de un extremo del claro al otro. Cada paso era una prueba de su resistencia, y las raíces del suelo, que constantemente amenazaban con hacerlo caer, añadían un nivel extra de dificultad. El sudor caía por su frente y se mezclaba con la tierra que ya cubría su cuerpo. Cada vez que su agarre fallaba o un tronco caía de sus manos, Ragn simplemente lo levantaba de nuevo, sin pausa, como si el fracaso fuera solo un estímulo más para continuar. Cuando sus brazos y su espalda no podían más, se inclinaba y cargaba los troncos sobre sus hombros, fortaleciendo sus piernas y su equilibrio.Después de los ejercicios de fuerza, Ragn centraba su atención en la agilidad. Usando las ramas bajas de los árboles cercanos, construyó una red improvisada de sogas y troncos, un recorrido elevado que le obligaba a moverse con precisión. Saltaba de una rama a otra, asegurándose de no perder el equilibrio, y si una rama cedía bajo su peso, simplemente volvía a subir y lo intentaba de nuevo. A medida que avanzaba, incorporaba movimientos de combate en su recorrido. Con sus manos desnudas, golpeaba los troncos mientras se movía, cada impacto resonando como un eco en la selva. Sus golpes eran contundentes, y el dolor que sentía en los nudillos lo empujaba a endurecer su técnica. Al final de cada sesión, sus manos estaban llenas de astillas y sangre seca, pero Ragn no se detenía. El corazón de la selva no era un lugar deshabitado. En su entrenamiento, Ragn encontraba criaturas que lo enfrentaban, ya sea por proteger su territorio o por considerarlo una amenaza. Entre estas bestias, los jaguares y las serpientes gigantes eran los más comunes.

Cuando un jaguar saltó desde las sombras, Ragn no retrocedió. Bloqueó el ataque con su antebrazo y, con movimientos rápidos, desvió al animal antes de atraparlo por el cuello. La criatura rugió, arañando su piel, pero Ragn mantuvo el control. Con un giro rápido, lo lanzó contra un árbol, dejándolo inconsciente. En cada encuentro, se esforzaba por dominar a sus oponentes sin matarlos, respetando el equilibrio de la selva. Las serpientes gigantes representaban un desafío diferente. Cuando una de ellas intentó envolverlo con su cuerpo, Ragn utilizó su fuerza para romper el agarre. Con ambas manos, la sostuvo firmemente mientras el reptil luchaba por liberarse. Su entrenamiento no era solo una prueba de fuerza, sino también una lección de paciencia; sabía que cada movimiento debía ser calculado. La selva ofrecía más que animales y obstáculos físicos; el entorno mismo se convirtió en una parte integral de su entrenamiento. Durante la tarde, cuando el calor se volvía sofocante, Ragn se adentraba en los pantanos que se encontraban más profundos en la isla. Allí, el lodo dificultaba cada paso, obligándolo a usar toda su energía para moverse. Arrastraba enormes troncos a través del pantano, cada uno más pesado que el anterior. Sus pies se hundían hasta los tobillos en el lodo espeso, y cada paso requería una concentración absoluta. Los mosquitos y otros insectos lo acosaban, pero Ragn no se detenía. El barro cubría su cuerpo, protegiéndolo parcialmente de las picaduras, pero también aumentaba la carga sobre sus músculos.Cuando la lluvia tropical llegaba, no buscaba refugio. En lugar de eso, usaba el aguacero como una oportunidad para entrenar bajo condiciones extremas. La lluvia lo cegaba, el suelo se volvía resbaladizo, y los truenos resonaban como tambores de guerra. Ragn corría a través de la selva, sorteando ramas caídas y saltando sobre riachuelos que crecían rápidamente. Una tarde, mientras recolectaba ramas para fortalecer su pista de obstáculos, Ragn encontró un árbol caído con madera especialmente resistente. Inspirado, decidió construir un arma que complementara su estilo de combate. Con paciencia, talló una enorme maza improvisada, una extensión de su propia fuerza. La maza, tosca y pesada, se convirtió en una parte crucial de su entrenamiento. La usaba para romper rocas, cortar ramas gruesas y enfrentar a los troncos que antes golpeaba con los puños. Cada vez que la levantaba, sentía que estaba extendiendo los límites de su fuerza.

Al caer la noche, Ragn terminaba cada jornada con un ritual de meditación en el claro que había transformado en su hogar temporal. Encendía una fogata con los restos de madera que había utilizado durante el día y se sentaba frente a las llamas, dejando que el calor aliviara sus músculos tensos. En este estado de calma, repasaba los eventos del día. Cada movimiento, cada golpe, cada instante de dolor se convertía en una lección que incorporaba a su ser. Sus cicatrices, tanto nuevas como antiguas, eran mapas de su progreso, recordatorios de que cada herida lo hacía más fuerte. La voz de Nosha todavía resonaba en el fondo de su mente, un eco que parecía mezclarse con los sonidos de la selva. Pero en lugar de ignorarla, Ragn aprendió a aceptarla como una parte de sí mismo, una fuerza que podía usar a su favor. Con el crepúsculo cediendo paso a la oscuridad, Ragn apagaba la fogata, dejándose envolver por las sombras de la selva. Acostado sobre la tierra húmeda, bajo un dosel de estrellas apenas visible, Ragn cerraba los ojos y permitía que su cuerpo descansara. La selva lo había desafiado, pero él estaba más fuerte que nunca. El siguiente día sería otra batalla, otra oportunidad para superarse. Y mientras escuchaba el murmullo de la naturaleza, Ragn sabía que, en lo profundo de la selva, estaba renaciendo como el guerrero indomable que estaba destinado a ser. Con cada amanecer, Ragn profundizaba en los secretos de la selva. Su propósito ya no era solo físico, sino espiritual. Había comprendido que enfrentarse a los elementos, a las criaturas y a sus propios límites le estaba transformando en algo más que un guerrero; lo estaba convirtiendo en un hombre en sintonía con su entorno y sus propios demonios. No buscaba solo sobrevivir, sino dominarse a sí mismo en un mundo que no ofrecía concesiones.

El cuarto día de su entrenamiento comenzó con el sonido de un río cercano, cuyo flujo se había intensificado tras las lluvias nocturnas. Guiado por el ruido del agua, Ragn llegó a un caudal turbulento que se abría paso entre las rocas y raíces de la selva. El agua cristalina, fría como el hielo, rugía con fuerza, y era evidente que atravesarlo sería peligroso. Sin embargo, para Ragn, el peligro era una invitación. Amarró una cuerda improvisada hecha de lianas a un tronco cercano, asegurándose de que, si la corriente lo arrastraba, tendría una oportunidad de salir. Luego, sin vacilar, se sumergió en el río. El frío mordió su piel, pero él se enfocó en avanzar contra la corriente. Cada brazada era una batalla, los músculos de sus brazos y piernas trabajando al límite mientras el agua lo empujaba hacia atrás. En el centro del río, una roca sobresalía, y Ragn la utilizó como punto de descanso temporal. Se aferró a ella, jadeando, pero con la mirada fija en la otra orilla. Sabía que no podía quedarse allí mucho tiempo; las fuerzas del río podrían arrancarlo en cualquier momento. Con un rugido que se perdió en el estruendo del agua, lanzó su cuerpo hacia adelante, alcanzando la orilla opuesta tras un esfuerzo titánico. No satisfecho con simplemente cruzar, Ragn regresó al punto de partida, repitiendo el ejercicio varias veces. Sabía que esta prueba no era solo para sus músculos, sino también para su voluntad. Por la tarde, Ragn decidió enfrentarse a otro elemento: el fuego. Usando ramas secas y resina, construyó un círculo de llamas en el claro. Este no era un entrenamiento físico, sino un ritual diseñado para fortalecer su resistencia mental. De pie en el centro del círculo, dejó que el calor lo envolviera, sintiendo el aire arder en sus pulmones y las gotas de sudor evaporarse antes de tocar el suelo. Se mantuvo allí durante horas, inmóvil, dejando que su mente vagara entre los recuerdos de batallas pasadas y las palabras susurradas de Nosha. A veces, el fuego parecía tomar forma, mostrándole figuras de aquellos a quienes había perdido o de enemigos caídos en combate. No apartó la mirada, enfrentándose a esas visiones con la misma determinación que mostraba en combate.Cuando las llamas finalmente se extinguieron, Ragn emergió del círculo, cubierto de cenizas pero con una nueva claridad en sus ojos. La diosa de la muerte podía hablarle todo lo que quisiera; él decidiría si la escucharía o no. El quinto día marcó una nueva etapa en su entrenamiento. Ragn había detectado la presencia de una criatura inmensa que habitaba en lo profundo de la selva: un oso colosal, más grande y feroz que cualquier otro que había enfrentado en la Montaña Alfa. Este animal, cuya existencia parecía casi mítica, se convirtió en su objetivo.

Rastrear a la bestia fue un desafío en sí mismo. El terreno era traicionero, con raíces que sobresalían como trampas y pantanos ocultos que amenazaban con tragárselo. A cada paso, encontraba señales de la presencia del oso: árboles con marcas de garras profundas, excrementos recientes y un rastro de ramas rotas.Finalmente, en un claro rodeado de altos helechos, Ragn lo encontró. El oso era un monstruo de músculos y pelaje oscuro, con ojos que reflejaban una inteligencia primitiva y una hostilidad despiadada. La bestia lo miró fijamente durante unos segundos antes de rugir con tal intensidad que las aves en los árboles cercanos emprendieron el vuelo. Ragn no esperó. Corrió hacia el oso, esquivando un zarpazo que habría destrozado a cualquier hombre común. Usó su maza improvisada para golpear el costado de la criatura, pero el impacto, aunque fuerte, apenas hizo retroceder al animal. El combate se volvió una danza brutal, un intercambio de golpes y movimientos en el que ambos luchadores mostraban su ferocidad. El oso logró herir a Ragn en varias ocasiones, sus garras dejando cortes profundos en sus brazos y pecho. Pero el guerrero no se detuvo. Con un rugido propio, cargó contra el animal y logró derribarlo con un golpe devastador que resonó en todo el claro. Aprovechando la ventaja, rodeó el cuello del oso con sus brazos y aplicó toda su fuerza hasta que la criatura, finalmente, quedó inmóvil. Ragn se levantó, sangrando y agotado, pero victorioso. No mató al oso; en su lugar, lo dejó allí, respetando la vida de un oponente digno. Sabía que este encuentro no solo había fortalecido su cuerpo, sino también su conexión con la naturaleza y su comprensión de la fuerza bruta. Una mañana más ... Ragn se detuvo en el claro que había convertido en su hogar. Miró a su alrededor, a las marcas de su entrenamiento grabadas en los árboles, las piedras y el suelo. Sabía que pronto tendría que abandonar la selva para regresar con sus compañeros, pero quería dejar algo detrás. Usando las herramientas rudimentarias que había creado, talló símbolos en los troncos que lo rodeaban: runas de fuerza, resistencia y valentía. Estos grabados, aunque simples, representaban su viaje personal y las lecciones que había aprendido. Quería que, si alguien más llegaba a este lugar, pudiera sentir la energía de su esfuerzo y sacrificio. Al terminar, se arrodilló en el centro del claro y cerró los ojos. Respiró profundamente, dejando que los sonidos de la selva llenaran sus sentidos por última vez. Cuando se levantó, era un hombre renovado. La selva lo había desafiado y, en respuesta, él había renacido.Con su maza al hombro y una determinación aún más firme en su mirada, Ragn emprendió el camino de regreso hacia la costa. El guerrero que había llegado a la isla no era el mismo que ahora se marchaba; era más fuerte, más sabio y más preparado para enfrentarse a cualquier desafío que el destino pusiera en su camino.

Había pasado más de una semana desde que Ragn había comenzado su entrenamiento en la selva. Su cuerpo estaba cubierto de cicatrices recientes, sus músculos tensos, y su energía comenzaba a flaquear. Había empujado sus límites una y otra vez, cada vez más allá de lo que creía posible. Pero incluso él, con su fuerza titánica y su determinación inquebrantable, tenía un punto de ruptura. Fue durante el octavo día, mientras cruzaba un barranco traicionero bajo la sombra de un dosel denso. El calor era opresivo, y cada paso que daba lo acercaba más al límite de su resistencia. Al intentar escalar una pared rocosa cubierta de musgo, su agarre falló, y cayó varios metros hasta el suelo de piedra. El impacto fue brutal. Sintió cómo el aire escapaba de sus pulmones, y luego, la oscuridad lo envolvió.
En su mente


Cuando Ragn despertó, estaba tendido en el suelo rocoso de la selva. La luz del sol se filtraba a través de las hojas, iluminando su rostro. Su cuerpo dolía, pero en su interior, algo había cambiado.Se puso de pie lentamente, sus piernas tambaleándose al principio. Luego, cerró los ojos y respiró profundamente. Sentía el peso de las palabras de Nosha aún en su mente, como un eco distante que lo empujaba hacia adelante.No podía fallar. No fallaría. Con renovada determinación, Ragn continuó su entrenamiento, sabiendo que cada paso que daba lo acercaba a su verdadero potencial. En su mente, la imagen de Nosha permanecía, un recordatorio constante de que su fortaleza no provenía solo de su cuerpo, sino también de su espíritu.
#2


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Creando músculo [Diario] - por Ragnheidr Grosdttir - 15-11-2024, 10:33 PM
RE: Creando músculo [Diario] - por Ragnheidr Grosdttir - 16-11-2024, 09:41 AM

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